Según Lavagna, se sale del cese de pagos en octubre

“Esperamos avances substanciales la semana próxima”, dijo Rodrigo Rato, tras reunirse (2-VII) con Jacques Chirac. El director gerente del FMI no se hizo eco de “lobbies” de acreedores ni concesionarios para elevar tarifas antes de diciembre.

5 julio, 2004

Por su parte, Argentina terminó de presentar documentos y un informe macroeconómico ante la Comisión Federal de Valores. O sea, la Securities & Exchange Commission (SEC). Más allá de roces con elementos ligados a Anne Krueger –cuya continuidad será cuestionada por varios países, en la próxima asamblea semestral FMI-BIRF- y presiones mediáticas de los “comités de bonistas”, sigue adelante el proceso pro restructuración de la deuda con acreedores privados.

La SEC dedicará julio a analizar y evaluar el material presentado por Economía. A principios de agosto, entonces, Buenos Aires revelará el mecanismos del canje de títulos y, poco después, un equipo de funcionarios técnicos iniciará una “gira de presentación”. Luego, el lapso para optar abarcará el bimestre septiembre-octubre.

Cabe acotar que, después del “predictamen” favorable de la reciente misión fondista, se desató otra campaña de prensa armada por el “comité global”, Esta vez, creando un “club de París”, no relacionado con el original. La idea se atribuye a Krueger y su vocero, Thomas Dawson.

Algunos titulares porteños, en efecto, hablaban de “rechazo clave” a la oferta final de canje a los bonistas privados (que recién se hará en cuatro semanas. Al respecto, mencionaban un “club de París” integrado por fondos buitres, algunos “comités” y el Grupo de los Siete. Su portavoz es Jean-Pierre Jouyet, quien se reunió alguna vez con Guillermo Nielsen, secretario de Finanzas.

Ocurre, empero, que el verdadero club de París era un grupo “ad hoc” de bancos centrales y entidades multilaterales –o sea, acreedores públicos, no privados-, armado en 1957. Los contactos estaban en manos de Adalbert Krieger Vasena, entonces secretario de Hacienda y, años después, ministro de Economía.

En lo tocante al G-7, tampoco es una organización concreta. Lo integran las principales economías desarrolladas (Estados Unidos, Japón, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Canadá, Holanda e Italia). En algunas reuniones se suma Rusia, una economía en desarrollo, y aparece el G-8. Últimamente, se ha propuesto la incorporación de China a los encuentros, lo cual significaría un G-9. Pero nada de esto involucra estructuras formales.

Lo que sí suele suceder es que las agendas de las reuniones sean preparadas por funcionarios, expertos y hasta banqueros. Ahí surgen “lobbies” como el club de Jouyet, que toman prestado algún sello ocasional.

La otra especie involucra explícitamente al FMI y sostiene que la revisión de la semana pasada no ha terminado. La generó Dawson aunque atribuyéndosela, en forma elíptica, a John Dodsworth, representante permanente de la entidad en el banco central argentino. Esta vez, el cabildeo incorpora un presunto pedido de dispensa (“waiver”), por no haber satisfecho metas. Sin embargo, las del acuerdo subscripto en septiembre han sido sobrecumplidas.

Esgrimiendo omisiones en “objetivos de desempeño”, se mezclan en la versión los contratos con servicios privatizados. Parte de la culpa la tiene Economía, que no aclara en forma tajante si el Fondo, amén de gestor de intereses financieros privados, también se ocupa del boleto de colectivo o la factura eléctrica.

En realidad, una combinación coyuntural de intereses –bonistas, fondos buitres, ciertas bancas, sectores políticos y empresarios internos- trata de influir sobre algo previsto para fin de septiembre. A saber, la negociación de metas macroeconómicas con vistas a 2005-6.

Por su parte, Argentina terminó de presentar documentos y un informe macroeconómico ante la Comisión Federal de Valores. O sea, la Securities & Exchange Commission (SEC). Más allá de roces con elementos ligados a Anne Krueger –cuya continuidad será cuestionada por varios países, en la próxima asamblea semestral FMI-BIRF- y presiones mediáticas de los “comités de bonistas”, sigue adelante el proceso pro restructuración de la deuda con acreedores privados.

La SEC dedicará julio a analizar y evaluar el material presentado por Economía. A principios de agosto, entonces, Buenos Aires revelará el mecanismos del canje de títulos y, poco después, un equipo de funcionarios técnicos iniciará una “gira de presentación”. Luego, el lapso para optar abarcará el bimestre septiembre-octubre.

Cabe acotar que, después del “predictamen” favorable de la reciente misión fondista, se desató otra campaña de prensa armada por el “comité global”, Esta vez, creando un “club de París”, no relacionado con el original. La idea se atribuye a Krueger y su vocero, Thomas Dawson.

Algunos titulares porteños, en efecto, hablaban de “rechazo clave” a la oferta final de canje a los bonistas privados (que recién se hará en cuatro semanas. Al respecto, mencionaban un “club de París” integrado por fondos buitres, algunos “comités” y el Grupo de los Siete. Su portavoz es Jean-Pierre Jouyet, quien se reunió alguna vez con Guillermo Nielsen, secretario de Finanzas.

Ocurre, empero, que el verdadero club de París era un grupo “ad hoc” de bancos centrales y entidades multilaterales –o sea, acreedores públicos, no privados-, armado en 1957. Los contactos estaban en manos de Adalbert Krieger Vasena, entonces secretario de Hacienda y, años después, ministro de Economía.

En lo tocante al G-7, tampoco es una organización concreta. Lo integran las principales economías desarrolladas (Estados Unidos, Japón, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Canadá, Holanda e Italia). En algunas reuniones se suma Rusia, una economía en desarrollo, y aparece el G-8. Últimamente, se ha propuesto la incorporación de China a los encuentros, lo cual significaría un G-9. Pero nada de esto involucra estructuras formales.

Lo que sí suele suceder es que las agendas de las reuniones sean preparadas por funcionarios, expertos y hasta banqueros. Ahí surgen “lobbies” como el club de Jouyet, que toman prestado algún sello ocasional.

La otra especie involucra explícitamente al FMI y sostiene que la revisión de la semana pasada no ha terminado. La generó Dawson aunque atribuyéndosela, en forma elíptica, a John Dodsworth, representante permanente de la entidad en el banco central argentino. Esta vez, el cabildeo incorpora un presunto pedido de dispensa (“waiver”), por no haber satisfecho metas. Sin embargo, las del acuerdo subscripto en septiembre han sido sobrecumplidas.

Esgrimiendo omisiones en “objetivos de desempeño”, se mezclan en la versión los contratos con servicios privatizados. Parte de la culpa la tiene Economía, que no aclara en forma tajante si el Fondo, amén de gestor de intereses financieros privados, también se ocupa del boleto de colectivo o la factura eléctrica.

En realidad, una combinación coyuntural de intereses –bonistas, fondos buitres, ciertas bancas, sectores políticos y empresarios internos- trata de influir sobre algo previsto para fin de septiembre. A saber, la negociación de metas macroeconómicas con vistas a 2005-6.

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