Todos los días muere un modelo de negocios. Y cada día aparece uno nuevo. Negocios tradicionales, exitosos, convencionales, no ven venir el riesgo y de pronto, un recién llegado los desplaza, los supera, y hasta les extiende el certificado de defunción.
No es solamente la disrupción tecnológica (aunque tiene mucho que ver). A veces basta con interpretar lo que piensa el cliente, la experiencia que está esperando que le brinden. Pero eso no es todo. El escenario lo completan una tendencia irresistible a fusiones y concentraciones que hace que cada vez haya más gigantes en el mundo corporativo, y además el encumbramiento de las poderosas big tech, empresas que a lo mejor no existían hace diez años y hoy están al tope por su valor de capitalización.
La primera empresa en llegar a un valor de US$ 1 billón (millón de millones) ha sido Apple, hace unos pocos días. Pero cerca, listos para alcanzar esa marca están también Amazon y Google. Todas ellas (las llamadas big tech) tienen un valor superior al PBI de muchas naciones industrializadas. Las fintech amenazan al tradicional sistema bancario, Uber destroza el negocio de los taxis, y airbnb transforma la hotelería y el negocio del alojamiento o alquiler. Tradicionales negocios que cambian por la escala y el poder que exhiben, aunque a veces despierten instintos regulatorios.