El de las indumentaria brinda un claro ejemplo de cómo la pandemia paraliza toda la cadena de suministro que comienza en las plantaciones de algodón en la India y termina en las grandes tiendas del mundo occidental.
Con los consumidores obligados a permanecer en sus hogares, la demanda de ropa nueva colapsó. Si bien algunos minoristas siguen trabajando online los ingresos de muchas de las grandes cadenas se evaporaron mientras los alquileres y los sueldos se comen las reservas y los almacenes siguen acumulando existencias.
La consultora McKinsey calcula que alrededor de un tercio de los jugadores en el mundo de la moda, como marcas y tiendas, no van a sobrevivir la crisis. El impacto de la pandemia se siente en toda la cadenas de suministro de esta industria tan compleja. Y golpea en lugares donde las empresas y los empleados no tienen posibilidad de acceder a ayuda del estado. Las tiendas clausuradas en la Oxford Street de Londres rápidamente repercuten en el cierre de fábricas en Bangladesh y Vietnam y en la acumulación de cosechas en las chacras algodoneras de la India central.
El daño que genera el cierre de mercados en Occidente plantea el interrogante de si las cadenas de suministro se podrán volver a poner en marcha una vez pasado el peligro, aun suponiendo que en el futuro cercano se produzca un repunte en el consumo de la gente.
Bangladesh es el segundo exportador de ropa del mundo. Desde que comenzó la crisis, sus fábricas perdieron más de US$ 3.000 millones en pagos por remeras, zapatos y vestidos ya producidos, según la Asociación de Exportadores nacional. La industria forma el grueso de los ingresos de exportación del país y emplea a más de 4 millones de personas, en su mayoría mujeres. Según algunos cálculos más de la mitad de la fuerza laboral ya ha sido despedida. En abril, grupos de trabajadores que exigían que sus empleadores les sigan pagando el sueldo chocaron con la policía y el gobierno terminó interviniendo para pagar 65% de los salarios adeudados. Un préstamo que los fabricantes deberán devolver.
Bangladesh, Vietnam y Sri Lanca son tres países que en las últimas décadas se convirtieron en centros de producción global de ropa, accesorios y calzado. Si antes estaba concentrada en China, la manufactura ahora se corrió al sur y al sudeste de Asia por el esfuerzo de los retailers por encontrar lugares con sueldos bajos. Esa estrategia se combinó con el intento de los minoristas de moda de fomentar el consumo frecuente de ropa de poco precio—lo que se llamó moda rápida – para aumentar los ingresos. Así lo explica Patsy Perry, profesora del negocio de la moda en la Universidad de Manchester.
Se acumula el algodón
Para la India, productor y exportador líder de algodón bruto y de textiles, el impacto en la cadena de suministro va a ser profundo. El ministro de textiles del país pidió en abril a los compradores internacionales que no cancelaran sus pedidos. “Los programas de entrega se pueden reformular. Los planes de pago se pueden extender”. El pedido no fue escuchado . Una encuesta realizada en abril entre 60 fábricas de ropa india mostró que casi 40% de los pedidos fueron cancelados.