Para la industria farmacéutica trabajar para combatir el coronavirus ha sido una experiencia diferente. Esta vez no se trata de desarrollar un producto que va a ser un éxito comercial. Tampoco se trata de encontrar una solución a una enfermedad antes que los competidores. Es una carrera contra el tiempo sabiendo que ninguna compañía va a ganar sola. Harán falta muchas vacunas para poder contener esta pandemia que no conoce fronteras.
Esa carrera pone enorme presión en las actuales cadenas de suministro que fabrican y entregan vacunas. Están tratando de hacer en un año lo que normalmente lleva por lo menos tres. Fabricar una vacuna segura y efectiva requiere una infraestructura cara y una fuerza laboral, dos cosas que antes llevaba años lograr.
En mayo Estados Unidos comenzó a respaldar programas múltiples para el desarrollo paralelo de vacunas, un esfuerzo coordinado por los departamentos de defensa, salud y servicios humanos. El gobierno puso a disposición instalaciones originalmente creadas para objetivos de biodefensa. Las primeras tandas fueron completadas mucho antes de que se supiera si las vacunas eran efectivas y el gobierno aceptó comprarlas asumiendo el riesgo financiero. Eso significó que se pudieron llevar al mercado millones de dosis apenas horas después de recibir autorización regulatoria de emergencia para su uso.
Igualmente los recursos no alcanzan. Entonces, cuando una compañía sufre un traspié, como resultados deficientes en sus pruebas, ese programa queda demorado o cancelado y los recursos de manufactura deben ser inmediatamente orientados hacia otros programas de las vacunas que siguen en la carrera.
El concepto de compartir recursos es atractivo y todos aceptan que es lo que hay que hacer, pero tiene limitaciones que dificultan mucho su implementación. La industria farmacéutica es altamente competitiva. Es mucho más fácil para las compañías trabajar con un proveedor, un cliente o un gobierno que aliarse con un rival.
Hay complicaciones técnicas también. Las plataformas tecnológicas de las diferentes vacunas requieren distintos tipos de infraestructura. A menudos éstas no son intercambiables. Una planta adecuada para fabricar una vacuna mRNA no puede ser usada para fabricar una vacuna vectorial y viceversa.
Sin embargo, hay muchos programas en carrera para fabricar cada plataforma tecnológica. Si los obstáculos no están relacionados con la plataforma sino con problemas específicos al programa entonces habrá otros candidatos que podrían usar la capacidad manufacturera para aumentar la oferta total de la vacuna.
Los conceptos pertenecen a Carlo de Notaristefani, ex ejecutivo de Teva y asesor jefe en la fabricación y distribución de la Operation Warp Speed de Estados Unidos.