Elecciones 2004:Wall Street apoya la reelección con todo

Según medios europeos, los protagonistas de la bolsa neoyorquina financian la campaña pro reelección de George W.Bush a un ritmo inédito. Pero, aparte de fondos, sus gurúes aportan también números a medida del gobierno.

22 marzo, 2004

En una sola comida, organizada hace poco por Philip Purcell –presidente ejecutivo de Morgan Stanley-, se recaudarón más de US$ 200.000. Tiempo antes, reuniones similares promovidas por los CEO de Merrill Lynch, Union des Banques Suisses (no exactamente una entidad norteamericana), Lehman Brothers, Crédit Suisse First Boston, Bear Stearns y Goldman Sachs rendía entre US$ 100.000 y 150.000 cada una.

Por ende, estas siete bancas “integran –apunta un periódico londinense- un comité clave para solventar la costosa campaña oficialistas”. Naturalmente, “el ostensible y, por momento, objetable apoyo de Wall Street no pesa demasiado en la decisión de los votantes, por lo común lejos de ese círculo áulico. Pero es mucho dinero”, observa un diario alemán.

A la sazón, hacia mediados de marzo, seis de los diez mayores aportantes a la campaña eran bancas o firmas de valores, con Merrill Lynch –la más grande- a la cabeza. Esto no es novedad: una fastuosa cena a junio de 2003 inauguró la colecta –con llamativo apuro- con tres millones aportados por el comité de banqueros.

Por supuesto, nada hay de desinteresado en tanta generosidad. Por ejemplo, los dos paquetes de rebajas tributarias (2001-10, 2003-12, en conjunto US$ 2,35 billones) privilegian a grandes empresas, sectores de altos ingresos y… dividendos a rentistas bursátiles. Esos incentivo benefician a Wall Street por dos canales: atraen inversores y ahorristas a sus colocaciones y enriquecen aun más a los propios ejecutivos de esas bancas.

Pero, sospechan los suspicaces, existe un componente muy pecualiar a la alianza gestada en torno de Bush: la ultraderecha, que ocupa cargos decisivos en Wall Street. A su vez, ésta –como los “nuevos halcones” del entorno presidencial, incluye fundamentalistas cristianos y judíos. Exactamente la mezcla que, durante los 90, gestó en el arco que va de Chicago a Tejas la “teología del dinero”, según cuyos predicadores “dios ama a los ricos”. La familia Bush encarna como pocas ese pensamiento, que hoy se extiende a México.

En una sola comida, organizada hace poco por Philip Purcell –presidente ejecutivo de Morgan Stanley-, se recaudarón más de US$ 200.000. Tiempo antes, reuniones similares promovidas por los CEO de Merrill Lynch, Union des Banques Suisses (no exactamente una entidad norteamericana), Lehman Brothers, Crédit Suisse First Boston, Bear Stearns y Goldman Sachs rendía entre US$ 100.000 y 150.000 cada una.

Por ende, estas siete bancas “integran –apunta un periódico londinense- un comité clave para solventar la costosa campaña oficialistas”. Naturalmente, “el ostensible y, por momento, objetable apoyo de Wall Street no pesa demasiado en la decisión de los votantes, por lo común lejos de ese círculo áulico. Pero es mucho dinero”, observa un diario alemán.

A la sazón, hacia mediados de marzo, seis de los diez mayores aportantes a la campaña eran bancas o firmas de valores, con Merrill Lynch –la más grande- a la cabeza. Esto no es novedad: una fastuosa cena a junio de 2003 inauguró la colecta –con llamativo apuro- con tres millones aportados por el comité de banqueros.

Por supuesto, nada hay de desinteresado en tanta generosidad. Por ejemplo, los dos paquetes de rebajas tributarias (2001-10, 2003-12, en conjunto US$ 2,35 billones) privilegian a grandes empresas, sectores de altos ingresos y… dividendos a rentistas bursátiles. Esos incentivo benefician a Wall Street por dos canales: atraen inversores y ahorristas a sus colocaciones y enriquecen aun más a los propios ejecutivos de esas bancas.

Pero, sospechan los suspicaces, existe un componente muy pecualiar a la alianza gestada en torno de Bush: la ultraderecha, que ocupa cargos decisivos en Wall Street. A su vez, ésta –como los “nuevos halcones” del entorno presidencial, incluye fundamentalistas cristianos y judíos. Exactamente la mezcla que, durante los 90, gestó en el arco que va de Chicago a Tejas la “teología del dinero”, según cuyos predicadores “dios ama a los ricos”. La familia Bush encarna como pocas ese pensamiento, que hoy se extiende a México.

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