Hubo una primera camada de start-ups de energía limpia que no logró alcanzar escala mundial después de la crisis financiera. Los capitalistas de riesgo perdieron casi la mitad de lo que habían invertido en el sector de tecnología limpia entre 2006 y 2011, según informa PwC. Eso hizo que desviaran sus inversiones hacia los desarrolladores de apps, software e inteligencia artificial que podían crecer rápidamente sin demasiado capital.
Pero el éxito de China en escalar la energía solar, la reducción en el costo de la energía eólica y las baterías para autos eléctricos han sentado las bases para una nueva ola de inversiones en start-ups de tecnología limpia que llaman “Clean Tech 2.0”.
Los inversores se apresuran a poner dinero detrás de productores de energía renovable o de compañías que combaten el cambio climático. El proceso de desarrollar una tecnología en el laboratorio para convertirla en un producto masivo de bajo costo con posibilidad de reducir las emisiones globales es muy difícil y puede llevar años. Eso es algo que los inversores descubrieron en la década pasada. Pero los analistas dicen que esta vez es diferente porque los emprendedores se ocupan de muchos problemas a la vez y porque están respaldados por empresas con bolsillos profundos y que han prometido descarbonizar sus operaciones. Los mercados para esos productos también están sostenidos por las promesas de gobiernos como China y la Unión Europea de lograr emisiones cero de gases de invernadero para mediados del siglo.