Las grandes marcas farmacéuticas gastaron casi US$ 100,000 millones solamente en el mes de diciembre para hacerse dueñas de firmas de biotecnología que casi nadie conoce. Van en ese sector su tabla de salvación para superar un momento difícil.
GlaxoSmithKline anunció que compra Tesaro en US$ 5.100 millones.
Bristol-Myers Squibb anunció que comprará Celgene pagando por ella US$ 90.000 millones.
Eli Lilly anunció su intención de comprar Loxo Oncology por US$ 8.000 millones.
Este interés coincide con la caída de las acciones biotecnológicas. El índice global MSCI cayó 12% en términos de dólar en el último trimestre del año. Esa caída en la valuación las convirtió en un objetivo más a tractivo todavía para los grupos farmacéuticos.
Las fusiones permiten un intercambio con beneficios para ambos sectores: la propiedad intelectual de las biotecnológicas a cambio de la escala y el alcance de las farmacéuticas.
La gran mayoría de las drogas nuevas que han sido aprobadas en los últimos años por la Food and Drug Administration fueron desarrolladas por compañías de las ciencias de la vida y no por grupos farmacéuticos. Según Steve Elms, socio de Aisling Capital, CEO de Loxo y veterano inversor en las ciencias de la vida, toda la innovación en desarrollo y descubrimiento de drogas biofarmacéuticas se origina desde hace tiempo en la industria de biotecnología.
Según Elms, esta ferviente actividad se debe a un cierto clima que favorece las inversiones y que comenzó al final de la crisis financiera cuando la FED, el banco central norteamericano, decidió agregar liquidez al sistema. “Esa liquidez buscaba activos de alto riesgo y altos retornos y las compañías de BioPharma y BioTech terminaron siendo las beneficiarias. Por eso en los últimos cinco a seis años hubo gran crecimiento del balance en efectivo de las compañías biotecnológicas”.
Otro factor que influyó en el resurgimiento del sector fueron los grandes avances científicos, particularmente en oncología. Tratamientos personalizados que atacan tumores usando información genómica y genética sobre las mutaciones y las causas del cáncer.
No es que no haya innovación a nivel farmacéutico, pero las compañías de ciencias de la vida, por su propia naturaleza, pueden avanzar a mayor velocidad, tomar decisiones más rápido y presentar sus drogas para ser aprobadas también más rápido.
Una de las cosas que las farmacéuticas están comprando además de compuestos prometedores es “cultura”, Dice Edwin Moses, ex jefe de Ablynx, que fue comprada por Sanofi el año pasado. “Las grandes compañías farmacéuticas aprecian la cultura de innovación de las biotecnológicas que les permite animarse a correr riesgos en el desarrollo de productos”.
Otra de las fuerzas que impulsan esta ola de adquisiciones es la naturaleza tecnológica de descubrimiento de drogas. Las compañías farmacéuticas buscan apuntalar sus posiciones frente a los rivales comprando una tecnología clave.
Jack Scannell, analista del UBS, dice que el crecimiento en los tratamientos oncológicos por combinación, que implican dos compuestos diferentes, se presta a la colaboración entre farmacéuticas y biotecnológicas y que esto es lo que explica, hasta cierto punto, la corrida por fusiones y adquisiciones en oncología.
No todos los matrimonios entre ambos sectores avanzan suavemente. En los últimos días la farmacéutica norteamericana Abbvie interrumpió la fase III de las pruebas de Rova-T para el tratamiento del cáncer de pulmón. Abbvie compró Rova-T en 2016, cuando compró Stemcentrx en US$ 5.800 millones de anticipo.
Si esto sirve para considerarlo un fracaso (tal vez apresuradamente) muestra las dificultades que pueden sobrevenir cuando se compra una empresa por una droga que todavía no ha demostrado su valor en el mercado.
Según Steve Bates, director de la BioIndustry Association del Reino Unido, las compras y las fusiones continuarán porque Big Pharma ha decidido que la próxima generación de productos no nacerá dentro de sus propias catedrales der Investigación y Desarrollo. “Si la mayor parte de sus próximos productos va a provenir de compañías externas, entonces el descubrimiento y desarrollo de drogas va a venir cada vez más del ecosistema de la biotecnología. Y por eso van a tener que pagar.