Seria advertencia de la RF (Nueva York) sobre derivativos

“Los fondos de cobertura plantean los mayores riesgos desde 1998. Por entonces, la implosión de Long-Term Capital Management puso en grave peligro el sistema financiero global”. Asi señala un trabajo que Wall Street optó por ignorar.

4 mayo, 2007

Se trata del alerta más severo originado en un banco emisor estadounidense sobre un sector especulativo –algunos lo llaman “industria”, vaya a saberse por qué- cuya masa representa US$ 1,4 billones de sustento. “Recientes correlaciones muy altas entre retornos de fondos de cubertura pueden compararse con los prevalentes poco antes de la crisis de 1998”, subraya un análisis de Tobias Adrian, experto de la RF Nueva York en mercados de capitales.

Hace nueve años, a la sazón, la RF neoyorquina, el Banco de Inglaterra y un consorcio de grandes intermediarios financieros juntaron US$ 3.600 millones para impedir el derrumbe total de LTCM. Vale decir, se usaron fondos públicos y de inversores para salvar una máquina especulativa conducida por dos recientes premios Nobel. ¿Por qué? Porque eran influyentes académicos que habían perfeccionado las matemáticas que desarrollan instrumentos derivativos. Al año siguiente, Paul Krugman y otros sugirieron que esos “malos especuladores” devolviesen el premio, que desde ese momento quedó desprestigiado.

Tal vez suponiendo que siempre habrá rescates, ese negocio rebotó velozmente en los ùltimos años y alcanzó un monto nominal superior al de 1998. Pero hoy se añade otro actor: los fondos de capital extrabursátil, sus compras apalancadas –que han inflados a US$ 810.000 millones el total de fusiones y adquisiciones en enero/abril- y la paulatina simbiosis entre ambos segmentos.

Originalmente, los fondos de cobertura lateral (“hedge funds”) se orientaban a inversores profesionales e institucionales, o sea ludópatas muy ricos. Pero, con el tiempo, la rueda de la fortuna fue involucrando fondos jubilatorios, vía administradores inescupulosos. Eso ya provocó un escandalo por US$ 7,3 billones hace tres años. Pero la influencia de los propios operadores e intermediarios ha hecho que el sistema de RF no regule mejor esos canales.

Ahora que las papas empiezan a quemarse, la RF neoyorquina, su presidente Timothy Geithner y algunos economistas serios piden mayor cautela con esos instrumentos y sus contratos derivados. Geithner y Adrian parecen, empero, limitarse a un aspecto técnico: los fondos especulativos vuelven a concentrar riesgos en demasiado pocas posiciones de mercado.

Significativamente, estos expertos no proponen regulaciones más concretas o explícitas. Se ilusionan, como Benjamin Bernanke, Alan Greesnpan o Henry Paulson, con que los propios bancos que prestan a esos fondos ejerzan una especie de “poder de policía” y eviten que algún prestatario se empantane en deudas. Pero, como señalan varios economistas serios, los bancos son incapaces de advertir de antemano esos peligros o neutralizarlos a tiempo.

La propia gimnasia usual entre fondos de cobertura fomenta desastres, pues se toman enormes sumas prestadas para apostar agresivamente en el espinel especulativo. Igual que los fondos de capìtal privado o, en la otra punta, los prestamistas hipotecarios a deudores de baja calidad. Según el trabajo de Adrian, a fines de 2006 la masa de derivativos trasuntaba US$ 17 billones en activos de aire. Sin embargo, cada dólar efectivo se multiplica no hasta diez sino hasta veinte en dólares virtuales, calcula el Banco de ajustes internacionales (BAI, Basilea).

Se trata del alerta más severo originado en un banco emisor estadounidense sobre un sector especulativo –algunos lo llaman “industria”, vaya a saberse por qué- cuya masa representa US$ 1,4 billones de sustento. “Recientes correlaciones muy altas entre retornos de fondos de cubertura pueden compararse con los prevalentes poco antes de la crisis de 1998”, subraya un análisis de Tobias Adrian, experto de la RF Nueva York en mercados de capitales.

Hace nueve años, a la sazón, la RF neoyorquina, el Banco de Inglaterra y un consorcio de grandes intermediarios financieros juntaron US$ 3.600 millones para impedir el derrumbe total de LTCM. Vale decir, se usaron fondos públicos y de inversores para salvar una máquina especulativa conducida por dos recientes premios Nobel. ¿Por qué? Porque eran influyentes académicos que habían perfeccionado las matemáticas que desarrollan instrumentos derivativos. Al año siguiente, Paul Krugman y otros sugirieron que esos “malos especuladores” devolviesen el premio, que desde ese momento quedó desprestigiado.

Tal vez suponiendo que siempre habrá rescates, ese negocio rebotó velozmente en los ùltimos años y alcanzó un monto nominal superior al de 1998. Pero hoy se añade otro actor: los fondos de capital extrabursátil, sus compras apalancadas –que han inflados a US$ 810.000 millones el total de fusiones y adquisiciones en enero/abril- y la paulatina simbiosis entre ambos segmentos.

Originalmente, los fondos de cobertura lateral (“hedge funds”) se orientaban a inversores profesionales e institucionales, o sea ludópatas muy ricos. Pero, con el tiempo, la rueda de la fortuna fue involucrando fondos jubilatorios, vía administradores inescupulosos. Eso ya provocó un escandalo por US$ 7,3 billones hace tres años. Pero la influencia de los propios operadores e intermediarios ha hecho que el sistema de RF no regule mejor esos canales.

Ahora que las papas empiezan a quemarse, la RF neoyorquina, su presidente Timothy Geithner y algunos economistas serios piden mayor cautela con esos instrumentos y sus contratos derivados. Geithner y Adrian parecen, empero, limitarse a un aspecto técnico: los fondos especulativos vuelven a concentrar riesgos en demasiado pocas posiciones de mercado.

Significativamente, estos expertos no proponen regulaciones más concretas o explícitas. Se ilusionan, como Benjamin Bernanke, Alan Greesnpan o Henry Paulson, con que los propios bancos que prestan a esos fondos ejerzan una especie de “poder de policía” y eviten que algún prestatario se empantane en deudas. Pero, como señalan varios economistas serios, los bancos son incapaces de advertir de antemano esos peligros o neutralizarlos a tiempo.

La propia gimnasia usual entre fondos de cobertura fomenta desastres, pues se toman enormes sumas prestadas para apostar agresivamente en el espinel especulativo. Igual que los fondos de capìtal privado o, en la otra punta, los prestamistas hipotecarios a deudores de baja calidad. Según el trabajo de Adrian, a fines de 2006 la masa de derivativos trasuntaba US$ 17 billones en activos de aire. Sin embargo, cada dólar efectivo se multiplica no hasta diez sino hasta veinte en dólares virtuales, calcula el Banco de ajustes internacionales (BAI, Basilea).

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