El derrame de BP cambia los ejes del negocio petrolero

Como resultado del derrame, tras hundirse la Deepwater Horizon, el sector hidrocarburos afronta profundas mutaciones de proyección mundial. No sólo en lo financiero, sino en lo ecológico: siguen muriendo peces a quince metros bajo la superficie.

7 octubre, 2010

<p>Hasta ahora, los efectos del desastre en el negocio de hidrocarburos sol&iacute;an descuidarse. Tanto en Estados Unidos cuanto en el resto del planeta, la industria sufrir&aacute; alteraciones profundas. Distintos ser&aacute;n los tipos de empresa que sobrevivan o fracasen, mientras las formas de operar vayan cambiando con el transcurso del tiempo. <br />
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Para entender, es preciso centrarse en aspectos espec&iacute;ficos del negocio que sean perjudicados por el desastre. Sin duda, los riesgos siempre han sido inherentes a los sistemas, extraordinariamente complejos, para explorar y explotar petr&oacute;leo. Sea en tierra, sea bajo el mar. Para peor, las tendencias sectoriales elevan esos factores, en particular los pol&iacute;ticos. A la saz&oacute;n, los yacimientos m&aacute;s accesibles y rendidores, incluyendo los de Levante y Rusia, son propiedad casi excluyente de compa&ntilde;&iacute;as petroleras nacionales (CPN). L&iacute;deres privados (CPP) como ExxonMobil, British Petroleum o Royal Dutch/Shell tienen cada vez menor acceso a reservas de primer nivel.<br />
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La necesidad de mejorar posiciones negociadoras lleva a estas CPP mayores a tomar riesgos crecientes, operando en &aacute;reas remotas, dif&iacute;ciles o inestables, tipo &Aacute;frica subsahariana, el &Aacute;rtico o altamar. Los ingresos de las CPP, pues, tienden a deteriorarse o exponerse a accidentes, como en el caso de BP. En t&eacute;rminos simples, las multinacionales deber&aacute;n subir apuestas o poner en juego tecnolog&iacute;as m&aacute;s radicales para detectar y aprovechar reservas. Perforan a 1.500 metros de profundidad o en aguas glaciales exige niveles de inversi&oacute;n equivalentes a los de la exploraci&oacute;n espacial. <br />
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Hasta la crisis sist&eacute;mica de 2006/09, las grandes petroleras gestionaban de dos maneras los riesgos en el entorno. Por una parte, realizaban una serie de ensayos para restringir pr&aacute;cticas peligrosas: la seguridad de personas e instalaciones era prioridad (salvo en el caso de BP). Por la otra, en las pr&aacute;cticas cotidianas, esas mismas firmas adoptaban actitudes &ldquo;mitigadoras&rdquo; y permit&iacute;an a los contratistas directos o a los managers resolver situaciones sobre la marcha.<br />
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Esto ya no ser&aacute; posible, pues el derrame causado por la Deepwater Horizon ha agudizado preocupaciones por la seguridad y la calidad del entorno. Por ende, en adelante el acceso a reservas mundiales &ndash;para todas las compa&ntilde;&iacute;as, estatales o privadas- quedar&aacute; constre&ntilde;ido por mayores regulaciones. As&iacute;, en aguas profundas, a las petroleras se les exigir&aacute;n m&aacute;s garant&iacute;as en materia de seguridad y ambiente como requisitos para obtener o prorrogar licencias<br />
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En Occidente, las sanciones regulatorias por faltas, transgresiones o delitos ya se aplican con m&aacute;s rigor. Desde que, en 1988, la plataforma Piper Alpha explot&oacute; en el mar del Norte, dejando 167 muertos, Gran Breta&ntilde;a instituy&oacute; uno de los reg&iacute;menes m&aacute;s duros en cuanto a seguridad en hidrocarburos. Una iniciativa de Estados Unidos, reestructurar el servicio federal de miner&iacute;a (FMS) para intensificar la supervisi&oacute;n en los sectores petr&oacute;leo y gas natural, puede ser emulada en muchos pa&iacute;ses. Ello involucra Asia (occidental, meridional, oriental), Latinoam&eacute;rica y partes de &Aacute;frica donde las regulaciones son espor&aacute;dicas o negligentes.</p>
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