Primero los que entraron en el canje, después los demás (12-IV)

La prioridad son quienes están en el canje. Más tarde, vendrán los que se excluyeron solos. Pero quizás antes le toque el turno al “club de París”. Desplantes como el japonés y “lobbies” serán ignorados, aunque cuenten con apoyo en el FMI.

12 abril, 2005

Las presiones del Fondo por cuenta de fondos buitres que no quisieron entrar en el canje irritan a Buenos Aires. Así lo hizo saber Roberto Lavagna en Okinawa. Tampoco gusta que el BID haya invitado al “lobby” de esos mismos operadores, el Institute for International Finance (IIF). Mucho menos que Sadakazu Tanigaki, ministro de Hacienda, endilgase “mala fe” a la oferta de restructuración argentina.

El gobierno argentino transmitió su malestar a Tokio y Lavagna no fue a la comida ofrecida por Tanigaki a los directores del BID. Buenos Aires recalcó que las verdaderas culpables son las bancas niponas. De paso, recordó el proteccionismo agrícola japonés y lo contrapuso a las buenas relaciones con China (que acaba de criticar al Sol Naciente).

En cuanto a la reapertura del canje, Lavagna la dio como posible, si bien no en los plazos y condiciones planteadas por los fondos buitres y el FMI. De hecho, Argentina analiza los casos de Rusia o Brasil –no tanto los de Ecuador o Uruguay-, pero no el de Perú, debido al verdadero atropello cometido allí hace años por un fondo buitre (Dart). También se ha pedido a Tailandia y Malasia detalles de sus respectivas negociaciones.

“A ningún otro país se le exigió que atendiera a quienes voluntariamente no hubiesen ingresado en una restructuración”, afirmó el ministro de Economía ante la asamblea del Banco Interamericano de Desarrollo. Según colaboradores suyos, Brasil tardó más de cuarenta meses en llegar a arreglo con el fondo especulativo de la familia Dart, que no había aceptado un canje. No obstante, ni el Fondo Monetario Internacional ni ningún juez norteamericano le trabaron el acceso a los mercados o le aplicaron embargos desmedidos”.

Por cuerda separada, se supo que los abogados del gobierno presentaron un extenso informe al tribunal de alzada sobre esa discriminación, que Thomas Griesa llevó al extremo. Mientras tanto, Argentina busca persuadir al FMI de no asumir los intereses de fondos buitres, en cuanto al 14% de bonistas que no quiso entrar en el canje. También se le plantea no persistir en una actitud paralela: elevar sin justificación razonable de 4 a 4,5% del PBI el superávit fiscal primario.

Por otra parte, a varios países de la región tampos les gusta la presencia de IIF, que representa precisamente, a los fondos buitres. Este grupo hizo circular un “documento confidencial” –inmediatamente difundido a la prensa conservadora- donde equipara Argentina con Venezuela en cuanto a “políticas populistas”.

Pero el objeto real del “estudio” es apoyar las presiones discriminatorias del FMI respecto de los US$ 19.500 millones que no ingresaron al canje. Es factible que algún reducto local del extinto Consenso de Washington salga estos días con opiniones similares. En otro plano, el FMI y los “lobbies” no quieres que Argentina sea ejemplo para otros deudores. La alta burocracia de algunos entes multilaterales teme que, de ocurrir eso, se licúen sus fuentes de trabajo.

Las presiones del Fondo por cuenta de fondos buitres que no quisieron entrar en el canje irritan a Buenos Aires. Así lo hizo saber Roberto Lavagna en Okinawa. Tampoco gusta que el BID haya invitado al “lobby” de esos mismos operadores, el Institute for International Finance (IIF). Mucho menos que Sadakazu Tanigaki, ministro de Hacienda, endilgase “mala fe” a la oferta de restructuración argentina.

El gobierno argentino transmitió su malestar a Tokio y Lavagna no fue a la comida ofrecida por Tanigaki a los directores del BID. Buenos Aires recalcó que las verdaderas culpables son las bancas niponas. De paso, recordó el proteccionismo agrícola japonés y lo contrapuso a las buenas relaciones con China (que acaba de criticar al Sol Naciente).

En cuanto a la reapertura del canje, Lavagna la dio como posible, si bien no en los plazos y condiciones planteadas por los fondos buitres y el FMI. De hecho, Argentina analiza los casos de Rusia o Brasil –no tanto los de Ecuador o Uruguay-, pero no el de Perú, debido al verdadero atropello cometido allí hace años por un fondo buitre (Dart). También se ha pedido a Tailandia y Malasia detalles de sus respectivas negociaciones.

“A ningún otro país se le exigió que atendiera a quienes voluntariamente no hubiesen ingresado en una restructuración”, afirmó el ministro de Economía ante la asamblea del Banco Interamericano de Desarrollo. Según colaboradores suyos, Brasil tardó más de cuarenta meses en llegar a arreglo con el fondo especulativo de la familia Dart, que no había aceptado un canje. No obstante, ni el Fondo Monetario Internacional ni ningún juez norteamericano le trabaron el acceso a los mercados o le aplicaron embargos desmedidos”.

Por cuerda separada, se supo que los abogados del gobierno presentaron un extenso informe al tribunal de alzada sobre esa discriminación, que Thomas Griesa llevó al extremo. Mientras tanto, Argentina busca persuadir al FMI de no asumir los intereses de fondos buitres, en cuanto al 14% de bonistas que no quiso entrar en el canje. También se le plantea no persistir en una actitud paralela: elevar sin justificación razonable de 4 a 4,5% del PBI el superávit fiscal primario.

Por otra parte, a varios países de la región tampos les gusta la presencia de IIF, que representa precisamente, a los fondos buitres. Este grupo hizo circular un “documento confidencial” –inmediatamente difundido a la prensa conservadora- donde equipara Argentina con Venezuela en cuanto a “políticas populistas”.

Pero el objeto real del “estudio” es apoyar las presiones discriminatorias del FMI respecto de los US$ 19.500 millones que no ingresaron al canje. Es factible que algún reducto local del extinto Consenso de Washington salga estos días con opiniones similares. En otro plano, el FMI y los “lobbies” no quieres que Argentina sea ejemplo para otros deudores. La alta burocracia de algunos entes multilaterales teme que, de ocurrir eso, se licúen sus fuentes de trabajo.

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