En junio de este año la policía italiana arrestó al Monseñor Nunzio Scarano – conocido como monseñor 500, por los billetes de esa cantidad que siempre llevaba en sus bolsillos — acusándolo de malversar las finanzas del Banco de la Santa Sede.
Ya habían comenzado a llegar a Roma auditores externos y consultores de riesgo financieropara investigar las versiones sobre desmanejo y malversación, pero el arresto de Scarano convirtió en inevitable la reforma del sistema de la administración del Banco de Dios.
A principios de julio, Peter Sutherland, presidente no ejecutivo de Goldman Sachs International, viajó a ciudad de Vaticano con la misión de investigar a fondo las operaciones financieras en calidad de consultor ad honorem de la tesorería vaticana. Por especial encargo del Papa Francisco, pidió transparencia al consejo de cardenales.
Las reformas en curso se producen en parte por la presión de instituciones como el Deutsche Bank, JPMorgan y UniCredit, todos bajo la lupa de los reguladores por sus relaciones comerciales con la Santa Sede, según se desprende de la investigación del Financial Times, que durante 11 meses entrevistó a banqueros, abogados reguladores y miembros del Vaticano.
El banco operaba de manera totalmente diferente a la de cualquier otro banco. Con pocos controles y balances sobre el flujo de caja y muy poca documentación. Sólo 112 empleados y con cardenales como supervisores.