¿Y qué es eso de la economía “gig”?

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Hay términos que se ponen de moda de forma tan súbita, que el común de la gente tarda en entenderlo. Sobre todo si la palabrita es inglesa. Es la economía del trabajo temporario.

Este es uno de esos casos. En forma sencilla: es un entorno en que lo común son los trabajos temporarios y las empresas contratan trabajadores independientes para trabajos de corto plazo.

 

El proceso ha comenzado y avanza raudo. Un estudio realizado por Intuit pronostica que para 2020, 40% de la fuerza laboral estadounidense serán contratistas independientes. ¿Qué tendencias alimentan este proceso? En la era digital, la fuerza laboral es cada vez más móvil y puede realizar su trabajo desde cualquier parte. El empleo con lugar fijo en un sitio físico, deja paso a otras prácticas igualmente eficientes.

Esto de la gig economy (que podría traducirse por “changas” o “economía de los pequeños encargos”), define esa situación laboral en la que se contrata a alguien para trabajos esporádicos en los que el trabajador aporta todo lo necesario para la actividad.

El modelo de negocios de Uber es un buen ejemplo: es una compañía que opera en el sector del transporte de viajeros pero no pone absolutamente nada: no posee automóviles, no contrata conductores, tampoco busca los clientes. Es una aplicación que pone en contacto a unos y otros, y que provee servicios puntuales de profesionales no cualificados y no sometidos –en principio- a ninguna regulación.

Operar como Uber supone una enorme ventaja para las empresas, porque deben soportar poquísimos gastos fijos, pero también por otros dos elementos añadidos, fundamentales para entender cómo funcionan los nuevos modelos de negocios surgidos de la tecnología. Es prioritario para SiliconValley emprender iniciativas que pueden asegurarse una posición dominante, cuando no monopolística, y que además puedan crecer territorialmente de un modo rápido.

Las últimas novedades tecnológicas no provienen de un invento que haya alterado radicalmente nada, de un descubrimiento como Internet o de nuevas creaciones que modifiquen de modo sustancial lo que estábamos haciendo, sino que están priorizando el desarrollo de modelos que deriven hacia manos tecnológicas y concentradas actividades que ya se estaban realizando. Amazon o Spotify son buenos ejemplos, y probablemente el punto de partida de muchas de estas nuevas ideas, como Etsy, Elance, Airbnb, Love Home Swap o Task Rabbitt.

Quienes abogan por la ´gig economy´ argumentan que permite que la gente trabaje cuando quiera – lo que no está tan claro- y que sean los contratados los que marquen los ritmos

¿Y cuál es el nuevo modelo? Uno en el que quienes realizan los servicios aportan todo (su conocimiento, sus instrumentos, sus vehículos, su mano de obra) pero quienes de verdad ganan dinero son los que están en medio. Quienes abogan por la gig economy argumentan que permite que se trabaje cuando se quiera, disponer de tiempo y organizar la vida personal según se desee. Los detractores subrayan que es justo eso lo que no se consigue con este tipo de retribución por servicio prestado: quienes los realizan corren con todos los gastos derivados de la actividad y son pagados con una cantidad menor, ya que se resta la comisión.

La digitalización de las actividades ha incidido de modo directo en la reducción de empleos fijos, ya que el software reemplaza diversos tipos de trabajo. La necesidad de reducir costos que parecen tener las empresas en todo el mundo, estimula ese proceso de reducción de las plantillas laborales fijas.

Está por verse cómo evoluciona. Lo cierto es que la gente –joven y no tan joven- tiende a cambiar de empleo muchas veces a lo largo de la vida laboral, un fenómeno antes desconocido. La gig economy puede ser la manifestación avanzada de esta tendencia.

 

 

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