Grupo de los 8: clima de guerra en vísperas de la reunión

Mientras se prepara la inminente reunión de “Los 8”, primera de la posguerra, banqueros y empresarios a ambos lados del Atlántico pierden el sueño. Temen que las divergencias por Irak se transfieran a las relaciones económicas y comerciales.

27 mayo, 2003

Este fin de semana, en efecto, se encuentran en Evian, Francia, “Los 7”
(Estados Unidos, Japón, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Canadá
e Italia) y el “octavo en discordia”, Rusia. Salvo Italia, el resto
-con matices- no estuvo de acuerdo con la invasión de Irak. Pero las rispideces
entre EE.UU y el eje Francia-Alemania llegaron a extremos poco tranquilizadores.
Especialmente por el lado norteamericano.

El clima no mejoró luego de que, hace pocos días, el “bloque
patriotero” (definición de Paul Krugman) exigiera prohibir importaciones
desde Francia y adoptar posturas intransigentes en materia de doble imposición
a réditos o veda de la Unión Europea sobre transgénicos (”
organismos genéticamente modificados”, OGM). Hasta ahora, la sangre
no ha llegado al río, pero los contactos preliminares no rezuman cordialidad.
Los ingleses tratan de calmar a los norteamericanos y los rusos a los franceses.

Los problemas van mucho más allá del comercio. “La argamasa
de las relaciones económicas transatlánticas no es el intercambio,
sino la inversión externa directa (IED)”, sostiene un trabajo de Joseph
Quinlan (universidad John Hopkins). Precisamente, el punto más débil
de EE.UU., cuya economía precisa US$ 1.500 millones diarios en IED. En
200, “el sector privado estadounidense y el de la UE controlaban activos
por US$ 8,8 billones en la economía de cada cual. Las ventas conjuntas
equivalían a US$ 2,2 billones, en tanto las subsidiarias norteamericanas
en la UE generaban la mitad del ingreso de sus matrices”, explica el trabajo.

Como jugadores en campo ajeno, en caso de fricciones comerciales las multinacionales
de ambos bloques tienen menos que temer que los exportadores. Pero están
lejos de ser invulnerables porque, entre otras cosas, “dependen cada día
más de cadenas globales de abastecimiento. Esto determina que más
de un tercio del comercio mundial hoy se haga en el interior de esos conglomerados”,
subraya Guy de Jonquières, columnista del Financial Times. Particularmente
después del 11/9/01, estas redes son muy sensibles a trastornos en flujos
comerciales y de ciertos servicios.

Sin duda, semejante grado de integración global puede impedir que los gobiernos
lancen guerra comerciales o económicas. En general, es relativamente fácil
convencer a políticos, ideólogos y funcionarios de que, al lanzarse
contra los “malditos extranjeros”, ponen en peligro fuentes de trabajo
y producción en casa. De ahí que varios gobernadores estadounidenses
se hayan convertido al libre comercio, porque en sus estados abundan filiales
de compañías extranjeras.

Lo malo es que las amenazas a la convivencia económica transatlántica
también vienen desde adentro. En la concepción mercantilista de
Quinlan y Jonquières, “el nuevo campo de batalla es la regulación
del propio mercado, que ya ha generado roces EE.UU.-UE en planos tan diversos
como protecciones de datos informáticos, servicios audiovisuales, marcas,
patentes y derechos”.

En realidad, las complicaciones recién remontan vuelo. El National Foreign
Trade Council
-pese a su confuso nombre, es un influyente grupo de presión
empresario- acaba de publicar un duro documento de 120 páginas tachando
a regulaciones y normas de la Comisión Europea de “barreras comerciales
disimuladas”. El ataque abarca OGM, químicos, fármacos, cosméticos,
pesticidas, desinfectantes, etc.

Sin parar mientes en subsidios y otras herramientas proteccionistas costosas tanto
para el contribuyente como países competidores más eficientes, a
juicio de Jonquières y Quinlan “el problema es que los gobiernos actúan
como si sus mercados fuesen cerrados”. Ambos analistas dan la impresión
de que la disputa franconorteamericana por Irak fuese una simple extensión
de ambos “nacionalismos económicos”. De paso, su planteo no tiene
en cuenta otra cuestión económica, que atañe a EE.UU. y Rusia:
el petróleo iraquí, ahora libre del embargo impuesto por las Naciones
Unidas en 1991.

