Ruptura a medias con el FMI y discreto respaldo de Estados Unidos

Tras calificar de “incompetente” al elenco técnico del Fondo Monetario, Argentina suspenderá tratos –no pagos- hasta terminar el canje de bonos en manos privadas. Washington toma distancia de la entidad y se acerca a Caracas.

9 agosto, 2004

“El gobierno no avanzará en el acuerdo contingente, subscripto con el FMI en septiembre, hasta salir del cese de pagos”. Así informó Roberto Lavagna, después de que el organismo sincerase sus presiones y postergase sin fecha la OK a la III revisión. Por otra parte, Rodrigo Rato insistió en privilegiar los intereses de los “comités de bonista” e, indirectamente, los fondos buitres.

Al mismo tiempo, John Taylor –subsecretario norteamericano de Hacienda- reiteró que “ni el Fondo ni Washington pueden interferir en negociaciones con acreedores privados”. La frase y otra de similar tenor son respuesta a un informe argentino sobre la crisis de la deuda externa. Entre los principales deudores del mundo, Buenos Aires “es uno de los más transparentes –explicó Lavagna- en cuanto a divulgar datos y opiniones, No esperamos cinco años para cantar la palinodia”.

Durante el fin de semana, hubo contactos entre Lavagna y Rato. El primero aclaró que los pagos habituales al Fondo no se interrumpen y propuso una acuerdo para “blanquear” la suspensión de negociaciones en torno de las revisiones III y IV.

El viernes, hablando con analistas financieros, el ministro recordó que, con apoyo de la gente, Argentina había sobrevivido casi dos años sin asistencia de la entidad. A su vez, Hacienda calificaba de incompetentes a los técnicos de la entidad.

“Si en septiembre no aprueban la tercera revisión de metas, hecha en junio, el país –adelantó Lavagna- continuará como está previsto las negociaciones para restructurar deuda”. Tras admitir que el Banco Central se siente cómodo con un dólar algo por encima de tres pesos –próximo al precio en Brasil-, sostuvo que “la falta de acuerdo con el FMI no será traumática”.

De hecho, durante la crisis sistémica global de 1997/8, Malasia prescindió del Fondo y, más tarde, resolvió desechar sus recetas contables. Las mismas que, aplicadas por Teresa Ter Minassian y Anup Singh en Indonesia, provocaron una sangrienta guerra civil y casi desmiembran el mayor estado islámico. Así lo reconoció, en su momento, Michael Mussa, al renunciar como analista jefe en la entidad.

En el caso argentino, la convertibilidad rígida con “contabilidad creativa” de Domingo Cavallo y sucesores –sostenida por el FMI hasta que fue demasiado tarde- demolió la clase media y parte del proletariado, con consecuencia que duraron años. Entre otras, contracción del PBI, caída del consumo, déficit fiscal, licuación del crédito y cierre de empresas.

Es preciso que “la sociedad actúe como hasta ahora. Esta oferta –señaló el ministro- es la última. Quien no la acepte se quedará fuera”. Sin tornarlo explícito, Lavagna dejó entrever que la siguiente revisión -cuarta y última del acuerdo contingente firmado hace casi un año-, quizá no se haga o quede postergada sin fecha. Especialmente si el Fondo retacea desembolsos del crédito, condicionados al cumplimiento de metas (se produjo, pero la entidad usa pretextos para retener US$ 728 millones y bloquear 250 millones del Banco Mundial).

Paralelamente, la secretaría de Hacienda difundía una durísima réplica a la “autocrítica” del Fondo, que algunos medios han preferido obviar. “Nuestras recientes experiencias con el cuerpo técnico de la entidad sugieren que no está preparado, en forma adecuada, para afrontar situaciones cuando una crisis ya ha estallado”.

Políticamente, Economía y Hacienda estaban respondiéndoles a Rato, nuevo director gerente, y a Anne Krueger (vicepresidente, detentadora del poder real). “Rato no es amigo de Argentina y va a ser sumamente duro”, salió a opinar –sin ocultar satisfacción- el analista chileno Sebastián Edwards, un ultraconservador. De paso adhirió a varios columnistas locales y acusó al gobierno de practicar “una retórica permanente contra el sector privado”. A su vez, las actitudes de Rato y sus partidarios no caen bien en el gobierno español ni en varias grupos económicos con intereses en Argentina (ver “Mercados y finanzas”).

Entretanto, la proximidad del plebiscito en Venezuela empieza a generar extraños realineamientos. Por un lado, el Fondo y otras entidades multilaterales optan por no opinar sobre Hugo Chávez. Inclusive mientras éste amenaza con “un barril a cien dólares” si pierde el domingo. Por el otro, gente allegada a la Casa Blanca y al negocio petrolero creen que “un triunfo de Chávez descomprimirá presiones y promoverá inversiones en hidrocarburos”.

