Edward Snowden, el hombre que filtró documentos secretos de la inteligencia estadounidense, era parte de este complejo público-privado de espionaje, inicia diciendo Daniel Pardo en su investigación. Inició su carrera en inteligencia trabajando para el gobierno pero en 2009 pasó al sector privado, donde fue eventualmente contratado por una consultora privada llamada Booz Allen Hamilton (BAH) que opera como contratista de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas in inglés).
Pardo cita un informe de la revista estadounidense Businessweek, que dice que 99% de los ingresos de presta BAH, una empresa con 25.000 empleados que tuvo US$5.760 millones de ventas en 2012, provienen de contratos con el gobierno estadounidense.
Y no es la única. Compañías como General Dynamics, Lockheed Martin y Science Applications Internacional, entre muchas otras, son también importantes beneficiarios del gasto en inteligencia de EE.UU. La filtración de Snowden de documentos de la NSA en los que se detalla una polémica campaña de ciberespionaje por parte de EE.UU. revitaliza un viejo debate en ese país: el papel de estas empresas privadas en el campo de la seguridad.
Mientras unos las ven como una necesidad para que el sector de la seguridad funcione, otros creen que su poder es desmedido y que, al menos en parte, por eso fue que Snowden, como empleado de BAH, tuvo acceso a documentos de la NSA.
El análisis de la BBC se dedica a dilucidar cuál es la historia de estas empresas, cuál su lógica y cómo se mantienen a flote.
De dónde salieron
La mayoría de los ingresos de BAH vienen de contratos estatales. El estrecho vínculo del gobierno con BAH se remonta a la Segunda Guerra Mundial, cuando la Alemania nazi desarrolló una poderosa gama de submarinos y la consultora, contratada por la Armada, desarrolló un sistema de sensores capaz de detectar las comunicaciones de radio que entablaban los barcos alemanes. Con la ayuda de BAH, los aliados hundieron o destruyeron la mayor parte de la flota submarina alemana, recordó esta semana la revista Businessweek.
No obstante, fue tras los ataques del 11 de septiembre de 2001 que la inteligencia estadounidense aumentó de manera exponencial su uso de firmas privadas.
El entonces director del Comité de Inteligencia del Senado, Bob Graham, pidió “una relación simbiótica entre la comunidad de la inteligencia y el sector privado”. Y así ocurrió. Según una investigación de 2011 del diario The Washington Post, un total de 265.000 de los 854.000 empleados del gobierno con autorización pra acceder a información secreta trabajan en el sector privado. En esa investigación del Post se demuestra que, para ese momento, unas 2.000 empresas privadas eran contratadas por el departamento de Defensa.
Por qué existen
Para muchos, la existencia de estos contratistas privados es una necesidad porque no todas las tareas implican un empleado de tiempo completo y, en teoría, es más barato. Pero si bien hay una lógica en la contratación de estas compañías, algunos creen que su poder es excesivo.
Muchos hablan de un estilo de puerta giratoria que le ha permitido a compañías como BAH tener privilegios en la contratación del gobierno. Bussinessweek anota que aunque BAH tiene un perfil bajo y hace poco lobby, “su habilidad en mantener esos contratos está asegurada por la lista de pesos pesados de la inteligencia que trabajan allí”.
El actual director nacional de inteligencia, James Clapper, fue un alto ejecutivo de BAH; y el vicepresidente de la empresa, Mike McConnell, fue director de la NSA y asesor del presidente George W. Bush.
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Las empresas que ganan millones por el espionaje de EE.UU.
Daniel Pardo
BBC Mundo, Londres