SEC: entre fondos de riesgo y armonización de normas contables

La Securities & Exchange Commission inicia en abril un profundo análisis sobre derivativos y fondos de riesgo, con vistas a reglamentarlos. Mientras, la armonización de normas contables entre Estados Unidos y la Unión Europea crea problemas.

27 marzo, 2000

Los estudios encarados por la SEC comenzaron a fines de 2002, por efecto de la “ley ómnibus” Sarbanes-Oxley. Pero, ahora, hay un plazo para producir recomendaciones tendientes a poner corto a una franja especulativa –global, por encima de bancos centrales y autoridades reguladoras- que está filtrándose hacia la base misma de los mercados locales: el ahorrista y el pequeño inversor.

Recientemente, el financista Warren Buffett calificaba a esa operativa (futuros y opciones sobre casi cualquier activo) y su arsenal –instrumentos derivativos y contratos derivados- como “nuevas armas de destrucción masiva”. Ya en 1993, el economista Joel Kurtzman (Harvard) definía eso mismo como “bombas neutrónicas”, en el libro “Death of money”, cuya difusión y traducción quedaron bloqueadas; justamente, por diagnósticos y advertencias hoy confirmadas.

“La falta de diafanidad en valuaciones contables adopta ribetes alarmantes cuando se trata de trueques (‘swaps’) a término con bonos, acciones y otros intangibles. Los contratos derivados –explicaba el multimillonario- implican garantías a una contraparte contra el desistimiento de una opción, su ejercicio prematuro y hasta un cese de pagos. Pero son tan volátiles que, en verdad, no cubren casi nada”.

El colapso de Barings Securities (1995) y la crisis de Long Term Capital Management (1998, un fondo de riesgo cuyos activos virtuales eran 50 veces superiores a los de sustento) se debieron a maniobras con derivativos. Hoy, la banca holandesa que se quedó en 1996 con Barings, Internationale Nederlandse Bank (ING), afronta problemas en ese flanco y el de las normas contables.

Poco después de informar que, en 2002, había obtenido utilidades por € 4.300 millones, la entidad holandesa reveló, en forma sorpresiva, que ese superávit se había trocado en € 9.600 millones de pérdida. ¿Qué había ocurrido? Simple: el balance se revisó en función de los principios contables generalmente aceptados (GAAP) en EE.UU. Los estados financieros de Telefónica de España, France Télécom, Vivendi Universal, Deutsche Bank y otras organizaciones europeas habían pasado por mismos filtros, con efectos parecidos.

Estos desajustes tienen que ver con un proceso mundial, lento y a menudo trabado por mañas de los propios profesionales (situación frecuente en Latinoamérica y Asia). Pero, si la SEC –que promueve activamente la compatibilización de normas- añade a eso un nuevo marco regulatorio para futuros y opciones, las entidades financieras tendrán que hacer reformas de toda clase. Inclusive, desechar jergas y lenguajes poco claros o, directamente, textos mal escritos.

Los estudios encarados por la SEC comenzaron a fines de 2002, por efecto de la “ley ómnibus” Sarbanes-Oxley. Pero, ahora, hay un plazo para producir recomendaciones tendientes a poner corto a una franja especulativa –global, por encima de bancos centrales y autoridades reguladoras- que está filtrándose hacia la base misma de los mercados locales: el ahorrista y el pequeño inversor.

Recientemente, el financista Warren Buffett calificaba a esa operativa (futuros y opciones sobre casi cualquier activo) y su arsenal –instrumentos derivativos y contratos derivados- como “nuevas armas de destrucción masiva”. Ya en 1993, el economista Joel Kurtzman (Harvard) definía eso mismo como “bombas neutrónicas”, en el libro “Death of money”, cuya difusión y traducción quedaron bloqueadas; justamente, por diagnósticos y advertencias hoy confirmadas.

“La falta de diafanidad en valuaciones contables adopta ribetes alarmantes cuando se trata de trueques (‘swaps’) a término con bonos, acciones y otros intangibles. Los contratos derivados –explicaba el multimillonario- implican garantías a una contraparte contra el desistimiento de una opción, su ejercicio prematuro y hasta un cese de pagos. Pero son tan volátiles que, en verdad, no cubren casi nada”.

El colapso de Barings Securities (1995) y la crisis de Long Term Capital Management (1998, un fondo de riesgo cuyos activos virtuales eran 50 veces superiores a los de sustento) se debieron a maniobras con derivativos. Hoy, la banca holandesa que se quedó en 1996 con Barings, Internationale Nederlandse Bank (ING), afronta problemas en ese flanco y el de las normas contables.

Poco después de informar que, en 2002, había obtenido utilidades por € 4.300 millones, la entidad holandesa reveló, en forma sorpresiva, que ese superávit se había trocado en € 9.600 millones de pérdida. ¿Qué había ocurrido? Simple: el balance se revisó en función de los principios contables generalmente aceptados (GAAP) en EE.UU. Los estados financieros de Telefónica de España, France Télécom, Vivendi Universal, Deutsche Bank y otras organizaciones europeas habían pasado por mismos filtros, con efectos parecidos.

Estos desajustes tienen que ver con un proceso mundial, lento y a menudo trabado por mañas de los propios profesionales (situación frecuente en Latinoamérica y Asia). Pero, si la SEC –que promueve activamente la compatibilización de normas- añade a eso un nuevo marco regulatorio para futuros y opciones, las entidades financieras tendrán que hacer reformas de toda clase. Inclusive, desechar jergas y lenguajes poco claros o, directamente, textos mal escritos.

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