En septiembre de 2016, y luego de dos ofertas fallidas, Monsanto aceptó la oferta de Bayer en US$ 66.000 millones. Era la compra empresarial más grande del año, una operación que prometía cambiar la cara de la agricultura. Como resultado del takeover se creó un enorme conglomerado que agrupó los productos farmacéuticos de Bayer con la experiencia de Monsanto en agricultura y semillas.
Un año después la Comisión Europea seguía analizando los problemas monopólicos de esa fusión. Hoy las consecuencias de aquella operación no son positivas para el grupo alemán de ciencias de la vida. Ha perdido la confianza de sus accionistas que le retiraron su voto en la asamblea anual general por primera vez en la historia de la compañía. Bayer está valuada en aproximadamente la misma cantidad que pagó para comprar Monsanto, US$ 63.000 millones.
¿Qué fue lo que ocurrió? Montanto, la productora de agroquímicos, tuvo que afrontar repetidas demandas por el glifosato que usa para sus pesticidas, del que se dice que es cancerígeno.
En agosto de 2018 perdió un caso por US$ 289 millones en el cual la parte demandante alegaba que los productos Roundup y Rangerpro habían conducido a la muerte a una persona residente en California. Los casos pendientes crecieron de 5.200 a 8.000. La consecuencia para Bayer fue que sus acciones cayeron 11% de su valor desde que perdió el caso en California.
Las dificultades que afronta la firma alemana como consecuenci de una fusión recuerdan otra fusión famosa y fallida en 1998: la de Daimler y Chrysler, que se deshizo nueva años después. En aquella, la fracaso se atribuyó al choque de culturas. En ésta, las deudas contraídas por las demandas de que los herbicidas Roundup y Ranger Pro puede producir cáncer.
Las fusiones suelen terminar en desilusión cuando los compradores pagan demasiado para obtener la compañía que quieren y luego no se integran como esperaban. Otras veces hay demasiado optimismo sobre el producto que compran.
