En noviembre de 2025, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) de Chile registró una variación mensual de 0,3%, con lo que la inflación acumulada en el año llegó a 3,7% y la interanual se ubicó en 3,4%, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas (INE). El dato repite la tasa de octubre y consolida un proceso de desinflación que, sin haber concluido, muestra señales de normalización tras los episodios de mayor presión inflacionaria de 2022 y 2023.
El movimiento del mes estuvo explicado, principalmente, por alzas en transporte, vestuario y calzado, compensadas parcialmente por bajas en bebidas alcohólicas y tabaco. La variación luce acotada y alineada con las expectativas del mercado, lo que refuerza el diagnóstico de un escenario inflacionario bajo control, aunque todavía no plenamente convergente con la meta de 3% anual del Banco Central de Chile (BCCh).
De un cierre en 4,5% a una inflación de 3,4%
La foto de noviembre debe leerse en perspectiva. Chile cerró 2024 con una inflación de 4,5% anual, luego de un diciembre con caída mensual de 0,2% que no alcanzó para llevar el índice al rango de tolerancia de 2%–4% definido por el BCCh. Durante buena parte de 2024, la inflación a 12 meses se mantuvo por encima de 4%, con un registro de 4,2% a noviembre de ese año.
El arranque de 2025 no fue sencillo. En febrero, el IPC subió 0,4% y la inflación interanual escaló a 4,7%, todavía por encima del rango del banco central. En marzo, el índice avanzó 0,5% mensual y la inflación anual alcanzó 4,9%, el máximo del año, impulsado por aumentos en alimentos, bebidas no alcohólicas y educación. Ese pico reflejó todavía la inercia de los ajustes de precios relativos y los rezagos de tarifas reguladas.
Desde entonces, la trayectoria cambió de signo. A partir del segundo trimestre, los registros mensuales se moderaron y la inflación anual comenzó a retroceder: en mayo, la variación interanual ya se situaba en 4,4%, aún por encima del techo del rango, pero en camino descendente. El movimiento fue consistente con una economía que desaceleró su demanda interna, un tipo de cambio más estable y la continuidad de la política monetaria contractiva, con una tasa de referencia que el BCCh ajustó de forma gradual.
El giro del segundo semestre: del 4,5% al 3,4%
El segundo semestre de 2025 marca el tramo más claro del proceso de desinflación. La inflación anual descendió desde niveles cercanos a 4,5% hacia la zona de 3,4% registrada en octubre y noviembre. El dato de noviembre confirma que el país logró “anclar” el índice de precios dentro del rango de tolerancia (2%–4%) y acercarse al centro de la banda, aunque todavía sin alcanzar el 3% proyectado por el BCCh para comienzos de 2026.
En este período, los factores que presionaron al alza la inflación —como la corrección de tarifas eléctricas y algunos alimentos— perdieron intensidad, al tiempo que la menor expansión del gasto de los hogares y de las empresas contribuyó a moderar la dinámica de los precios. La política monetaria, por su parte, se mantuvo prudente: el banco central avanzó en recortes graduales de la tasa de interés solo cuando las proyecciones confirmaron que la inflación tendería a 3% en el horizonte de dos años.
Un equilibrio todavía frágil
Aunque el dato de 3,4% interanual de noviembre representa una mejora sustantiva respecto de los valores de principios de 2025, el proceso de desinflación no está finalizado. Las proyecciones oficiales del BCCh siguen contemplando riesgos al alza vinculados a la evolución del dólar, a eventuales shocks de precios de la energía y a la velocidad de recuperación de la demanda interna.
En este contexto, el escenario más probable para 2026 es el de una inflación que converge gradualmente al 3% anual, siempre que la combinación de política monetaria y fiscal mantenga un sesgo prudente y que el entorno internacional no introduzca nuevas tensiones sobre el tipo de cambio o los precios de las materias primas. La experiencia reciente sugiere que el margen de error es acotado: el repunte a 4,9% anual de marzo mostró cuán rápido pueden reactivarse las presiones inflacionarias cuando se alinean varios shocks de oferta y demanda.
Para Chile, el principal activo del momento es la credibilidad de su marco de política económica: un banco central independiente, un objetivo de inflación claro y un sistema estadístico que ofrece información oportuna. Esa combinación explica, en buena medida, que la inflación de noviembre pueda describirse como “bajo control”, aunque aún con un camino pendiente hasta la plena normalización.












