Otra encuesta realizada entre dueños de smartphones, dio 51% contra Apple frente a 38% a su favor.
El hecho terrorista que dio origen a la disputa ocurrió el 2 de diciembre de 2015 cuando durante la fiesta de fin de año de los empleados del Departamento de Salud del condado de San Bernardino, California, dos personas balearon a la concurrencia dejando un saldo de 14 muertos y 22 heridos. Entre los asistentes estaba Syed Rizwan Farook, quien trabajaba para esa institución como inspector ambiental. Él y su mujer, Tashfeen Malik, fueron identificados como los protagonistas del ataque. Huyeron en auto, fueron perseguidos por la policía y murieron poco después en un enfrentamiento a tiros.
Aquí es donde comienza la puja entre Apple y el FBI sobre el acceso al iPhone usado por Farook. Una puja que a poco de comenzar dejó de ser un caso particular para convertirse en un debate que trasciende fronteras para definir los límites de los derechos del Estado y los límites de los derechos individuales.
El FBI solicito al CEO de Apple, mediante una orden judicial, que le permita el acceso al teléfono que fue usado por uno de los asesinos en la masacre de San Bernardino. Tim Cook contestó en televisión diciendo al FBI que no los pueden obligar a hackear un iPhone.
En primer lugar, dijo Cook, la ley que invoca el FBI para obligarla a obedecer, The All Writs Act, es una ley firmada por George Washington en 1789. Concede a los tribunales los poderes necesarios y apropiados para ejercitar su jurisdicción, siempre que esto sea acorde con los usos y principios de la ley. Cook cita la primera y quinta enmiendas a la Constitución para explicar que éste no es un caso para que lo decida un juez porque sentaría un precedente alarmante. “No se trata de hackear un teléfono”, explicó el abogado de Apple, “se trata de que el Departamento de Justicia y el FBI buscan, a través de la corte, conseguir un poder peligroso que el Congreso y el pueblo de Estados Unidos no le han concedido: la posibilidad de obligar a empresas como Apple a debilitar la base de seguridad y el interés de privacidad de cientos de millones de individuos en todo el globo”.
La indignación de Tim Cook era enorme. En su “Mensaje a nuestros clientes” declara que esta es una “acción sin precedentes”, una “amenaza a la seguridad de nuestros clientes”, quienes supone esperan de la compañía y de otras tecnológicas que hagan todo lo posible por proteger su información personal.
Uno de los argumentos que usa Comey, el jefe del FBI, es que los poderosos protocolos de codificación que están usando las firmas tecnológicas está generando una “zona oscura” ideal para ser aprovechada por terroristas y criminales. Respuesta de Apple: es cierto que las medidas introducidas por Apple y otras tecnológicas desde el episodio de Snowden facilitan esconder información. Pero las autoridades siguen teniendo la capacidad para recolectar una enorme capacidad de información en muchos espacios protegidos.
Es un caso que ha dividido a la opinión pública del país. Unos creen que Apple debe ayudar a los investigadores a entrar al teléfono del malhechor y otros coinciden con Tim Cook, CEO de Apple, en que hacerlo crearía un peligroso precedente que pondría en peligro la seguridad de sus clientes.
Ya se habla de la pelea de Apple con el FBI como un punto de inflexión para el tema privacidad. Y lo es, aunque ambas partes hagan lo posible por oscurecer su retórica. El FBI quería que Apple le ayude a irrumpir en uno de los teléfonos usados por un terrorista. No era la primera vez. Apple ya había colaborado muchas veces con el gobierno en el pasado. Pero los teléfonos de modelos anteriores tenían un sistema operativo menos seguro; lo que hace distinto este caso es que Apple perfeccionó el sistema de seguridad a tal punto que ni la compañía lo puede violar.
La duda que el gobierno quiere diseminar entre la opinión pública es válida: ¿Por qué antes accedió y ahora se niega? ¿Por qué antes estaba bien y ahora está mal? ¿Por qué decide trazar una línea en la arena aquí y no en otra parte? Y en esto exhibe un argumento contundente. Algunos de los argumentos legales que esgrime Apple no suenan muy sinceros porque en realidad lo que está diciendo es que estaba bien traicionar la privacidad de sus clientes cuando usaba una técnica que le parecía tolerable. Ahora ya no está bien porque la técnica es otra que le parece abusiva.
Por otro lado, la posición del gobierno tampoco suena del todo sincera. Implica que todo es un continuo y que no hay cuestiones de principio. Pero en realidad, todo lo que ahora se considera “cuestión de principio” – desde prohibir el uso de información confidencial hasta el “no matarás” de los 10 mandamientos – alguna vez fue una línea trazada en la arena y solo con el paso del tiempo se convirtió en una barrera insalvable. Los principios no cobran vida hasta que alguien dice “basta”.
Finalmente ganó el gobierno. Luego de meses de tira y afloje, el FBI encontró una forma de entrar al famoso iPhone… sin Apple. Pudo acceder con ayuda de un tercero que proporcionó un sistema para abrir el celular del terrorista. No se sabe todavía quién es, ni cómo lo hizo, aunque se cree que próximamente el FBI va a revelar el nombre de la compañía a la Casa Blanca. Pero el FBI reivindicó su derecho a acceder a información en nombre de la seguridad nacional y la seguridad del pueblo.