domingo, 22 de diciembre de 2024

Cuando el proteccionismo amenaza la energía solar

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A fines de julio pasado se llegó a un acuerdo sobre la más grande disputa anti-dumping del mundo cuando China aceptó un precio mínimo por los paneles solares que exporta a la Unión Europea. 

La solución es mucho menos cruenta de lo que habría sido la alternativa inminente: la UE estaba a punto de aplicar aranceles de hasta 47,6% por entender que China, con un market share de 80%, hacía “dumping”. No obstante, la solución es mala para consumidores y para el medio ambiente. 

La disputa entre la Unión Europea y China es parecida a otra que esta última tiene con Estados Unidos. El año pasado, EE.UU. aplicó aranceles de 24-36% a las importaciones chinas de paneles solares luego de que el Departamento de Comercio concluyera que China habia estado vendiéndolos a un precio inferior al costo de producción, o sea, a precio de “dumping”. China, alegando que a su vez había descubierto que Estados Unidos hacía lo mismo con el polysilicio – un insumo clave en la producción de los paneles solares – en su mercado, ya había retrucado imponiendo aranceles de importación que podrían superar 50%.

El problema con los paneles solares apunta al corazón del viejo debate sobre globalización, según el catedrático de Harvard, Jeffrey Frankel. El argumento más poderoso de los activistas anti globalización es que aun si el libre comercio fuera bueno para el progreso económico general, podría debilitar importantes bienes públicos como la protección ambiental. Según esta hipótesis, los países abiertos al comercio internacional van a adoptar regulaciones ambientales más débiles que los menos abiertos.

Pero el comercio también puede tener efectos ambientales benéficos. La especialización en cada país permite a la gente obtener más de lo que necesitan, que, especialmente en los niveles de mayores ingresos, incluye aire y agua más limpios. Cuando el comercio baja los costos, puede beneficiar los bienes ambientales tanto como beneficia otros bienes.

La industria de la energía solar es un perfecto ejemplo de cómo el comercio puede beneficiar la calidad del aire. Los escépticos de la energía solar argumentan que su participación en la generación de electricidad no puede subir más que unos pocos puntos porcentuales sin masivos subsidios, porque es demasiado costosa comparada con las alternativas. Los defensores, a su vez, contestan que se ampliaría la industria, y las economías de escala bajarán drásticamente los precios.

Pero los defensores hablan demasiado de los subsidios del gobierno y poco de la contribución al comercio internacional, que en años recientes ha tenido un efecto altamente positivo en el desarrollo de la energía solar. La actual tendencia al proteccionismo amenaza revertir este progreso.

 

 

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