¿Entran en declive los fondos que especulan con riesgos?

Uno de los múltiples efectos de la crisis hipotecaria y la consiguiente sequía en los mercados financieros golpe a los otrora intocables fondos de cobertura. Vale decir, el negocio de futuros, opciones y derivados.

6 agosto, 2007

Los mismos inversores institucionales y privados que se peleaban para participar en esas carteras han empezado a abandonarlas. Medios como el “Financial times”, el “Economist”, el “Wall Street journal” o sus modestas copias latinoamericanas –hasta hace poco incondicionales de esa gama- ponen en evidencia un problema: salir de esos fondos choca contra cláusulas que impiden vender títulos y otros activos.

Por supuesto, nadie quiere pagar los platos rotos; mucho menos quienes manejan esos fondos en provecho propio. Ahora sus víctimas, los inversores –que incluyen fondos jubilatorios en manos de administradores poco escrupulosos- descubren la letra chica. Afectados por el riego hipotecario, fondos como Sowood capital, Basis capital o United Capital management no quieren seguir la suerte de Bear Stearns y sus tres fondos desfondados.

Por ende, los inversores atrapados en esas carteras no pueden escapar. ¿Por qué? Porque, en su codicioso afán por colocarse durante una larga euforia, firmaron cláusulas que los obligan a mantener sus activos inmovilizados durante un lapso, aunque esa carteras continúen licuándose.

Algunos de los fondos norteamericanos más conocidos imponían cláusulas de hasta cinco o diez años, una eternidad cuando las papas queman ya. En general, los términos no pasan de uno a dos años, pero el desplome en Bear Stearns prueba que aun esos plazos son desmedidos.

Parte de la culpa la tienen dos entes reguladores, la Securities & exchange commission (SEC) y su contraparte británica. Suponiendo que los fondos de cobertura se destinaban sólo a clientes millonarios y, por tanto, no era preciso supervisarlos, no notaron que también enganchaban a fondos jubilatorios, hasta que fue demasiado tarde.

Esas cláusulas también han permitido a quienes administran fondos transferir estrategias de corto plazo (arbitrajes, fusiones y adquisiciones), donde había mucha competencia, a zonas menos líquidas. Por ejemplo, deuda en mora o incobrable, compras apalancadas y similares.

Los mismos inversores institucionales y privados que se peleaban para participar en esas carteras han empezado a abandonarlas. Medios como el “Financial times”, el “Economist”, el “Wall Street journal” o sus modestas copias latinoamericanas –hasta hace poco incondicionales de esa gama- ponen en evidencia un problema: salir de esos fondos choca contra cláusulas que impiden vender títulos y otros activos.

Por supuesto, nadie quiere pagar los platos rotos; mucho menos quienes manejan esos fondos en provecho propio. Ahora sus víctimas, los inversores –que incluyen fondos jubilatorios en manos de administradores poco escrupulosos- descubren la letra chica. Afectados por el riego hipotecario, fondos como Sowood capital, Basis capital o United Capital management no quieren seguir la suerte de Bear Stearns y sus tres fondos desfondados.

Por ende, los inversores atrapados en esas carteras no pueden escapar. ¿Por qué? Porque, en su codicioso afán por colocarse durante una larga euforia, firmaron cláusulas que los obligan a mantener sus activos inmovilizados durante un lapso, aunque esa carteras continúen licuándose.

Algunos de los fondos norteamericanos más conocidos imponían cláusulas de hasta cinco o diez años, una eternidad cuando las papas queman ya. En general, los términos no pasan de uno a dos años, pero el desplome en Bear Stearns prueba que aun esos plazos son desmedidos.

Parte de la culpa la tienen dos entes reguladores, la Securities & exchange commission (SEC) y su contraparte británica. Suponiendo que los fondos de cobertura se destinaban sólo a clientes millonarios y, por tanto, no era preciso supervisarlos, no notaron que también enganchaban a fondos jubilatorios, hasta que fue demasiado tarde.

Esas cláusulas también han permitido a quienes administran fondos transferir estrategias de corto plazo (arbitrajes, fusiones y adquisiciones), donde había mucha competencia, a zonas menos líquidas. Por ejemplo, deuda en mora o incobrable, compras apalancadas y similares.

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