Fannie Mae: una crisis que provoca despidos en la cúpula

Bajo intensa presión de entes regulatorios, Fannie Mae –la mayor financiera hipotecaria de Estados Unidos- despidió al CEO Franklin Raines y los auditores. Poco antes, la autoridad sectorial los había acusado de transgredir normas contables.

22 diciembre, 2004

Al parecer, hace seis años Raines era perfecto para el cargo. Aportaba talento, idoneidad profesional e influencia política (demasiada, temen en Washington). Pero acabó derrotado por la Oficina Federal Supervisora de Firmas Inmobiliarias, Ofheo en la sigla inglesa, aunque en realidad cayese víctima de abusos contables y salariales.

La agencia exigió esta misma semana “cambios significativas en la conducción superior” y declaró que Fannie Mae ya no satisfacía requerimientos de capital (el colchón de fondos necesario para cubrir pérdidas). Esto les otorga a los reguladores facultades para deponer directivos. Para peor, poco antes la Securities & Exchange Commission (SEC) también había revelado que la compañía –cotizante en Wall Street- violaba normas contables.

Ahora, Fannie busca dos reemplazantes para Raines, pues ambas instancias (Ofheo, SEC) imponen separar presidencia y dirección ejecutiva. Por de pronto, hay dos interinos: Stephen Ashley, un agente de bienes raíces, y Daniel Mudd, hasta ayer director operativo. Además, la compañía debe revisar los balances de los últimos tres años y medio, declarando pérdidas por US$ 9.000 millones y recortando más de un tercio de los ingresos asentados.

Tras estallar la crisis en septiembre, Raines persuadió a algunos miembros de la junta de que el auditor externo, KPMG, aprobaba su interpretación de normas contables y no encontraba nada incorrecto. Hasta las presiones de Ofheo, un directorio dividido respaldaba al CEO, pero esta semana casi todos lo abandonaron.

De acuerdo con Armando Falcón, director de la agencia, la compañía había excedido en US$ 20.000 millones una de sus cotas financieras, conocida por “capital en función de riesgos”, y en 3.000 millones la cubertura mínima de capital. Una empresa debe satisfacer ambos parámetros para ser financieramente sana.

También renunciaron el director financiero y KPMG, que deberá dar explicaciones a la Comisión Federal de Valores. En aquel cargo, Timothy Howard será substituido temporariamente por Robert Levin, otro ejecutivo.

Fannie Mae –la mayor institución financiera no bancaria del mundo- y su hermano menor, Freddie Mac, son claves del mercado inmobiliario. Creada por el Congreso y Franklin D.Roosevelt en plena Depresión, fue repartición de gobierno hasta 1968. Entonces, pasó a ser una compañía de derecho privado, cotizante en bolsa.

Pese al cambio, Fannie y Freddie gozan de ventajas especiales que irritan a sus rivales. Incluyen una línea de crédito con la Tesorería .en el caso de Fannie, llega a US$ 2.250 millones-, menores exigencias de capital que empresas comparables y una idea generalizada: cualquier gobierno las rescataría en caso de falencia.

En los últimos años, empero, críticos del gobierno y el sector, entre ellos Alan Greenspan (Reserva Federal), vienen tratando de eliminar esos privilegios. Sostienen que ambas compañías podrían constituirse en considerables riesgos para los contribuyentes si entrasen en crisis. La Casa Blanca, preocupada por los costos políticos presumibles, no ha designa los cinco directores que le corresponden en la junta de Fannie (dieciocho). Ahora, se avecinan intensos esfuerzos del Congreso para ponerles límites a las dos financieras hipotecarias.

Fannie y Freddie no emiten por sí cédulas hipotecarias. Operan como puentes entre prestamistas y un enorme reservorio de capital bursátil. Comprando a bancos y cajas de ahorro hipotecas por hasta US$ 333.700 la unidad (techo actual), las retienen como inversión o las revenden en el mercado secundario (avaladas por bonos). El mecanismo genera fluidez para financiar viviendas.

Este proceso dista de la transparencia. Así, ha creado un negocio demasiado fácil para accionistas de ambas compañías y ha enriquecido a sus ejecutivos. Al momento, las dos financieras tienen cédulas o garantías hipotecarias por US$ 7 billones (6,8% del PBI norteamericano).

Ofheo precipitó la crisis de Fannie, hace tres meses, divulgando un informe según el cual los directivos manipulaban gastos para maquillar ingresos y cumplir con metas financieras. Ello aumentaba sus propias bonificaciones por desempeño. El 20 de septiembre, Falcón comunicó a los directores haber descubierto “pruebas que planrear serias dudas sobre validez de resultados contables, situación de capitales, calidad de la gestión supervisora y continuidad de la propia compañía”. Ello renovó presiones legislativas, pues el “lobby” de ambas hipotecarias ya no tiene el poder de años atrás.

Desde que la crisis eruptó, un creciente coro de congresistas de ambos partidos viene exigiendo que Raines devuelta toda bonificación derivada del desempeño financiero, cuyos números se hallan en proceso de revisión. En los tres últimos ejercicios, el ex CEO ha cobrado US$ 14 millones más 26,6 milloens en incentivos. A fines de 2003, tenía opciones por 1.900.000 acciones, valuadas en US$ 12 millones. Bernard Ebbers (ex WorldCom) o Jean-Marie Messier (ex Vivendi) deben estar verdes de envidia.

