La clave de algo que inquieta a inversores y mercados se llama Ferdinand Piëch. Su familia posee 100% de Porsche –de hecho, el clan desciende de Ferdinand Porsche- y él mismo preside la junta supervisora de Volkswagen. Por supuesto, VW es una compañía mucho más grande que Porsche.
Ahora en manos de Wendelin Wiedeking, Porsche le permitió al directivo desempeñar un papel relevante en la ultima reunión de directores externos de VW, donde un “golpe de estado” liquidó al entonces presidente ejecutivo de VW, Berndt Pischetsrieder. Prosiguiendo con el copamiento planeado por Piëch, la semana pasada Porsche elevó de 21,2 a 27,4% su parte en VW.
Esta medida cayó mal en la bolsa de Fráncfort, donde Piëch no cuenta con simpatizantes. Sucede que, si la porción llega a 30%, las leyes alemanas obligarán a que Porsche haga una oferta para quedarse con el resto. En síntesis y pese a choques con accionistas, el creciente poder de Piëch demuestra que ciertas dinastías –como la familia Cray-Ford en Detroit- son difíciles de desplazar.
Condicionado por la “mentalidad Porsche”, desde hace siete años Piëch promueve la entrada de VW al segmento de precio alto. De ahí la marca de semilujo Audi y, días atrás, el despido de Pischetsrieder, a varios años de vencer su mandato. Es más: Wiedeking les torció el brazo a directores que apoyaban al depuesto.
Todo eso precisamente mientras el máximo tribunal de la Unión Europea analiza una demanda contra Alemania por la llamada “ley Volkswagen”. Según su texto, el derecho a voto de cualquier accionista no puede superar 20%, aunque tenga títulos por mayor proporción. En teoría, eso aseguraba la estabilidad de la empresa, uno de los principales empleadores del país. Como se ve, ya no surte efecto.
Claro que a los reguladores de la UE no los desvela proteger fuentes de trabajo, sino que esa ley traba el libre flujo de capitales y va contra los principios de un mercado único. “Pero tomar mano obra barata en nuevos socios de le UE parece estar bien”, replicaba hace poco un documento de la poderosa unión metalúrgica germana. Sea como fuere, Porsche apoyará la eventual derogación de esa ley.
El avance de Piëch se confirma al aprobar el directorio de VW la designación de Martin Winterjorn como sucesor de Pischtsrieder. Proveniente de Audi –no es el primero, pues de ahí salió Piëch-, es obvio que retocará (o descartará) el plan de restructuración lanzado por el CEO saliente, aplaudido por la junta supervisora y el propio mercado.
La clave de algo que inquieta a inversores y mercados se llama Ferdinand Piëch. Su familia posee 100% de Porsche –de hecho, el clan desciende de Ferdinand Porsche- y él mismo preside la junta supervisora de Volkswagen. Por supuesto, VW es una compañía mucho más grande que Porsche.
Ahora en manos de Wendelin Wiedeking, Porsche le permitió al directivo desempeñar un papel relevante en la ultima reunión de directores externos de VW, donde un “golpe de estado” liquidó al entonces presidente ejecutivo de VW, Berndt Pischetsrieder. Prosiguiendo con el copamiento planeado por Piëch, la semana pasada Porsche elevó de 21,2 a 27,4% su parte en VW.
Esta medida cayó mal en la bolsa de Fráncfort, donde Piëch no cuenta con simpatizantes. Sucede que, si la porción llega a 30%, las leyes alemanas obligarán a que Porsche haga una oferta para quedarse con el resto. En síntesis y pese a choques con accionistas, el creciente poder de Piëch demuestra que ciertas dinastías –como la familia Cray-Ford en Detroit- son difíciles de desplazar.
Condicionado por la “mentalidad Porsche”, desde hace siete años Piëch promueve la entrada de VW al segmento de precio alto. De ahí la marca de semilujo Audi y, días atrás, el despido de Pischetsrieder, a varios años de vencer su mandato. Es más: Wiedeking les torció el brazo a directores que apoyaban al depuesto.
Todo eso precisamente mientras el máximo tribunal de la Unión Europea analiza una demanda contra Alemania por la llamada “ley Volkswagen”. Según su texto, el derecho a voto de cualquier accionista no puede superar 20%, aunque tenga títulos por mayor proporción. En teoría, eso aseguraba la estabilidad de la empresa, uno de los principales empleadores del país. Como se ve, ya no surte efecto.
Claro que a los reguladores de la UE no los desvela proteger fuentes de trabajo, sino que esa ley traba el libre flujo de capitales y va contra los principios de un mercado único. “Pero tomar mano obra barata en nuevos socios de le UE parece estar bien”, replicaba hace poco un documento de la poderosa unión metalúrgica germana. Sea como fuere, Porsche apoyará la eventual derogación de esa ley.
El avance de Piëch se confirma al aprobar el directorio de VW la designación de Martin Winterjorn como sucesor de Pischtsrieder. Proveniente de Audi –no es el primero, pues de ahí salió Piëch-, es obvio que retocará (o descartará) el plan de restructuración lanzado por el CEO saliente, aplaudido por la junta supervisora y el propio mercado.