Fondos de riesgo: máquinas peligrosamente especulativas

JP Morgan ha comprado fondos de cubertura (o sea, alto riesgo). Lehman Brothers hará lo mismo. Lo raro es que la gran banca de inversión “haya tardado tanto en advertir un fraude legal tan fructífero. Pero el caso Parmalat es un aviso”.

4 octubre, 2004

Así observa el columnista londinense John Plender (que emplea el término “racket”) sobre el nuevo auge de fondos oportunistas, cuya operatoria se basa en instrumentos derivativos y contratos derivados, los engranajes especulativos más volátiles y menos transparentes del mundo.

Según apunta el analista, “los pobres retornos deparados por los fondos de cubertura este año, por menor volatilidad en los mercados, los sindican como simples aprovechadores. En verdad, cuando hay ganancias en apariencia suculentas, se deben a operaciones apalancadas, no a la sagacidad de los siete mil administradores de fondos activos en plaza”.

Para este grupo, lo bueno es la asimetría del negocio. El fondo promedio cobra 2% en gastos fijos anuales más 20% sobre rindes netos. Eso, en un buen año porque, cuando se esfuma 90% de las ganancias sobre las cuales el inversor pagó esa comisión, no se le devuelve un centavo de las comisiones pagadas. Es como en un casino: la banca nunca pierde.

“Es un modelo fantástico de impunidad, especialmente por las características turbias de un juego casi sin supervisión ni regulaciones. Eso significa –explica Plender- que cualquier inversor en fondos de riesgo ve la realidad con ojos de sobreviviente”. ¿Por qué? Porque muchos fondos se caen, año a año, por malos resultados, y los que subsisten intentan constantemente generar volatilidad.

En perspectiva histórica, a la sazón, abundan los desempeños mediocres. Un reciente estudio sobre retornos de 77 fondos de cubertura y trece indicadores del segmento prueba que –contra la idea común- este tipo de carteras no ofreció retornos apreciables en 1991-2000. Claro, el desempeño mejora si la colocación se diversifica entre varias carteras. Pero estos “fondos de fondos” ofrecen escaso margen real de diversificación, justamente porque elevan mucho los gastos fijos y las comisiones.

El punto explica la batalla judicial en torno de Parmalat y su agravamiento esta misma semana. La fiscalía de Milán, en efecto, acusa a Bank of America y tres ex ejecutivos de transgredir dolosamente leyes italianas sobre valores. Enrique Bondi, el interventor nombrado por la justicia, está por sumarse a las nuevas acusaciones.

A su criterio, otros bancos relevantes –italianos y extranjeros, por ejemplo Deutsche o Citigroup- ayudaron a Calisto Tanzi y su clan a encubrir el monto real de deudas y los riesgos de bancarrota. “Al sostener el grupo más allá de lo lícito –afirma Bondi-, aumentaron esos mismos riesgos y permitieron que € 14.300 millones se esfumaran, sin dejar de cobrar enormes comisiones, que no han devuelto”.

Este ataque a algunas de las mayores bancas del mundo podría ser bloqueado por sus influencias sobre un gobierno presidido por Silvio Berlusconi, para nada un dechado de honestidad ni transparencia. Por ejemplo, eso ha permitido a los fondos buitres (segmento similar a los de riesgo) presionar sobre Roma respecto de los bonos argentinos en cese de pagos. Pero “Bondi es un operador astuto y dispone –señala Plender- de varios proyectiles en su arsenal. Será un hueso muy duro de roer para los bancos”.

Máximo con el escándalo protagionizados por fonmdos mutuales en manos de fondos de riesgo que implica, en Estados Unidos, US$ 7,3 billones en aportes jubilatorios. Ahí, las fiscalías de tres estados han logrado resistir un “lobby” con influencias en la Casa Blanca y el Congreso.

Así observa el columnista londinense John Plender (que emplea el término “racket”) sobre el nuevo auge de fondos oportunistas, cuya operatoria se basa en instrumentos derivativos y contratos derivados, los engranajes especulativos más volátiles y menos transparentes del mundo.

Según apunta el analista, “los pobres retornos deparados por los fondos de cubertura este año, por menor volatilidad en los mercados, los sindican como simples aprovechadores. En verdad, cuando hay ganancias en apariencia suculentas, se deben a operaciones apalancadas, no a la sagacidad de los siete mil administradores de fondos activos en plaza”.

Para este grupo, lo bueno es la asimetría del negocio. El fondo promedio cobra 2% en gastos fijos anuales más 20% sobre rindes netos. Eso, en un buen año porque, cuando se esfuma 90% de las ganancias sobre las cuales el inversor pagó esa comisión, no se le devuelve un centavo de las comisiones pagadas. Es como en un casino: la banca nunca pierde.

“Es un modelo fantástico de impunidad, especialmente por las características turbias de un juego casi sin supervisión ni regulaciones. Eso significa –explica Plender- que cualquier inversor en fondos de riesgo ve la realidad con ojos de sobreviviente”. ¿Por qué? Porque muchos fondos se caen, año a año, por malos resultados, y los que subsisten intentan constantemente generar volatilidad.

En perspectiva histórica, a la sazón, abundan los desempeños mediocres. Un reciente estudio sobre retornos de 77 fondos de cubertura y trece indicadores del segmento prueba que –contra la idea común- este tipo de carteras no ofreció retornos apreciables en 1991-2000. Claro, el desempeño mejora si la colocación se diversifica entre varias carteras. Pero estos “fondos de fondos” ofrecen escaso margen real de diversificación, justamente porque elevan mucho los gastos fijos y las comisiones.

El punto explica la batalla judicial en torno de Parmalat y su agravamiento esta misma semana. La fiscalía de Milán, en efecto, acusa a Bank of America y tres ex ejecutivos de transgredir dolosamente leyes italianas sobre valores. Enrique Bondi, el interventor nombrado por la justicia, está por sumarse a las nuevas acusaciones.

A su criterio, otros bancos relevantes –italianos y extranjeros, por ejemplo Deutsche o Citigroup- ayudaron a Calisto Tanzi y su clan a encubrir el monto real de deudas y los riesgos de bancarrota. “Al sostener el grupo más allá de lo lícito –afirma Bondi-, aumentaron esos mismos riesgos y permitieron que € 14.300 millones se esfumaran, sin dejar de cobrar enormes comisiones, que no han devuelto”.

Este ataque a algunas de las mayores bancas del mundo podría ser bloqueado por sus influencias sobre un gobierno presidido por Silvio Berlusconi, para nada un dechado de honestidad ni transparencia. Por ejemplo, eso ha permitido a los fondos buitres (segmento similar a los de riesgo) presionar sobre Roma respecto de los bonos argentinos en cese de pagos. Pero “Bondi es un operador astuto y dispone –señala Plender- de varios proyectiles en su arsenal. Será un hueso muy duro de roer para los bancos”.

Máximo con el escándalo protagionizados por fonmdos mutuales en manos de fondos de riesgo que implica, en Estados Unidos, US$ 7,3 billones en aportes jubilatorios. Ahí, las fiscalías de tres estados han logrado resistir un “lobby” con influencias en la Casa Blanca y el Congreso.

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