10 años subiendo el costo de la mentira

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Chequeado es un ejemplo de que en la Argentina aún se puede. Se puede apostar a lo nuevo, a los ideales, a la transparencia, al profesionalismo, a la investigación, a la experimentación y a la colaboración.

Y, aunque sea muy difícil, se puede tener impacto y no morir en el intento (además de vivir de esto).

Las razones que inspiraron el surgimiento de Chequeado hace 10 años no sólo siguen vigentes, sino que incluso tienen hoy más relevancia que entonces. El mundo no problematizaba como lo hace ahora el peso que tienen la mentira y la polarización azuzada por la desinformación en las democracias y nuestras vidas.

Y, probablemente por eso, entonces éramos sólo media docena de organizaciones de fact checking (verificación de hechos o chequeo) enfocadas en lo que decían los líderes -3 en USA, 1 en UK, 2 en Francia y 1 en Argentina- y ahora somos más de 300 en 84 países, según el último informe de Reporters’ Lab de la Universidad de Duke.

En este tiempo, las grietas políticas se multiplicaron en distintos continentes, aumentaron el odio y socavaron el diálogo. La falta de transparencia es un triste patrón en los algoritmos que diseñan unas pocas empresas globales e intervienen en nuestras vidas. Y la calidad de los datos públicos y el acceso y la capacidad de los ciudadanos para comprenderlos siguen siendo escasos.

¿Entonces? ¿Por qué Chequeado es un ejemplo? ¿Un ejemplo de qué? Chequeado es un ejemplo porque desde hace un década apuesta a mejorar el debate público, con más datos abiertos y verificados en circulación, y porque pone en evidencia este fenómeno complejo. Y, lejos de arrogarse la capacidad de solucionarlo, explora con otros alternativas para matizarlo.

Los ciudadanos necesitan (siempre necesitaron) buena información para tomar mejores decisiones. Y generalmente los poderosos -estén en el sector público o en el sector privado-, retacean los datos y los hechos que los incomodan o pueden perjudicarlos. En 2010, era más sencillo ponerlos en evidencia, porque eran actores o instituciones identificables, con nombre propio, y ubicación geográfica definida. Ahora, los que desinforman no son sólo los de siempre, sino también actores que no dan la cara y que generan contenidos que se hacen virales a nivel global. 

La pandemia de la COVID-19 y la “infodemia” que vino con ella son la muestra más cabal de cuánto se complejizó la tarea de verificación del discurso público en el mundo. Las teorías conspirativas se asociaron esta vez con los detractores de la Ciencia y aprovecharon las emociones exacerbadas que trajeron el encierro y la incertidumbre de una nueva enfermedad para que miles de contenidos falsos o engañosos circularan dándole plata a algunos y poder, a otros.

Mejorar el debate público y subir el costo de la mentira, exigir más transparencia y seriedad a líderes y medios cuando se refieren a hechos, enseñar a todos habilidades de pensamiento crítico, desarrollar tecnología que nos permita hacer buen periodismo más rápido y probar nuevas formas de llegar y conversar con las audiencias son algunos de los objetivos que nos propusimos y guían a diario nuestro trabajo.

En este tiempo, demostramos (y nos demostramos) que se puede hacer periodismo de calidad, transparente y autónomo desde un espacio totalmente nuevo y sin entregarse a ningún lado de la grieta ni al sosiego de la publicidad oficial. Demostramos que así como muchos nos insultan a los gritos y nos acusan de todo menos de ser bonitos, miles de chequeadistas conversan, aportan y nos apoyan de diferentes maneras y millones de personas nos leen y están mejor informadas gracias a nuestros contenidos y actividades.

Para celebrar que llegamos hasta acá y porque queremos celebrar muchos 10 años más, en octubre de 2020 lanzamos el primer Museo de la Desinformación, un espacio virtual interactivo donde repasamos algunas de las principales mentiras de la Argentina de la década que logramos desenmascarar. Verán que algunas tienen cara y autor conocido y otras, en cambio, no. Lo hacemos, fiel a nuestro estilo, para subir el costo de la mentira y para recordar que aunque el engaño muchas veces parece efímero, sus efectos perduran. Y está en nuestras manos no olvidarlo sin más.

Directora ejecutiva y periodística de Chequeado

(De la edición impresa de Mercado) Noviembre 2020

 

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