Nuevos datos apuntan a mayores pérdidas por malas hipotecas

Cada vez que analistas y gurúes de Wall Street creen que ha pasado lo peor de la crisis inmobiliaria, surgen más malas noticias, Esta semana, fueron Merrill Lynch y sus pérdidas por US$ 8.400 millones, en vez de los 5.000 millones estimados.

26 octubre, 2007

Tal como vienen las cosas, el colapso del mercado inmobiliario les ha significado a bancos, financieras e inversores alrededor de US$ 400.000 en quebrantos y pérdidas. La cifra supera en 66,7% los 240.000 millones -en dólares constantes, o sea ajustados por inflación- insumidos por la crisis en ahorro y prástamo para vivienda a principios de los años 90. Esto es, aquel escándalo que implicó a Drexel Burham Lambert, Michael Milken y una masa de bonos chatarra,

Por otra parte, la licuación de valores en bienes raíces puede oscilar entre US$ 2,5 y 3,5 billones en ese mismo segmento. Depende de hasta qué nivel caigan los precios de viviendas y edificios comerciales.

A primera vista, parece apreciablemente menos que las pérdidas ocasionadas a ahorristas e inversores durante el derrumbe accionario (2000/2), posterior a la burbuja puntocom de 1996/2000, que implicó siete billones. La ilusión especulativa de entonces se cifraba en la “nueva economía” y una masa de empresas virtuales sin activos ni libros contables.

Sin embargo, varios expertos temen que aquellas proyecciones sean muy preliminares y los costos finales se acerquen a los de la burbuja puntocom. En otro plano, la licuación de activos inmobiliarios podría perjudicar al público más que un derrumbe bursátil. En efecto, las familias norteamericanas están mucho más colocadas en bienes raíces que en acciones. Desde 2001, la prolongada burbuja inmobiliaria venía fomentando consumo y demanda individuales, pues los propietarios refinanciaban hipotecas a cambio de títulos, especulando con ellos y usando sus viviendas como alcancías. Naturalmente, los que se subieron a la calesita en su cenit (2005/6) han quedado más expuestos a malvender tenencias y propiedades.

En un informe, el comité económico bicameral pronostica unos dos millones de ejecuciones, para fin de año, de viviendas adquiridas por deudores de baja calidad via malas hipotecas. Esto cuadruplica las 500.000 unidades estimadas por el poder ejecutivo. Por ende, la licuación de valores derivada de ejecuciones superará los US$ 70.000 millones, más 32.000 millones resultantes de la caídas de precios en áreas castigadas por confiscaciones.

Los estados más en peligro pertenecen a dos categoría. En la primera (California, Florida, etc.), los precios se habían inflado en exceso. La segunda –Michigan, Ohio, etc.- abarca economías reales más débiles, donde la gente de ingresos bajos y medios bajos ha abusado de malas hipotecas para refinanciar deudas inmobiliarias, con complicidad de los propios prestamistas.

Sea como fuere, ese segmento es relativamente exiguo en términos del mercado total de hipotecas: una décima parte de sus US$ 10 billones. Pero una contracción general de valores inmobiliarios afectaría una masa de activos que la Reserva Federal estima en US$ 20 billones, 67% sobre el producto bruto interno del país. Hay ya un síntoma: la masa de viviendas sin vender llegó en septiembre al máximo en casi veinte años.

En Wall Street, los grandes intermediarios alimentaban el auge inmobiliario financiando prestamistas hipotecarios vía paquetes de títulos de baja calidad. Hoy, bancos y firmas de valores están mandando a pérdidas miles de millones y apartan sumas adicionales en previsión de morosos e incobrables. Este miércoles, Bank of America anunciaba tres mil despidos y echaba al jefe de la division inversiones. Mientras tanto, las próximas fiestas serán paupérrimas en materia de bonificaciones y premios a ejecutivos.

Tal como vienen las cosas, el colapso del mercado inmobiliario les ha significado a bancos, financieras e inversores alrededor de US$ 400.000 en quebrantos y pérdidas. La cifra supera en 66,7% los 240.000 millones -en dólares constantes, o sea ajustados por inflación- insumidos por la crisis en ahorro y prástamo para vivienda a principios de los años 90. Esto es, aquel escándalo que implicó a Drexel Burham Lambert, Michael Milken y una masa de bonos chatarra,

Por otra parte, la licuación de valores en bienes raíces puede oscilar entre US$ 2,5 y 3,5 billones en ese mismo segmento. Depende de hasta qué nivel caigan los precios de viviendas y edificios comerciales.

A primera vista, parece apreciablemente menos que las pérdidas ocasionadas a ahorristas e inversores durante el derrumbe accionario (2000/2), posterior a la burbuja puntocom de 1996/2000, que implicó siete billones. La ilusión especulativa de entonces se cifraba en la “nueva economía” y una masa de empresas virtuales sin activos ni libros contables.

Sin embargo, varios expertos temen que aquellas proyecciones sean muy preliminares y los costos finales se acerquen a los de la burbuja puntocom. En otro plano, la licuación de activos inmobiliarios podría perjudicar al público más que un derrumbe bursátil. En efecto, las familias norteamericanas están mucho más colocadas en bienes raíces que en acciones. Desde 2001, la prolongada burbuja inmobiliaria venía fomentando consumo y demanda individuales, pues los propietarios refinanciaban hipotecas a cambio de títulos, especulando con ellos y usando sus viviendas como alcancías. Naturalmente, los que se subieron a la calesita en su cenit (2005/6) han quedado más expuestos a malvender tenencias y propiedades.

En un informe, el comité económico bicameral pronostica unos dos millones de ejecuciones, para fin de año, de viviendas adquiridas por deudores de baja calidad via malas hipotecas. Esto cuadruplica las 500.000 unidades estimadas por el poder ejecutivo. Por ende, la licuación de valores derivada de ejecuciones superará los US$ 70.000 millones, más 32.000 millones resultantes de la caídas de precios en áreas castigadas por confiscaciones.

Los estados más en peligro pertenecen a dos categoría. En la primera (California, Florida, etc.), los precios se habían inflado en exceso. La segunda –Michigan, Ohio, etc.- abarca economías reales más débiles, donde la gente de ingresos bajos y medios bajos ha abusado de malas hipotecas para refinanciar deudas inmobiliarias, con complicidad de los propios prestamistas.

Sea como fuere, ese segmento es relativamente exiguo en términos del mercado total de hipotecas: una décima parte de sus US$ 10 billones. Pero una contracción general de valores inmobiliarios afectaría una masa de activos que la Reserva Federal estima en US$ 20 billones, 67% sobre el producto bruto interno del país. Hay ya un síntoma: la masa de viviendas sin vender llegó en septiembre al máximo en casi veinte años.

En Wall Street, los grandes intermediarios alimentaban el auge inmobiliario financiando prestamistas hipotecarios vía paquetes de títulos de baja calidad. Hoy, bancos y firmas de valores están mandando a pérdidas miles de millones y apartan sumas adicionales en previsión de morosos e incobrables. Este miércoles, Bank of America anunciaba tres mil despidos y echaba al jefe de la division inversiones. Mientras tanto, las próximas fiestas serán paupérrimas en materia de bonificaciones y premios a ejecutivos.

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