Decisiones políticas basadas en evidencia

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El nuevo escenario en el que estamos ha dado lugar a una integración mayor de la ciencia con la sociedad, y en algunos casos hasta con las políticas que los gobiernos de todo el mundo han adoptado

Lo que abre una oportunidad para fortalecer el rol de la ciencia.

 

Por Fernando D. Stefani (*)

 

La pandemia de COVID-19 ha elevado el nivel de atención de la opinión pública hacia la actividad científico-tecnológica, y como en otros ámbitos, nos ha forzado a cambios y reflexiones que ofrecen interesantes oportunidades a futuro. Veamos tres ejemplos.

Los sistemas de financiación de investigaciones de todo el mundo han acelerado sus procesos de evaluación y decisión para proyectos relacionados con COVID-19, pasando de entre 6 y 9 meses (en Argentina 9 a 18 meses) a plazos de entre 48 horas a unas pocas semanas.

¿Podremos tomar esta enseñanza y pasar a evaluar el mérito de proyectos de investigación en cuestión de horas o semanas en condiciones normales? Uno puede pensar que acelerar estos procesos tiene aparejado un mayor riesgo o una menor calidad, pero la rápida acción de los sistemas de financiación puede producir cambios muy positivos.

Frecuentemente, y sobre todo en proyectos de vanguardia, los largos tiempos de respuesta hacen que el proyecto en cuestión haya perdido relevancia al momento de comenzar. En consecuencia, se termina realizando una investigación diferente con la financiación otorgada, lo cual impide evaluar el cumplimiento de las propuestas con políticas de trazabilidad y responsabilidad.

La decisión de financiación acelerada resuelve este problema y tiene otra importante ventaja. Cuando las propuestas se hacen para comenzar de inmediato, el equipo de investigación está reunido y listo para empezar.

La rápida acción capta la energía y el entusiasmo de los investigadores, aumentando la probabilidad de obtener resultados innovadores y creativos.

Otro efecto de la pandemia es que se ha reflotado con fuerza la idea de que todo el conocimiento científico debería ser de acceso abierto.

La comunidad editorial ha sido elogiada por proporcionar acceso libre y gratuito a publicaciones científicas relacionadas con COVID-19, que normalmente son de acceso pago. Sin embargo, existe otro inconveniente. Tradicionalmente, los resultados científicos solo son publicados luego de un proceso de revisión por pares que puede demorar meses o años.

La urgencia ha hecho que investigadores, empresarios y políticos hayan recurrido a manuscritos auto-publicados (preprints) para identificar nuevos datos importantes en tiempo real. Si bien la publicación con revisión por pares ofrece una clara ventaja hacia la calidad, no es infalible.

 

Experimentos

 

Una encuesta realizada por la revista Nature en 2016 reveló que más del 50% de los investigadores encuentran problemas para reproducir experimentos publicados. Todo esto expone que el sistema para compartir avances científicos se está volviendo obsoleto: es lento, su capacidad de controlar la calidad es limitada, y además es altamente costoso (por este motivo Alemania, Suecia, Hungría, Noruega y la Universidad de California cancelaron sus suscripciones con Elsevier, uno de los gigantes editoriales del mundo científico).

Por suerte la solución está disponible. Es fácil imaginar un repositorio universal de resultados científicos, mantenido multilateralmente por los gobiernos, donde cada investigador o grupo de investigación pueda publicar sus resultados apenas los considere de utilidad, sometiéndolos (junto a su propia reputación) a la evaluación abierta por parte de toda la comunidad científica.

Las publicaciones podrían comentarse, actualizarse, ampliarse y eventualmente rectificarse de modo dinámico. Servidores como Arxiv, Biorxiv, Chemrxiv, o Medrxiv ya vienen cumpliendo este propósito y podrían ser semillas para este cambio de paradigma.

Por último, COVID-19 ha dado lugar a una integración mayor de la ciencia con la sociedad, y en algunos casos hasta con las políticas que los gobiernos de todo el mundo han adoptado para hacer frente a la propagación del virus. Esto abre una oportunidad para fortalecer el rol de la ciencia en la toma de decisiones políticas basadas en evidencia, y revertir la tendencia de que “todas las opiniones valen por igual”.

En Argentina, esto tiene un carácter de orden aún superior. Si queremos poner a nuestra nación en un sendero de desarrollo, debemos abrazar el concepto de una ciencia vigorosa y de excelencia, y de desarrollos tecnológicos propios como las llaves para el crecimiento económico sustentable y el bienestar.

Debemos abandonar la conceptualización de la ciencia como un bien meramente cultural y la idea de que la tecnología es algo que se adquiere en el exterior cuando uno lo necesita.

Las tecnologías claves para la competitividad no pueden comprarse cuando uno quiere. COVID-19 nos lo muestra en la cara, nos encontramos con el país parcialmente en pausa, a la espera de conseguir una vacuna de proveedores extranjeros.

(*) Profesor del Departamento de Física, Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, UBA.

 

(Publicado originalmente en la edición impresa de Mercado dedicada al 51 aniversario de la publicación)

 

 

 

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