Por Carina Martínez
Durante más de 200 años, el mundo de los negocios tuvo como cuasi único objetivo la rentabilidad económica. Bajo una concepción lineal de los procesos, el crecimiento ilimitado y la utópica presunción de que los recursos eran inagotables, el capital se impuso a la naturaleza –y, en muchos casos, a las personas y sociedades–, en un continuum del clásico “business as usual” que, con matices, se fue reproduciendo a lo largo de los años y los países.
En las últimas décadas, este modelo se puso en cuestión y, sea por convicción o por presión, las compañías comenzaron a abrazar el concepto de Responsabilidad Social Empresaria, que contempla el compliance, el aporte a la sociedad y la contribución a la mejora de las condiciones de sus equipos de trabajo, las comunidades y el entorno.
De la filantropía a programas y planes estructurados de RSE (posteriormente, medibles mediante indicadores internacionales y reportados en informes), el cambio fue dándose de manera paulatina.
Con el paso del tiempo, este paradigma fue quedando estrecho. El impacto de los negocios sobre la naturaleza fue volviéndose cada vez más claro, a la vez que las personas –y las organizaciones internacionales, los inversores, los Gobiernos– comenzaron a demandar a las compañías una gestión no solo más responsable con el ambiente sino más comprometida con el desarrollo de las personas y los grandes desafíos de las sociedades.
De la RSE a la sustentabilidad
El concepto de sustentabilidad o gestión sustentable de los negocios comenzó a abrirse paso en los últimos años, a la vez que se fue profundizando y complejizando rápidamente. En un mundo hiperconectado y comunicado, redes sociales mediantes, la reputación se volvió un intangible valiosísimo y no siempre fácil de manejar. Triple impacto (económico, social y ambiental), impacto positivo, diversidad e inclusión, transparencia, coherencia entre el decir y el hacer, toma de posición, contribución al desarrollo de las personas y a la mejora de las sociedades y el medio ambiente; la “licencia para operar” se volvió estrategia de negocios y hoy, en particular en las grandes compañías, la gestión sustentable no es una opción.
La velocidad de los cambios producidos al interior de las organizaciones, acelerados además por la pandemia y sus consecuencias, revolucionaron la gestión y las estrategias. A las necesarias transformaciones culturales y de liderazgo, que contemplen los requerimientos de las nuevas generaciones y modelos de trabajo, se suma un sinfín de metas, planes y acciones que permitan minimizar el impacto sobre el medio ambiente, atraer talento, sumar valor a la sociedad y ofrecer productos y servicios adaptados a estos nuevos paradigmas. Los desafíos no son pocos, claro. Pero tampoco lo son las oportunidades que se abren para quienes apuesten, cuanto antes, a transitar este camino sin retorno.
De la neutralidad a la regeneración
Si bien en términos generales podemos decir que en la Argentina las compañías aún tienen un largo camino por recorrer en términos de sustentabilidad, nuevos conceptos aún más profundos se barajan en los países con más recorrido en la materia.
Ya en 2006, el consultor y especialista en sustentabilidad Bill Reed menciona en un artículo los lineamientos de lo que se llamaría luego cultura o economía regenerativa. Este concepto, que retoma varios años después otro especialista en sustentabilidad, Daniel Wahl, en su libro Diseñando culturas regenerativas, abraza la idea de que ya no basta con minimizar el impacto negativo de las operaciones (o lograr la neutralidad), sino que es necesario trabajar para mejorar y restituir los ecosistemas dañados.
Se trata de un paradigma totalmente nuevo, que implica concebir a las organizaciones no de manera aislada, sino en el marco de un ecosistema, colaborativo y en red –que se asemeja al de la naturaleza–, a fin de lograr un mundo más sostenible, saludable, próspero y equitativo. Entre otros factores, este modelo exige evitar la utilización de recursos que no puedan recuperarse, impulsa a trabajar en sistemas productivos resilientes y fomenta la circularidad, por sobre la linealidad.
La gestión del talento también está contemplada en esta visión. En este sentido, el gurú del management Gary Hamel concibe como característica de una organización regenerativa aquella que hace uso de la innovación y la creatividad de las personas que componen los equipos de trabajo, en un sistema que pone en valor el aporte de cada persona, independientemente de su jerarquía.
Alianzas necesarias
Así las cosas, en el marco de la Cumbre de Acción Climática de las Naciones Unidas (2019) se dio a conocer la creación de One Planet Business for Biodiversity (OP2B), una alianza corporativa, internacional e intersectorial, que busca proteger y restaurar la biodiversidad en sus cadenas de abastecimiento y su porfolio de productos. La misma se llevó adelante bajo la coordinación del WBCSD (Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible) y reúne a 19 empresas: Balbo Group, Barry Callebaut, DSM, Firmenich, Google, Jacobs Douwe Egberts, Kellogg Company, Kering, Livelihoods Funds, L’Oreal, Loblaw Companies Ld, Marte, Migros Ticaret, McCain Foods, Nestlé, Symrise, Unilever, Yara y Danone.
Por su parte, en 2021, con la regeneración como bandera y bajo el efecto masivo de la pandemia, la ONU y FAO dieron por inaugurado “El Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas”, que busca “prevenir, detener y revertir la degradación de los ecosistemas en todos los continentes y océanos” y así, “ayudar a erradicar la pobreza, combatir el cambio climático y prevenir una extinción masiva” (sic).
El largo camino
En la Argentina, las estrategias regenerativas aún están en estado incipiente y se concentran en sectores particulares, como algunas compañías vinculadas a la agricultura y ciertas prácticas de las empresas alimentarias, que se enfrentan al reto inmenso de producir alimentos para una población creciente, mediante un modelo que contemple la regeneración de los ecosistemas, la disminución de la emisión de gases de efecto invernadero y una oferta más saludable para la población.
El uso intensivo de la energía es otro gran desafío de las compañías y son destacables los avances hacia perfiles energéticos con base en recursos renovables.
Las finanzas, por su parte, tienen la responsabilidad de potenciar e impulsar iniciativas que permitan mejorar los ecosistemas y las sociedades. Cada cual desde su rol, este reto global requiere de un trabajo conjunto, sinérgico, entre múltiples actores sociales del mundo corporativo, organizaciones sociales, organismos públicos, academia y demás, y un cambio de mentalidad que privilegie la colaboración por sobre la competencia.
La creatividad, la innovación y la mirada de largo plazo se vuelven más estratégicas que nunca, mientras que los liderazgos asumen un rol que los interpela a cada paso. Tema apasionante y comprometido como pocos, en las páginas que siguen, Mercado, en alianza con EY, ofrece un extenso panorama sobre los avances de las compañías en esta materia y, también, sus pendientes.
Las notas y entrevistas fueron realizadas por Carina Martínez
Lo que aquí sigue son algunas visiones de protagonistas de este sector.
Para acceder aquí:
https://mercado.com.ar/wp/wp-content/uploads/2022/08/2022_-sustentatilidad.pdf
y continúa en https://mercado.com.ar/wp/wp-content/uploads/2022/08/sustentabilidad.pdf