Tesla cerró su segundo trimestre fiscal de 2025 con un balance preocupante. Los ingresos totales alcanzaron los USD 22.496 millones, lo que representa una baja interanual del 12%. El retroceso fue más profundo en su negocio principal: los ingresos por ventas automotrices cayeron un 16%, hasta los USD 16.661 millones. El golpe no fue sólo cuantitativo: la utilidad neta cayó a USD 1.172 millones (–16% i.a.), con un beneficio por acción ajustado de USD 0,40, por debajo del consenso de Wall Street.
El deterioro en la performance refleja una conjunción de factores: menor volumen de entregas (384.122 unidades, –13% i.a.), baja del precio promedio de venta (ASP), y una fuerte contracción en los ingresos por créditos regulatorios, que pasaron de USD 890 millones en el mismo período de 2024 a USD 439 millones.
El impacto más dramático se observó en el flujo de caja libre, que se desplomó un 89% y quedó en apenas USD 146 millones. El margen operativo cayó al 4,1%, frente al 6,3% de un año atrás, mientras que el margen bruto total retrocedió del 18% al 17,2%.
Factores de presión: entre lo político y lo económico
La compañía enfrenta crecientes dificultades tanto en lo operativo como en lo reputacional. Por un lado, la expiración del crédito fiscal federal de USD 7.500 para vehículos eléctricos (vigente hasta septiembre), los nuevos aranceles y las limitaciones logísticas en EE.UU. están encareciendo costos y podrían complicar entregas en el tercer trimestre.
Por otro lado, la creciente exposición política de Elon Musk —cuestionado en segmentos clave del electorado estadounidense y europeo— ha comenzado a erosionar la percepción de marca. En algunos mercados, Tesla ya no representa vanguardia tecnológica sino polarización ideológica.
Iniciativas de diversificación: Robotaxi, IA y energía
Pese a este contexto, Tesla mantiene su hoja de ruta estratégica centrada en la diversificación y la tecnología. En junio lanzó su servicio piloto de Robotaxi en Austin, Texas, aún con operación limitada y supervisión humana. También inició la producción de un nuevo modelo más económico, con el objetivo de escalarlo en el segundo semestre.
Otro vector clave es el robot humanoide Optimus, aún en fase temprana y con un historial de promesas postergadas. La compañía sigue invirtiendo en su ecosistema de inteligencia artificial, autonomía y robótica, aunque sin plazos definidos para monetizar estos desarrollos.
En contraste con el segmento automotor, el área de energía y servicios mostró mayor solidez. Los ingresos por soluciones energéticas alcanzaron los USD 2.789 millones, mientras que el negocio de servicios creció 17% interanual, apalancado por la expansión de su red de carga rápida: se sumaron más de 2.900 nuevos puestos de carga, llevando el total global a 7.377 estaciones.
¿Valor exigente o burbuja narrativa?
A pesar de la desaceleración, Tesla conserva una posición de liquidez robusta: dispone de USD 36.800 millones entre caja e inversiones. Sin embargo, los múltiplos de valuación siguen siendo exigentes: cotiza a un price-to-earnings (P/E) de 154 veces y un ratio precio/flujo de caja libre (P/FCF) superior a 191x. En otras palabras, el mercado todavía apuesta a un futuro que no encuentra respaldo en los resultados actuales.
El propio Elon Musk y su CFO, Vaibhav Taneja, reconocieron que el entorno macroeconómico y regulatorio podría traducirse en “algunos trimestres difíciles”. La clave será si la empresa logra acelerar su reconversión tecnológica sin perder tracción en su negocio base, hoy en evidente retroceso.
Tesla transita un momento bisagra. La promesa sigue viva, pero el presente empieza a pesar.












