La recuperación exportadora observada durante la primera mitad de 2025 marcó cifras récord tanto en bienes como en servicios, según el Informe Trimestral de Exportaciones Argentinas (ITEA) publicado por el Grupo de Desarrollo e Internacionalización Productiva (DESIP) del IIEP-UBA-CONICET. Coordinado por Federico Bernini y supervisado por Juan Carlos Hallak, el informe alerta, sin embargo, sobre una tendencia persistente: la creciente concentración sectorial de la canasta exportadora.
Un repunte liderado por valor agregado
Durante el primer trimestre de 2025, las exportaciones de bienes y servicios totalizaron US$ 23.400 millones, un incremento interanual del 8,1% que representa el mayor registro histórico para ese período. En el segundo trimestre, las exportaciones de bienes alcanzaron US$ 21.000 millones, el valor más alto desde 2013 medido en dólares constantes.
Este desempeño fue impulsado principalmente por los bienes diferenciados, cuyas ventas crecieron 11,1% interanual en el segundo trimestre y 6,7% en el semestre. Se destacan los vehículos utilitarios con destino a Perú, América Central y Venezuela, así como alimentos con alto valor agregado, entre ellos carne vacuna envasada, peras y manzanas, y quesos. La contracara fue el desempeño negativo del vino embotellado, que registró el peor nivel en más de 15 años.
En servicios, el repunte fue aún más marcado. En el primer trimestre del año, las exportaciones del sector crecieron 12% interanual, alcanzando US$ 4.681 millones. Los servicios basados en conocimiento (SBC) —incluyendo software, consultoría, audiovisuales y propiedad intelectual— aumentaron un 28%, mientras que el turismo cayó un 8%. Este repunte se explicó por una mayor demanda global, mejoras en el tipo de cambio real y una mayor actividad portuaria y aeroportuaria.
Un problema de fondo: la concentración exportadora
A pesar de estas señales alentadoras, el informe del DESIP advierte sobre una transformación estructural que puede comprometer la sostenibilidad del crecimiento exportador: la concentración creciente de las ventas externas en pocos productos primarios.
Medido por el índice Herfindahl-Hirschman (HHI), el nivel de concentración de la canasta exportadora argentina pasó de 254 puntos en 2008 a 479 en 2024, casi duplicando su valor. Este fenómeno, que incrementa la vulnerabilidad ante shocks externos o internos, se explica principalmente por la expansión del maíz y la soja, que en conjunto explican más del 80% del aumento en el HHI. También contribuyeron los combustibles, mientras que los bienes diferenciados redujeron su participación en 10 puntos porcentuales entre 2008 y 2024.
La pérdida de participación relativa de los bienes industriales diferenciados no implicó necesariamente una caída de su producción, sino más bien un desplazamiento por el avance más acelerado de los commodities agrícolas y energéticos. Así, el patrón de commoditización de la estructura exportadora se consolidó.
El escenario 2030: petróleo y minería al frente
El documento proyecta un escenario hacia 2030 en el cual se profundiza la dependencia de sectores primarios, esta vez encabezados por el petróleo y la minería. De concretarse las proyecciones de exportación del complejo hidrocarburífero (especialmente de Vaca Muerta) y del sector minero (litio, cobre, oro), el índice HHI alcanzaría 662 puntos en el escenario base, un nivel comparable al de economías fuertemente concentradas como Chile o Australia.
En este contexto, el agro dejaría de ser el principal motor exportador, desplazado por el petróleo (24% del total proyectado) y la minería (12%). Esta nueva dependencia plantea riesgos similares a los ya conocidos: volatilidad en los precios internacionales, dependencia de pocos destinos y sectores, y escaso derrame tecnológico.
Comparación internacional: de diversificada a concentrada
En términos comparativos, Argentina pasó de ubicarse en 2008 entre los países con menor concentración exportadora (junto a Indonesia o Eslovaquia) a niveles similares a Uruguay o Malasia en 2024. De cumplirse las proyecciones, en 2030 Argentina tendrá un índice de concentración más alto que Brasil y Corea, acercándose al perfil de países como Chile.
La internacionalización basada en pocos productos intensivos en recursos naturales limita el desarrollo de capacidades tecnológicas propias, reduce el valor agregado nacional y expone a la economía a mayor inestabilidad macroeconómica.
Políticas necesarias: sofisticar la canasta
El informe concluye con un llamado a equilibrar la expansión de los sectores extractivos con una estrategia activa de diversificación exportadora. Para mantener en 2030 el nivel de concentración de 2024, las exportaciones de bienes diferenciados deberían crecer 20% anual. Aunque difícilmente ese escenario se materialice, el crecimiento del 7% registrado en el primer semestre del año representa una trayectoria posible y deseable.
Según el equipo del DESIP, “la única forma de consolidar un patrón de crecimiento robusto es ampliar la base exportadora con bienes y servicios de alto valor agregado, menos expuestos a shocks externos y con mayor potencial de aprendizaje tecnológico”. Para ello, se requiere fortalecer las capacidades industriales, impulsar el desarrollo de cadenas de valor regionales, mejorar la inserción internacional y sostener un marco macroeconómico estable.
EL informe completo puede descargarse desde https://iiep.economicas.uba.ar/desip/












