Siguen firmes los alimentos y nadie atina a neutralizar la escasez

Hay un síntoma: el fosfato de amonio, un fertilizante clave, ha subido –al viernes 11- 166,7% en doce meses. Vale decir, de US$ 450 a 1.200 la tonelada, según el departamento norteamericano de agricultura. No es el único síntoma.

14 abril, 2008

Por ejemplo, en Estados Unidos el valor de las tierras rurales sube, al revés de cuanto sucede con la propiedad urbana, afectada por la crisis hipotecarias. Sin ese ingrediente, lo mismo ocurre en Uruguay, Nueva Zelanda, Australia o Canadá.

En el sudeste asiático y el subcontinente indio, diésel oil, fertilizantes, insecticidas y otros insumos aumentan velozmente. En este punto, el alza de alimentos en el mercado internacional “rebota”, vía incrementos de esos mismos insumos, y genera ulteriores alzas de productos primarios.

Una solución parcial, ante la inoperancia de la Organización Mundial de Comercio y el colapso virtual de la ronda Dohá (cuyo objeto era reducir subsidios agrícolas de las economías centrales), proliferan acuerdos bilaterales. Verbigracia, India-Brasil (26 de marzo), China-Nueva Zelanda (7 de abril), Ucrania-Libia (10) o China-Australia (viernes 11).

La reunión semestral FMI-Banco Mundial, este fin de semana, no sirvió de mucho. Por una parte, quedó claro que el auge de cotizaciones internacionales deja en el aire los fundamentos mismos de Dohá y, por ende, les saca las papas del fuego a EE.UU., Japón y la Unión Europea. Por la otra, se afirmó que la promoción del etanol (maíz) y otros biocombustibles pueden empeorar las cosas. Obviamente, el “lobby” petrolero difunde esta tesis.

Un vocero de ese grupo es nadie menos que Palaniappán Chidambaram, ministro indio de hacienda. Sin trepidar, sostuvo en Washington: “Mientras millones pasan hambre, desviar granos u oleaginosas para producir biocombustibles es un crimen contra la humanidad”.

Ni siquiera este tipo de posturas interesadas logró resultados concretos en una asamblea que, tampoco, los muestra en dos temas específicos del FMI: las crisis hipotecaria y crediticia. En materia de alimentos, el balance es sombrío: dieciocho de 58 países estudiados por el BM están elevando subsidios al consumo interno y aplicando controles de precios. Casi nadie le presta atención a Robert Zoellick, otro hombre de George W.Bush en el BM.

Por ejemplo, en Estados Unidos el valor de las tierras rurales sube, al revés de cuanto sucede con la propiedad urbana, afectada por la crisis hipotecarias. Sin ese ingrediente, lo mismo ocurre en Uruguay, Nueva Zelanda, Australia o Canadá.

En el sudeste asiático y el subcontinente indio, diésel oil, fertilizantes, insecticidas y otros insumos aumentan velozmente. En este punto, el alza de alimentos en el mercado internacional “rebota”, vía incrementos de esos mismos insumos, y genera ulteriores alzas de productos primarios.

Una solución parcial, ante la inoperancia de la Organización Mundial de Comercio y el colapso virtual de la ronda Dohá (cuyo objeto era reducir subsidios agrícolas de las economías centrales), proliferan acuerdos bilaterales. Verbigracia, India-Brasil (26 de marzo), China-Nueva Zelanda (7 de abril), Ucrania-Libia (10) o China-Australia (viernes 11).

La reunión semestral FMI-Banco Mundial, este fin de semana, no sirvió de mucho. Por una parte, quedó claro que el auge de cotizaciones internacionales deja en el aire los fundamentos mismos de Dohá y, por ende, les saca las papas del fuego a EE.UU., Japón y la Unión Europea. Por la otra, se afirmó que la promoción del etanol (maíz) y otros biocombustibles pueden empeorar las cosas. Obviamente, el “lobby” petrolero difunde esta tesis.

Un vocero de ese grupo es nadie menos que Palaniappán Chidambaram, ministro indio de hacienda. Sin trepidar, sostuvo en Washington: “Mientras millones pasan hambre, desviar granos u oleaginosas para producir biocombustibles es un crimen contra la humanidad”.

Ni siquiera este tipo de posturas interesadas logró resultados concretos en una asamblea que, tampoco, los muestra en dos temas específicos del FMI: las crisis hipotecaria y crediticia. En materia de alimentos, el balance es sombrío: dieciocho de 58 países estudiados por el BM están elevando subsidios al consumo interno y aplicando controles de precios. Casi nadie le presta atención a Robert Zoellick, otro hombre de George W.Bush en el BM.

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