No fue la primera medida en el campo energético. Antes, ExxonMobil había interrumpido los diez proyectos en marcha con la estatal Gazprom Neft, y Total congeló definitivamente su relación con Lukoil.
El proyecto de Shell, también con Gasprom, era para desarrollar un campo de shale oil y gas. El socio ruso advirtió que seguiría operando por su cuenta, aunque subsisten dudas sobre su capacidad para manejar la tecnología adecuada para este tipo de explotaciones.
Desde mediados de septiembre se está haciendo notar la ola de nuevas sanciones económicas contra los rusos en el campo energético. Muy especialmente afectan también a la posibilidad de intervenir en la producción de recursos en el Ártico.
En lo inmediato, la situación no es grave para el gobierno de Vladimir Putin. Los recursos petroleros convencionales aportan la mayor parte de las exportaciones y generan las divisas para afrontar el comercio internacional. Pero la intención del Kremlin era ir en la vanguardia de la ola, y contar para los próximos 10 años con los campos de shale oil & gas operando a pleno. Ahora, la demora puede ser importante, y tal vez decisiva.
Precisamente, para contar con la tecnología necesaria, el gobierno había dado ventajas impositivas a las multinacionales petroleras que se asociaran con sus empresas energéticas estatales. En ese contexto aterrizaron Exxon, Shell, BP, Total y Statoil de Noruega, todas las que han comenzado a retirarse ahora velozmente.
La cuenca de Bazhenov, el reservorio de este tipo de gas y petróleo, tiene reservas estimadas en 75 mil millones de barriles, entre las más grandes del mundo.