La Unión Europea en complicado plan de expansión

En 2004 la UE debe terminar el proceso constitucional interrumpido en diciembre durante la cumbre de Bruselas y concretar el proyecto de ampliación de 15 a 25 miembros en mayo. Pero el clima es de tensión por diferencias varias entre los miembros.

1 marzo, 2004

Aunque se suponía que la primera constitución europea sería
aprobada en diciembre 2003, representantes de los 25 países miembro – incluyendo
las diez naciones a punto de ingresar – no llegaron a un acuerdo sobre el sistema
de reparto de poder que gobernará el futuro de Europa. Sin ese acuerdo,
la aprobación de la constitución se pospondrá indefinidamente.

Hay dos posiciones opuestas. Una es que cada país tiene un voto, o sea
el sistema tradicional; y la segunda es que los votos deben ser proporcionales
al tamaño de la población (la tradición democrática).
Además, cada país tiene intereses especiales. Los países
pequeños, liderados por España y Polonia, defienden el sistema actual
de voto calificado que fue aprobado por el Tratado de Niza en 2000. Los países
más grandes, liderados por Alemania y Francia, poyan un sistema de mayoría
doble en el cual las decisiones deben ser adoptadas por la mitad más uno,
y deben sumar además 60% de la población.

Los países grandes ganan si los votos son proporcionales a la población.
El Tratado de Niza fue una especie de acuerdo a mitad de camino entre los dos
sistemas. Pero al agregar más países el sistema tradicional se vuelve
más difícil de sostener, opina Antonio Fatás, profesor de
economía de la escuela de negocios INSEAD.

Más allá de la forma en que se distribuyan los votos, está
el tema de liderazgo de Europa. Según Sara González, profesora de
economía internacional en la Universidad Complutense de Madrid, hasta ahora
Europa era la potencia económica y Francia la potencia política.
Pero durante los dos últimos años el viejo continente desarrolló
una nueva estrategia con respecto a su política exterior: Francia y Alemania
han mantenido posiciones independientes, mientras Gran Bretaña y España
adoptaron una posición más atlántica en la cual Europa es
un aliado natural de Estados Unidos.

Para reencauzar el debate constitucional, opina González, primero hay que
resolver el problema de liderazgo y negociar una posición intermedia: ni
pro ni anti americana.

El reparto de fondos estructurales

Luego del fracaso de la cumbre de Bruselas en diciembre 2003, la confrontación
política entre los países grandes y pequeños de Europa se
trasladó casi inmediatamente a la arena económica. A fines de 2003,
los seis contribuyentes netos a la UE – Alemania, Francia, Gran Bretaña,
Suecia, Austria y los Países Bajos – exigieron, en una carta al presidente
de la Comisión Europea, que los aportes nacionales al presupuesto de la
UE se limitaran a 1% del PBI de la comunidad en lugar del actual techo de 1,24%.
Hasta ahora, los aportes siempre han sido de 1%, pero cuando entre en vigencia
el nuevo marco financiero en 2007, se calcula que esa cifra se elevará
al máximo.

Según los cálculos, limitar las contribuciones a 1% significaría
unos € 25.000 millones menos en ayuda regional a aquellos países que
tienen un nivel de desarrollo inferior al promedio de la comunidad. Actualmente,
los países mediterráneos como España, Grecia y Portugal son
los que más se han beneficiado con la ayuda estructural, pero con la ampliación
de la UE y el congelamiento de fondos, habrá más competencia para
la distribución de esos recursos.

“Detrás de los debates está el forcejeo por recursos limitados.
Ningún países quiere perder poder y no está claro qué
tipo de solución puede satisfacer a todos”, dice Fatás.

La economía se despierta tímidamente

En noviembre el Banco Central Europeo (BCE) vaticinó en su informe que
la economía de la eurozona crecería a razón de 1,6% en 2004
a diferencia del 1,5% anunciado en septiembre. Previó un resurgimiento
de la inflación a 1,8% a diferencia del 1,6% que había pronosticado
con anterioridad.

El BCE esperaba que el PBI de la región crecería entre 1,3% y 2,3%
en 2004; y entre 1% y 2,2% durante el siguiente año fiscal. Aunque estas
proyecciones indican una leve recuperación económica en comparación
con 2003, están muy lejos de las actuales expectativas de crecimiento para
la UE (3,9%).

Alemania tuvo crecimiento cero en 2003. Junto con Francia, ambas excedieron el
límite de 3% (del PBI) fijado para el déficit del sector público
fijado por el “pacto para la estabilidad y crecimiento europeo”. Y sin
embargo, ninguna de las dos naciones sufrió sanción económica
alguna, a pesar de que el pacto menciona sanciones.

Según Rafael Pampillón, profesor en el Instituto de Empresa de Madrid,
dado que no han sido sancionadas, es previsible que sigan generando alto déficit
público, lo cual significa a su vez mayor deuda pública y un aumento
a mediano plazo de las tasas de interés que, junto a la fortaleza del euro,
provocará pérdida de competitividad y caída de los márgenes
de negocios. Todo eso, podría aumentar notablemente el desempleo.

Hasta ahora, la recuperación de Europa se ha venido sosteniendo gracias
a la recuperación de la economía estadounidenses y a los mercados
extranjeros. Sin embargo, como el euro está subiendo mucho más de
lo aconsejable, las exportaciones europeas seguirán pediendo competitividad,
especialmente las alemanas.

En definitiva, el principal desafío que afronta la UE en 2004 es su expansión
a 25 miembros. La expansión va a beneficiar a los miembros actuales porque
tendrán acceso a un mercado más grande que ha logrado mayor estabilidad
política. Para los países entrantes, el crecimiento económico
va a verse estimulado por el comercio y por el acceso a formas más avanzadas
de producción y organización, opina González.

