Santo Tomé, modelo de fondo soberano del recurso natural
En África, las fuentes de riqueza suelen provocar tormentas políticas, sociales y económicas, amén de golpes. Esto explica diversos intentos para superar esas cosas o impedir que los ingresos resultantes sean derrochados o se esfumen.
21 abril, 2010
<p>Por cierto, estructurado apropiadamente, un fondo soberano de recursos naturales (FSRN) puede ser un mecanismo para ese propósito, como lo muestra la experiencia de Santo Tomé y Príncipe. En éste y otros estados periféricos, la propiedad de esas riquezas es resorte oficial.<br />
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Pero no es un caso aislado. Por ejemplo, apenas doce compañías estatales en economías emergentes y en desarrollo controlan casi 75% de los hidrocarburos mundiales. Naturalmente, el aumento de precios que, con altibajos, se ha operado en los últimos años infló los ingresos de varios países. Entre 1992 y 2006, pues, la renta petrolera de los principales exportadores no industriales se multiplicó en 560%. <br />
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No obstante, esos ingresos han sido todo menos estables y su volatilidad ha dejado muchas economías expuestas a vaivenes de precios. Por otra parte, su debilidad institucional conlleva a menudo a mal manejo, derroches y corrupción. De ahí que tantos países africanos sean tan ricos en recursos naturales, pero su gente viva en abyecta pobreza.<br />
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A fin de contrarrestrar la “maldición de los recursos abundantes” algunos estados han establecido, no siempre espontáneamente, FSRN. Una de sus formas, los fondos de materias primas, suelen ofrecer tres ventajas claves. La primera hace a la estabilización como método para evitar que la volatilidad de precios trabe el desarrollo y afecte la política fiscal de largo plazo. Colocar cierta parte de ingresos estatales en un fondo de recursos primarios, reservándola para cuando ceda su flujo, es crucial para manejar precios y mercados. <br />
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El segundo aspecto es que un FSRN facilita operaciones cambiarias que morigeran las consecuencias negativas de ingresos imprevistos. En combinación con el banco central, impone una esterilización que limita los efectos locales de esos flujos. En síntesis, los fondos de productos primarios evitan una dependencia excesiva respecto de esos rubros. Cuando esta se da, una moneda sobrevaluada traba exportaciones no primarias y perjudica al eventual sector secundario local en caso de auge del sector extractivo.<br />
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En tercer lugar aparece el factor ahorro. Como solía señalar el economista estadounidense Robert Solow (Nobel 1987), “si bien las generaciones actuales no tienen obligación de ahorrar recursos naturales para las siguientes, deben legarles capacidad extractiva y productiva de explotarlas”. Esto implica herramientas tecnológicas y financieras típicas de los FSNR.<br />
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Hace poco, el economista Jeffrey Frankel (Harvard) evaluó ese tipo de entidades en escala global en pos de modelos. A su juicio, Santo Tomé y Príncipe, dos minúsculas islas frente a Gabón (1.000 km2, 120.000 habitantes), y su Cuenta Nacional Petrolera (CAP) representan una solución ideal para economías subdesarrolladas dependientes de riquezas naturales.<br />
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Más allá de su inestabilidad política, en 2004 la pequeña república dictó una ley para asegurar que su futuro fondo de productos primarios, la CAP, quedase en custodia de un banco internacional. En delante, todos sus ingresos petroleros se depositan en una cuenta especial y el estado percibe una anualidad única determinada según procedimientos estrictos. La CAP no puede invertir en el país, lo cual impide –hasta cierto punto- que políticos o militares hagan mal uso de los activos financieros y los físicos se empleen como avales para endeudar al fisco.</p>
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