Tres meses después de haber elegido a la ciudad de Nueva York como el lugar para instalar sus nuevas oficinas centrales Amazon decidió no seguir adelante con su plan. Dijo en un comunicado que “para Amazon el compromiso de construir una nueva sede necesita relaciones positivas y colaborativas con los funcionarios estatales y locales, de quienes necesita el apoyo para el largo plazo”.
En noviembre Amazon había anunciado que dividiría en dos sus próximas oficinas (y 50.000 puestos de trabajo), entre Virginia y Long Island City, la zona industrial del barrio de Queens. Esa fue su decisión después de una búsqueda de alto perfil que duró un año. Andrew Cuomo, gobernador del Estados de Nueva York y Bill de Blasio, alcalde de la ciudad de Nueva York, celebraron la decisión. Las encuestas locales mostraban que Amazon contaba con amplio apoyo.
Pero en una ciudad tan grande como Nueva York es imposiuble contentar a todos. Aparecieron grupos activistas para protestar contra Amazon y todo lo que representa para ellos: malas prácticas de trabajo, vigilancia mercenaria y el inmenso poder de las gigantescas empresas tecnológicas.
Los críticos, entre los que figuran muchos demócratas, condenaron sobre todo los enormes subsidios que Nueva York ofrecía para atraer a Amazon – US$ 1,52 billones (millones de millones) a cambio de que la compañía creara 25.000 puestos de trabajo con un salario promedio de US$ 150.000 (anuales).
El domingo de Blasio dijo que Nueva York había ofrecido a Amazon un “negocio justo” y la acusó de tomar la decisión “arbitraria” de irse en cuanto aparecieron grupos con objeciones. “Decían que querían una sociedad, pero en cuanto hubo críticas, se retiraron”, agregó. “¿Qué le dice eso a la gente que se queda sin el empleo porque aparecieron críticas?”
Por su parte, la semana pasada la compañía critió a una serie de políticos que “dijeron con toda claridad que se oponen a nuestra presencia y que no van a trabajar con nosotros para crear el tipo de relaciones que se necesitan para completar el proyecto”.
