La mayor automotriz del mundo “virtualmente ha abierto hostilidades”, señala la prensa italiana. “Lo que resta de la alianza iniciada en 2000 quizá quede en manos de los tribunales”. Todo sin que faltase un ingrediente de comedia estilo Carlo Goldoni: cuando ya se desmoronaba la estantería y para eludir al periodismo, los máximos jerarcas –Richard Wagoner, Sergio Marchionne- huyeron el martes a Baviera. Al día siguiente, el parte salía de Detroit, mientras Turín no abría la boca.
Por supuesto, el “Lingotto” no tuvo otro remedio que repetir lo comunicado por GM. Para entonces, la ruptura era invevitable: Fiat SpA insistía en que GM ejerciese la opción de compra por 80% del paquete de Fiat Auto. A un año de vencer, GM se negó a hacerlo. “La verdad es que, con el abrupto descenso de ventas que sufre la industria en Italia, FiatAuto ya no interesaba”, admitió en Nueva York un allegado a Wagoner.
Antes de llegar a ese punto, GM ofrecía € 200 millones para quedarse con FiatAuto. Pero el grupo exigía mil millones, sobrevaluando groseramente activos que, de todas maneras, se desespera por vender. El miércoles por la noche, pues, Wagoner demandó una mediación y dio plazo perentorio, un mes corrido, para que actuase.
Naturalmente, las bolsas se dieron vuelta. Ahora subían las acciones de GM y caían las de Fiat SpA. Máxime porque, como observaban analistas europeos y norteamericanos, apelar a mediación no refleja, necesariamente, buena voluntad entre las partes. Más bien, lo contrario. Pero existe un riesgo institucional: si el arbitraje fracasa, Marchionne deberá renunciar y, quizá, los supérstites del clan Agnelli deban abandonar las posiciones directivas o ejecutivas que retienen en la red mundial del grupo.
La mayor automotriz del mundo “virtualmente ha abierto hostilidades”, señala la prensa italiana. “Lo que resta de la alianza iniciada en 2000 quizá quede en manos de los tribunales”. Todo sin que faltase un ingrediente de comedia estilo Carlo Goldoni: cuando ya se desmoronaba la estantería y para eludir al periodismo, los máximos jerarcas –Richard Wagoner, Sergio Marchionne- huyeron el martes a Baviera. Al día siguiente, el parte salía de Detroit, mientras Turín no abría la boca.
Por supuesto, el “Lingotto” no tuvo otro remedio que repetir lo comunicado por GM. Para entonces, la ruptura era invevitable: Fiat SpA insistía en que GM ejerciese la opción de compra por 80% del paquete de Fiat Auto. A un año de vencer, GM se negó a hacerlo. “La verdad es que, con el abrupto descenso de ventas que sufre la industria en Italia, FiatAuto ya no interesaba”, admitió en Nueva York un allegado a Wagoner.
Antes de llegar a ese punto, GM ofrecía € 200 millones para quedarse con FiatAuto. Pero el grupo exigía mil millones, sobrevaluando groseramente activos que, de todas maneras, se desespera por vender. El miércoles por la noche, pues, Wagoner demandó una mediación y dio plazo perentorio, un mes corrido, para que actuase.
Naturalmente, las bolsas se dieron vuelta. Ahora subían las acciones de GM y caían las de Fiat SpA. Máxime porque, como observaban analistas europeos y norteamericanos, apelar a mediación no refleja, necesariamente, buena voluntad entre las partes. Más bien, lo contrario. Pero existe un riesgo institucional: si el arbitraje fracasa, Marchionne deberá renunciar y, quizá, los supérstites del clan Agnelli deban abandonar las posiciones directivas o ejecutivas que retienen en la red mundial del grupo.