“El gobierno no avanzará en el acuerdo contingente, subscripto con el FMI en septiembre, hasta salir del cese de pagos”. Así informó Roberto Lavagna, después de que el organismo sincerase sus presiones y postergase sin fecha la OK a la III revisión. Por otra parte, Rodrigo Rato insistió en privilegiar los intereses de los “comités de bonista” e, indirectamente, los fondos buitres.

Al mismo tiempo, John Taylor –subsecretario norteamericano de Hacienda- reiteró que “ni el Fondo ni Washington pueden interferir en negociaciones con acreedores privados”. La frase y otra de similar tenor son respuesta a un informe argentino sobre la crisis de la deuda externa. Entre los principales deudores del mundo, Buenos Aires “es uno de los más transparentes –explicó Lavagna- en cuanto a divulgar datos y opiniones, No esperamos cinco años para cantar la palinodia”.

Durante el fin de semana, hubo contactos entre Lavagna y Rato. El primero aclaró que los pagos habituales al Fondo no se interrumpen y propuso una acuerdo para “blanquear” la suspensión de negociaciones en torno de las revisiones III y IV.

El viernes, hablando con analistas financieros, el ministro recordó que, con apoyo de la gente, Argentina había sobrevivido casi dos años sin asistencia de la entidad. A su vez, Hacienda calificaba de incompetentes a los técnicos de la entidad.

“Si en septiembre no aprueban la tercera revisión de metas, hecha en junio, el país –adelantó Lavagna- continuará como está previsto las negociaciones para restructurar deuda”. Tras admitir que el Banco Central se siente cómodo con un dólar algo por encima de tres pesos –próximo al precio en Brasil-, sostuvo que “la falta de acuerdo con el FMI no será traumática”.

De hecho, durante la crisis sistémica global de 1997/8, Malasia prescindió del Fondo y, más tarde, resolvió desechar sus recetas contables. Las mismas que, aplicadas por Teresa Ter Minassian y Anup Singh en Indonesia, provocaron una sangrienta guerra civil y casi desmiembran el mayor estado islámico. Así lo reconoció, en su momento, Michael Mussa, al renunciar como analista jefe en la entidad.

En el caso argentino, la convertibilidad rígida con “contabilidad creativa” de Domingo Cavallo y sucesores –sostenida por el FMI hasta que fue demasiado tarde- demolió la clase media y parte del proletariado, con consecuencia que duraron años. Entre otras, contracción del PBI, caída del consumo, déficit fiscal, licuación del crédito y cierre de empresas.

Es preciso que “la sociedad actúe como hasta ahora. Esta oferta –señaló el ministro- es la última. Quien no la acepte se quedará fuera”. Sin tornarlo explícito, Lavagna dejó entrever que la siguiente revisión -cuarta y última del acuerdo contingente firmado hace casi un año-, quizá no se haga o quede postergada sin fecha. Especialmente si el Fondo retacea desembolsos del crédito, condicionados al cumplimiento de metas (se produjo, pero la entidad usa pretextos para retener US$ 728 millones y bloquear 250 millones del Banco Mundial).

Paralelamente, la secretaría de Hacienda difundía una durísima réplica a la “autocrítica” del Fondo, que algunos medios han preferido obviar. “Nuestras recientes experiencias con el cuerpo técnico de la entidad sugieren que no está preparado, en forma adecuada, para afrontar situaciones cuando una crisis ya ha estallado”.

Políticamente, Economía y Hacienda estaban respondiéndoles a Rato, nuevo director gerente, y a Anne Krueger (vicepresidente, detentadora del poder real). “Rato no es amigo de Argentina y va a ser sumamente duro”, salió a opinar –sin ocultar satisfacción- el analista chileno Sebastián Edwards, un ultraconservador. De paso adhirió a varios columnistas locales y acusó al gobierno de practicar “una retórica permanente contra el sector privado”. A su vez, las actitudes de Rato y sus partidarios no caen bien en el gobierno español ni en varias grupos económicos con intereses en Argentina (ver “Mercados y finanzas”).

Entretanto, la proximidad del plebiscito en Venezuela empieza a generar extraños realineamientos. Por un lado, el Fondo y otras entidades multilaterales optan por no opinar sobre Hugo Chávez. Inclusive mientras éste amenaza con “un barril a cien dólares” si pierde el domingo. Por el otro, gente allegada a la Casa Blanca y al negocio petrolero creen que “un triunfo de Chávez descomprimirá presiones y promoverá inversiones en hidrocarburos”.

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades