El año pasado concretaron unas 22.000 transacciones, por unos $200 millones, según estimaciones de la Asociación Argentina de Galerías de Arte (AAGA).
“Hacer dinero es arte”, decía el artífice del pop art, Andy Warhol, en los años 60, y medio siglo después se lo repetía el subdirector de Fiscalizaciones de AFIP, Horacio Curien, a su jefe Ricardo Echegaray. A partir de este verano, en consecuencia, vio la luz el Registro Fiscal de Operadores de Obras de Arte creado por la resolución 3.730 de la AFIP, que desde el primer plazo del 28 de febrero cuenta con apenas un puñado de voluntarios inscriptos, según reconocen las autoridades (La versión completa de esta nota está en la edición de abril en Mercado).
El funcionario asegura que, con el equipo de Alfredo Samperi, llevaban un año y medio escarbando el mercado interno del arte “en las 300 y pico galerías y remates de los fines de semana, sea camuflados entre el público o identificándonos. Verificamos los volúmenes operados e hicimos un estudio estructural del medio antes de proyectar la registración, al igual que se había puesto en monitoreo recientemente, como se hiciera con otros sectores, como el de la pesca, o el agro”.
Con este ya suman medio centenar los registros de información que lleva implementados AFIP para crear un nuevo y más extendido ambiente de control, que pone en práctica mecanismos de sanciones formales, intimaciones, identificación, manifestación económica, facturación electrónica online. Complementa al régimen de obligatoriedad de reportar a la Unidad de Información Financiera (UIF), dependiente del Ministerio de Justicia, operaciones que por el origen de los fondos sean consideradas sospechosas de lavado de dinero.
Conmoción sectorial
En la AFIP aún no salen del asombro porque la medida sobre el mercado del arte haya provocado más alboroto en la opinión pública que la simultánea obligatoriedad dictada para los rematadores de declarar antes y después inventarios y condiciones de los bienes en juego. Aplacada la primera reacción, los especialistas “bajaron un cambio”, como se dice en lenguaje coloquial: “Es que el momento en que salió la resolución no tuvo en cuenta la estacionalidad. El 24 de febrero es época de vacaciones y la confusión que generó despertó dudas que hicieron que se suspendieran cuatro subastas en el mes, justo cuando vienen escaseando las ventas”, reconocen.