Este fin de semana, en efecto, se encuentran en Evian, Francia, “Los 7”
(Estados Unidos, Japón, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Canadá
e Italia) y el “octavo en discordia”, Rusia. Salvo Italia, el resto
-con matices- no estuvo de acuerdo con la invasión de Irak. Pero las rispideces
entre EE.UU y el eje Francia-Alemania llegaron a extremos poco tranquilizadores.
Especialmente por el lado norteamericano.

El clima no mejoró luego de que, hace pocos días, el “bloque
patriotero” (definición de Paul Krugman) exigiera prohibir importaciones
desde Francia y adoptar posturas intransigentes en materia de doble imposición
a réditos o veda de la Unión Europea sobre transgénicos (”
organismos genéticamente modificados”, OGM). Hasta ahora, la sangre
no ha llegado al río, pero los contactos preliminares no rezuman cordialidad.
Los ingleses tratan de calmar a los norteamericanos y los rusos a los franceses.

Los problemas van mucho más allá del comercio. “La argamasa
de las relaciones económicas transatlánticas no es el intercambio,
sino la inversión externa directa (IED)”, sostiene un trabajo de Joseph
Quinlan (universidad John Hopkins). Precisamente, el punto más débil
de EE.UU., cuya economía precisa US$ 1.500 millones diarios en IED. En
200, “el sector privado estadounidense y el de la UE controlaban activos
por US$ 8,8 billones en la economía de cada cual. Las ventas conjuntas
equivalían a US$ 2,2 billones, en tanto las subsidiarias norteamericanas
en la UE generaban la mitad del ingreso de sus matrices”, explica el trabajo.

Como jugadores en campo ajeno, en caso de fricciones comerciales las multinacionales
de ambos bloques tienen menos que temer que los exportadores. Pero están
lejos de ser invulnerables porque, entre otras cosas, “dependen cada día
más de cadenas globales de abastecimiento. Esto determina que más
de un tercio del comercio mundial hoy se haga en el interior de esos conglomerados”,
subraya Guy de Jonquières, columnista del Financial Times. Particularmente
después del 11/9/01, estas redes son muy sensibles a trastornos en flujos
comerciales y de ciertos servicios.

Sin duda, semejante grado de integración global puede impedir que los gobiernos
lancen guerra comerciales o económicas. En general, es relativamente fácil
convencer a políticos, ideólogos y funcionarios de que, al lanzarse
contra los “malditos extranjeros”, ponen en peligro fuentes de trabajo
y producción en casa. De ahí que varios gobernadores estadounidenses
se hayan convertido al libre comercio, porque en sus estados abundan filiales
de compañías extranjeras.

Lo malo es que las amenazas a la convivencia económica transatlántica
también vienen desde adentro. En la concepción mercantilista de
Quinlan y Jonquières, “el nuevo campo de batalla es la regulación
del propio mercado, que ya ha generado roces EE.UU.-UE en planos tan diversos
como protecciones de datos informáticos, servicios audiovisuales, marcas,
patentes y derechos”.

En realidad, las complicaciones recién remontan vuelo. El National Foreign
Trade Council
-pese a su confuso nombre, es un influyente grupo de presión
empresario- acaba de publicar un duro documento de 120 páginas tachando
a regulaciones y normas de la Comisión Europea de “barreras comerciales
disimuladas”. El ataque abarca OGM, químicos, fármacos, cosméticos,
pesticidas, desinfectantes, etc.

Sin parar mientes en subsidios y otras herramientas proteccionistas costosas tanto
para el contribuyente como países competidores más eficientes, a
juicio de Jonquières y Quinlan “el problema es que los gobiernos actúan
como si sus mercados fuesen cerrados”. Ambos analistas dan la impresión
de que la disputa franconorteamericana por Irak fuese una simple extensión
de ambos “nacionalismos económicos”. De paso, su planteo no tiene
en cuenta otra cuestión económica, que atañe a EE.UU. y Rusia:
el petróleo iraquí, ahora libre del embargo impuesto por las Naciones
Unidas en 1991.

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades