En realidad, Booz Allen Hamilton separa la división de consultoria empresaria, según informan el sábado por e-mail Ralph Shrader, director ejecutivo, y el propio Carlyle. Siguiendo la tradición del grupo –un influyente cabildeo en Washington-, Shrader se centrará en reparticiones del estado federal, empezando por el Pentágono, y el poder legislativo.
La última transacción relevante de CG (US$ 6.300 millones) fue, en julio, la administrados de geriátricos Manor Care. Por supuesto, era una compra apalancada, Carlyle no arriesgó un dólar y la financió con deuda nueva tomada por la adquirida.
Algunos gurúes optimistas creen que lo de Booz Allen significa la vuelta de esos negocios fáciles, tras una contracción de casi 70% en el primer trimestre, debida a la doble crisis (malas hipotecas, iliquidez) en Occidente. Pero la consultoría es un segmento atípico y el monto involucrado es chico.
La división de BAH experta en reparticiones de gobierno tiene 18.000 empleados e ingresos anuales algo superiores a US$ 2.700 millones. Entre sus cliente se cuentan el Pentágono, el departamento de seguridad interna –un invento del vicepresidente Richard Cheney para espiar ciudadanos- y el Banco Mundial.
Carlyle maneja unos US$ 81.000 millones en activos. Fue creada en 1987 por Rubenstein, William Conway y Daniel d’Aniello, trío experto en negocios relativos al aparato militar. Durante bastante tiempo, el directorio incluía al ex presidente, George W.H.Bush. Por supouesto, si el poder ejecutivo pasa a un demócrata –el congreso ya está en esas manos-, la suerte de CG y sus subsidiarias podría darse vuelta.