Aunque se suponía que la primera constitución europea sería
aprobada en diciembre 2003, representantes de los 25 países miembro – incluyendo
las diez naciones a punto de ingresar – no llegaron a un acuerdo sobre el sistema
de reparto de poder que gobernará el futuro de Europa. Sin ese acuerdo,
la aprobación de la constitución se pospondrá indefinidamente.

Hay dos posiciones opuestas. Una es que cada país tiene un voto, o sea
el sistema tradicional; y la segunda es que los votos deben ser proporcionales
al tamaño de la población (la tradición democrática).
Además, cada país tiene intereses especiales. Los países
pequeños, liderados por España y Polonia, defienden el sistema actual
de voto calificado que fue aprobado por el Tratado de Niza en 2000. Los países
más grandes, liderados por Alemania y Francia, poyan un sistema de mayoría
doble en el cual las decisiones deben ser adoptadas por la mitad más uno,
y deben sumar además 60% de la población.

Los países grandes ganan si los votos son proporcionales a la población.
El Tratado de Niza fue una especie de acuerdo a mitad de camino entre los dos
sistemas. Pero al agregar más países el sistema tradicional se vuelve
más difícil de sostener, opina Antonio Fatás, profesor de
economía de la escuela de negocios INSEAD.

Más allá de la forma en que se distribuyan los votos, está
el tema de liderazgo de Europa. Según Sara González, profesora de
economía internacional en la Universidad Complutense de Madrid, hasta ahora
Europa era la potencia económica y Francia la potencia política.
Pero durante los dos últimos años el viejo continente desarrolló
una nueva estrategia con respecto a su política exterior: Francia y Alemania
han mantenido posiciones independientes, mientras Gran Bretaña y España
adoptaron una posición más atlántica en la cual Europa es
un aliado natural de Estados Unidos.

Para reencauzar el debate constitucional, opina González, primero hay que
resolver el problema de liderazgo y negociar una posición intermedia: ni
pro ni anti americana.

El reparto de fondos estructurales

Luego del fracaso de la cumbre de Bruselas en diciembre 2003, la confrontación
política entre los países grandes y pequeños de Europa se
trasladó casi inmediatamente a la arena económica. A fines de 2003,
los seis contribuyentes netos a la UE – Alemania, Francia, Gran Bretaña,
Suecia, Austria y los Países Bajos – exigieron, en una carta al presidente
de la Comisión Europea, que los aportes nacionales al presupuesto de la
UE se limitaran a 1% del PBI de la comunidad en lugar del actual techo de 1,24%.
Hasta ahora, los aportes siempre han sido de 1%, pero cuando entre en vigencia
el nuevo marco financiero en 2007, se calcula que esa cifra se elevará
al máximo.

Según los cálculos, limitar las contribuciones a 1% significaría
unos € 25.000 millones menos en ayuda regional a aquellos países que
tienen un nivel de desarrollo inferior al promedio de la comunidad. Actualmente,
los países mediterráneos como España, Grecia y Portugal son
los que más se han beneficiado con la ayuda estructural, pero con la ampliación
de la UE y el congelamiento de fondos, habrá más competencia para
la distribución de esos recursos.

“Detrás de los debates está el forcejeo por recursos limitados.
Ningún países quiere perder poder y no está claro qué
tipo de solución puede satisfacer a todos”, dice Fatás.

La economía se despierta tímidamente

En noviembre el Banco Central Europeo (BCE) vaticinó en su informe que
la economía de la eurozona crecería a razón de 1,6% en 2004
a diferencia del 1,5% anunciado en septiembre. Previó un resurgimiento
de la inflación a 1,8% a diferencia del 1,6% que había pronosticado
con anterioridad.

El BCE esperaba que el PBI de la región crecería entre 1,3% y 2,3%
en 2004; y entre 1% y 2,2% durante el siguiente año fiscal. Aunque estas
proyecciones indican una leve recuperación económica en comparación
con 2003, están muy lejos de las actuales expectativas de crecimiento para
la UE (3,9%).

Alemania tuvo crecimiento cero en 2003. Junto con Francia, ambas excedieron el
límite de 3% (del PBI) fijado para el déficit del sector público
fijado por el “pacto para la estabilidad y crecimiento europeo”. Y sin
embargo, ninguna de las dos naciones sufrió sanción económica
alguna, a pesar de que el pacto menciona sanciones.

Según Rafael Pampillón, profesor en el Instituto de Empresa de Madrid,
dado que no han sido sancionadas, es previsible que sigan generando alto déficit
público, lo cual significa a su vez mayor deuda pública y un aumento
a mediano plazo de las tasas de interés que, junto a la fortaleza del euro,
provocará pérdida de competitividad y caída de los márgenes
de negocios. Todo eso, podría aumentar notablemente el desempleo.

Hasta ahora, la recuperación de Europa se ha venido sosteniendo gracias
a la recuperación de la economía estadounidenses y a los mercados
extranjeros. Sin embargo, como el euro está subiendo mucho más de
lo aconsejable, las exportaciones europeas seguirán pediendo competitividad,
especialmente las alemanas.

En definitiva, el principal desafío que afronta la UE en 2004 es su expansión
a 25 miembros. La expansión va a beneficiar a los miembros actuales porque
tendrán acceso a un mercado más grande que ha logrado mayor estabilidad
política. Para los países entrantes, el crecimiento económico
va a verse estimulado por el comercio y por el acceso a formas más avanzadas
de producción y organización, opina González.

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