Al parecer, hace seis años Raines era perfecto para el cargo. Aportaba talento, idoneidad profesional e influencia política (demasiada, temen en Washington). Pero acabó derrotado por la Oficina Federal Supervisora de Firmas Inmobiliarias, Ofheo en la sigla inglesa, aunque en realidad cayese víctima de abusos contables y salariales.

La agencia exigió esta misma semana “cambios significativas en la conducción superior” y declaró que Fannie Mae ya no satisfacía requerimientos de capital (el colchón de fondos necesario para cubrir pérdidas). Esto les otorga a los reguladores facultades para deponer directivos. Para peor, poco antes la Securities & Exchange Commission (SEC) también había revelado que la compañía –cotizante en Wall Street- violaba normas contables.

Ahora, Fannie busca dos reemplazantes para Raines, pues ambas instancias (Ofheo, SEC) imponen separar presidencia y dirección ejecutiva. Por de pronto, hay dos interinos: Stephen Ashley, un agente de bienes raíces, y Daniel Mudd, hasta ayer director operativo. Además, la compañía debe revisar los balances de los últimos tres años y medio, declarando pérdidas por US$ 9.000 millones y recortando más de un tercio de los ingresos asentados.

Tras estallar la crisis en septiembre, Raines persuadió a algunos miembros de la junta de que el auditor externo, KPMG, aprobaba su interpretación de normas contables y no encontraba nada incorrecto. Hasta las presiones de Ofheo, un directorio dividido respaldaba al CEO, pero esta semana casi todos lo abandonaron.

De acuerdo con Armando Falcón, director de la agencia, la compañía había excedido en US$ 20.000 millones una de sus cotas financieras, conocida por “capital en función de riesgos”, y en 3.000 millones la cubertura mínima de capital. Una empresa debe satisfacer ambos parámetros para ser financieramente sana.

También renunciaron el director financiero y KPMG, que deberá dar explicaciones a la Comisión Federal de Valores. En aquel cargo, Timothy Howard será substituido temporariamente por Robert Levin, otro ejecutivo.

Fannie Mae –la mayor institución financiera no bancaria del mundo- y su hermano menor, Freddie Mac, son claves del mercado inmobiliario. Creada por el Congreso y Franklin D.Roosevelt en plena Depresión, fue repartición de gobierno hasta 1968. Entonces, pasó a ser una compañía de derecho privado, cotizante en bolsa.

Pese al cambio, Fannie y Freddie gozan de ventajas especiales que irritan a sus rivales. Incluyen una línea de crédito con la Tesorería .en el caso de Fannie, llega a US$ 2.250 millones-, menores exigencias de capital que empresas comparables y una idea generalizada: cualquier gobierno las rescataría en caso de falencia.

En los últimos años, empero, críticos del gobierno y el sector, entre ellos Alan Greenspan (Reserva Federal), vienen tratando de eliminar esos privilegios. Sostienen que ambas compañías podrían constituirse en considerables riesgos para los contribuyentes si entrasen en crisis. La Casa Blanca, preocupada por los costos políticos presumibles, no ha designa los cinco directores que le corresponden en la junta de Fannie (dieciocho). Ahora, se avecinan intensos esfuerzos del Congreso para ponerles límites a las dos financieras hipotecarias.

Fannie y Freddie no emiten por sí cédulas hipotecarias. Operan como puentes entre prestamistas y un enorme reservorio de capital bursátil. Comprando a bancos y cajas de ahorro hipotecas por hasta US$ 333.700 la unidad (techo actual), las retienen como inversión o las revenden en el mercado secundario (avaladas por bonos). El mecanismo genera fluidez para financiar viviendas.

Este proceso dista de la transparencia. Así, ha creado un negocio demasiado fácil para accionistas de ambas compañías y ha enriquecido a sus ejecutivos. Al momento, las dos financieras tienen cédulas o garantías hipotecarias por US$ 7 billones (6,8% del PBI norteamericano).

Ofheo precipitó la crisis de Fannie, hace tres meses, divulgando un informe según el cual los directivos manipulaban gastos para maquillar ingresos y cumplir con metas financieras. Ello aumentaba sus propias bonificaciones por desempeño. El 20 de septiembre, Falcón comunicó a los directores haber descubierto “pruebas que planrear serias dudas sobre validez de resultados contables, situación de capitales, calidad de la gestión supervisora y continuidad de la propia compañía”. Ello renovó presiones legislativas, pues el “lobby” de ambas hipotecarias ya no tiene el poder de años atrás.

Desde que la crisis eruptó, un creciente coro de congresistas de ambos partidos viene exigiendo que Raines devuelta toda bonificación derivada del desempeño financiero, cuyos números se hallan en proceso de revisión. En los tres últimos ejercicios, el ex CEO ha cobrado US$ 14 millones más 26,6 milloens en incentivos. A fines de 2003, tenía opciones por 1.900.000 acciones, valuadas en US$ 12 millones. Bernard Ebbers (ex WorldCom) o Jean-Marie Messier (ex Vivendi) deben estar verdes de envidia.

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