Un yüan alto puede mejorar la calidad de exportaciones chinas

Si Washington persuadiera a Beijing para dejar subir el yüan contra el dólar, podría haber efectos impensados. Por ejemplo, Estados Unidos acabaría importando bienes complejos o caros, en vez de juguetes o textiles.

21 abril, 2006

Por supuesto, un dólar más barato alentará a los chinos a comprarles más turbinas a General Electric, aviones a Boeing o software a Microsoft, razón por la cual los funcionarios estadounidenses, sus legisladores y los cabilderos que los inspiran vienen presionando, desde hace años, por un yüan caro. Así ocurre estos días, al reunirse el presidente Hu Jintao –que se abrazó públicamente con William Gates- y su colega George W.Bush.

Desde julio, cuando el banco central adoptó una política cambiaria más flexible, la moneda china recobró 3,3% y llega a 7,52 unidades por dólar. En realidad, subió algo más en términos de una canasta donde también figuran el euro –firme ante el dólar- y el yen, que continúa subvaluado por voluntad del emisor japonés.

Debido a la suave repreciación del yüan, empero, China va dejando de competir con Tailandia, Indonesia o Malasia y tiende a hacerlo más con Surcorea, Japón, Alemania y EE.UU., entre otros. Pero en bienes de mayor valor agregado.

Así, Huasheng Industrial & Trading, una industria que emplea 15.000 personas y produce calzado e indumentaria, acaba de invertir en equipos tecnológicamente avanzados. Sucede que sus nuevas líneas, de mejor calidad, le permiten distanciarse, como proveedores, de Wal-Mart. Hoy fabrica para Gap, Perry Ellis y Liz Claiborne. En otras palabras, la firma les saca clientes a rivales surcoreanos.

Por su parte, Light Holding Footwear , importante productor de calzado de material sintético, está mejorando calidad en su línea de zapatos… de cuero. Sus futuros competidores son, entonces, italianos, pues ellos cubren la parte más cara del mercado. Entretanto, New Zhong Yüan Ceramics se ha lanzado a hacer publicidad y marketing internacional para sus productos más costosos, un segmento tradicionalmente coto de españoles e italianos.

Inesperadamente, el avance del yüan torna menos interesantes las líneas más baratas, fenómeno acentuado por el 10% anual que vienen subiendo los salarios chinos desde 2003 (detalle que los airados norteamericanos no suelen tener presente). El proceso promueve un desplazamiento hacia bienes y servicios de mayor valor agregado. Las líneas de menor precio son más masivas, sí, pero deparan escasas utilidades.

La industria automotriz, hoy el sector más grande en China, encara un desplazamiento similar de prioridades. Hasta 2004, exportaba vehículos baratos –unos US$ 5.000 por unidad- hacia Levante (Siria en particular), Asia central y África. A mediados del año pasado, la filial de Honda empezó a embarcar a la Unión Europea compactos el doble de caros, fabricados en Guangzhou. Mientras tanto, las principales compañías chinas del sector –Shanghai Automotive, Chery, Geely, Lifan- se aprestan a exportar rumbo a la UE y EE.UU. a partir de 2007/8.

Este vuelco hacia rubros de más precio y mayor valor agregado plantea desafíos a las economías industriales, pero tal vez ayude a resolver otro asunto que obsede a los norteamericanos: las patentes. Ocurre que las nuevas tendencias comerciales inducirán a las empresas chinas (como señalan en Beijing misma) a proteger las marcas y los diseños valiosos que colocan o planean colocar en el exterior.

Sin duda, habrá exportadores que aumenten precios a raíz de un yüan en alza y pierdan ventas. Ello eventualmente achicará el déficit comercial estadounidense con China. Margen hay: en 2005, EE.UU. importó seis veces lo que exportó. Aun así, a criterio de algunos economistas sistémicos –no los analistas de Wall Street-, la balanza total del intercambio es más relevante que los déficit o superávit con determinados países. Durante el primer trimestre de este año, a la sazón, el superávit chino total sumaba US$ 23.180 millones, 40,7% sobre los 16.480 millones de un año antes. Esas cifras contrastan con el saldo negativo norteamericano, proyectado en alrededor de US$ 170.000 millones para igual lapso.

Por supuesto, un dólar más barato alentará a los chinos a comprarles más turbinas a General Electric, aviones a Boeing o software a Microsoft, razón por la cual los funcionarios estadounidenses, sus legisladores y los cabilderos que los inspiran vienen presionando, desde hace años, por un yüan caro. Así ocurre estos días, al reunirse el presidente Hu Jintao –que se abrazó públicamente con William Gates- y su colega George W.Bush.

Desde julio, cuando el banco central adoptó una política cambiaria más flexible, la moneda china recobró 3,3% y llega a 7,52 unidades por dólar. En realidad, subió algo más en términos de una canasta donde también figuran el euro –firme ante el dólar- y el yen, que continúa subvaluado por voluntad del emisor japonés.

Debido a la suave repreciación del yüan, empero, China va dejando de competir con Tailandia, Indonesia o Malasia y tiende a hacerlo más con Surcorea, Japón, Alemania y EE.UU., entre otros. Pero en bienes de mayor valor agregado.

Así, Huasheng Industrial & Trading, una industria que emplea 15.000 personas y produce calzado e indumentaria, acaba de invertir en equipos tecnológicamente avanzados. Sucede que sus nuevas líneas, de mejor calidad, le permiten distanciarse, como proveedores, de Wal-Mart. Hoy fabrica para Gap, Perry Ellis y Liz Claiborne. En otras palabras, la firma les saca clientes a rivales surcoreanos.

Por su parte, Light Holding Footwear , importante productor de calzado de material sintético, está mejorando calidad en su línea de zapatos… de cuero. Sus futuros competidores son, entonces, italianos, pues ellos cubren la parte más cara del mercado. Entretanto, New Zhong Yüan Ceramics se ha lanzado a hacer publicidad y marketing internacional para sus productos más costosos, un segmento tradicionalmente coto de españoles e italianos.

Inesperadamente, el avance del yüan torna menos interesantes las líneas más baratas, fenómeno acentuado por el 10% anual que vienen subiendo los salarios chinos desde 2003 (detalle que los airados norteamericanos no suelen tener presente). El proceso promueve un desplazamiento hacia bienes y servicios de mayor valor agregado. Las líneas de menor precio son más masivas, sí, pero deparan escasas utilidades.

La industria automotriz, hoy el sector más grande en China, encara un desplazamiento similar de prioridades. Hasta 2004, exportaba vehículos baratos –unos US$ 5.000 por unidad- hacia Levante (Siria en particular), Asia central y África. A mediados del año pasado, la filial de Honda empezó a embarcar a la Unión Europea compactos el doble de caros, fabricados en Guangzhou. Mientras tanto, las principales compañías chinas del sector –Shanghai Automotive, Chery, Geely, Lifan- se aprestan a exportar rumbo a la UE y EE.UU. a partir de 2007/8.

Este vuelco hacia rubros de más precio y mayor valor agregado plantea desafíos a las economías industriales, pero tal vez ayude a resolver otro asunto que obsede a los norteamericanos: las patentes. Ocurre que las nuevas tendencias comerciales inducirán a las empresas chinas (como señalan en Beijing misma) a proteger las marcas y los diseños valiosos que colocan o planean colocar en el exterior.

Sin duda, habrá exportadores que aumenten precios a raíz de un yüan en alza y pierdan ventas. Ello eventualmente achicará el déficit comercial estadounidense con China. Margen hay: en 2005, EE.UU. importó seis veces lo que exportó. Aun así, a criterio de algunos economistas sistémicos –no los analistas de Wall Street-, la balanza total del intercambio es más relevante que los déficit o superávit con determinados países. Durante el primer trimestre de este año, a la sazón, el superávit chino total sumaba US$ 23.180 millones, 40,7% sobre los 16.480 millones de un año antes. Esas cifras contrastan con el saldo negativo norteamericano, proyectado en alrededor de US$ 170.000 millones para igual lapso.

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