Con el nuevo plan de rescate hipotecario ¿quién gana?

Al menos una cosa es clara en el segundo programa de George W.Bush para asistir a gente atrapada en la licuación inmobiliaria. Es un esquema orientado al negocio en sí, con cierta intervención gubernamental, sin atender intereses sociales.

7 diciembre, 2007

Los términos de la iniciativa fueron establecidos por el propio sector y Wall Street. Las acciones consiguientes son voluntarias y dejan bastante margen de maniobra a los prestamistas. Por otra parte, alcanzará a una pequeña proporción de deudores en aprietos. Entretanto, nunca un eufemismo (“subprime”) ha sido tan patente.

El plan ha sido ya muy criticado por grupos de interés público, a cuyo criterio es de metas por demás estrechas. Tampoco les gusta a bancas y firmas inversoras, para quienes va demasiado lejos. Otros temen que, sacando de apuros a algunos propietarios, fomenten mayor endeudamiento en el futuro.
Pero eso es lo han hecho los bancos y otros imprudentes actores del negocio.

La clave del plan -que no tiene que ver con Bush sino con Henry Paulson- es un cauteloso intento de ayudar a propietarios en aprietos “persuadiendo” a los financistas para congelar hipotecas en sus tasas iniciales durante cinco años. Pero sin forzarles la mano a prestamistas e inversores. Algunos negociadores estiman que, en el mejor de los casos, apenas 20% de hipotecas usurarias –cuyos pagos aumentarán abruptamente en los próximos dieciocho meses-, 367.500 sobre 1.200.000, podrá considerarse para el congelamiento de tasas por cinco años.

Pero la cantidad de beneficiarios reales podrían ser aun menor. Ello se debe a los filtros para eliminar a quienes están en situación terminal y los que ganan demasiado para justificar el rescate. Este detalle significa excluir a deudores bien calificados. “Les decimos a la gente que no se meta demasiado en deuda. Después les tiramos un salvavidas a quienes se endeudaron más de lo razonable, inducidos por prestamistas poco sensatos”. Así subraya Barney Frank (demócrata, Massachusetts), presidente de la comisión de servicios financieros en su cámara.

Paulson tiene una teoría: existe en el mercado un punto de equilibrio, donde tiene más sentido auxiliar a los deudores que promover ejecuciones. Algunos expertos coinciden. Por lo común, las inmobiliarias pierden 40 a 50% sobre viviendas confiscadas, en tanto el costo de cubrir a los deudores ante un salto de tasas puede ser muy inferior. Washington calcula en alrededor de 500.000 los deudores de mala calidad que podrían ir a la calle de ahora a mediados de 2009. Analistas indepedientes temen que las ejecuciones sean bastante más.

Por supuesto, el gobierno se opone a rescatar de por sí a deudores en apuros o inversores y especuladores que compraron malas hipotecas. A su vez, los fondos de inversión insisten en que el congelamiento de intereses debe ser voluntario. Pero ¿qué papel tendrá la Reserva Federal en la congelación? ¿como influirá ese mecanismo, si prospera, en la política monetaria y de tipo básicos, resortes del banco central, no de hacienda?

El instituto Greelining (California), un grupo pro defensa del público, ya venía anticipando la crisis hipotecaria hace cuatro años. Ahora, estima que apenas 12% de deudores en problemas se beneficiará con el congelamiento. Otra entidad, el Center for responsible lending, sostiene que esa medida ayudará a no más de 145.000 propietarios. En Wall Street, hay escépticos a cuyo criterio este plan es sólo una lista de recomendaciones a los prestamistas y despertará resistencias entre inversores en títulos con respaldo hipotecario. Es simple: ¿por qué aceptar cinco años de congelación, si Estados Unidos afronta una posible recesión inflacionaria?

Los términos de la iniciativa fueron establecidos por el propio sector y Wall Street. Las acciones consiguientes son voluntarias y dejan bastante margen de maniobra a los prestamistas. Por otra parte, alcanzará a una pequeña proporción de deudores en aprietos. Entretanto, nunca un eufemismo (“subprime”) ha sido tan patente.

El plan ha sido ya muy criticado por grupos de interés público, a cuyo criterio es de metas por demás estrechas. Tampoco les gusta a bancas y firmas inversoras, para quienes va demasiado lejos. Otros temen que, sacando de apuros a algunos propietarios, fomenten mayor endeudamiento en el futuro.
Pero eso es lo han hecho los bancos y otros imprudentes actores del negocio.

La clave del plan -que no tiene que ver con Bush sino con Henry Paulson- es un cauteloso intento de ayudar a propietarios en aprietos “persuadiendo” a los financistas para congelar hipotecas en sus tasas iniciales durante cinco años. Pero sin forzarles la mano a prestamistas e inversores. Algunos negociadores estiman que, en el mejor de los casos, apenas 20% de hipotecas usurarias –cuyos pagos aumentarán abruptamente en los próximos dieciocho meses-, 367.500 sobre 1.200.000, podrá considerarse para el congelamiento de tasas por cinco años.

Pero la cantidad de beneficiarios reales podrían ser aun menor. Ello se debe a los filtros para eliminar a quienes están en situación terminal y los que ganan demasiado para justificar el rescate. Este detalle significa excluir a deudores bien calificados. “Les decimos a la gente que no se meta demasiado en deuda. Después les tiramos un salvavidas a quienes se endeudaron más de lo razonable, inducidos por prestamistas poco sensatos”. Así subraya Barney Frank (demócrata, Massachusetts), presidente de la comisión de servicios financieros en su cámara.

Paulson tiene una teoría: existe en el mercado un punto de equilibrio, donde tiene más sentido auxiliar a los deudores que promover ejecuciones. Algunos expertos coinciden. Por lo común, las inmobiliarias pierden 40 a 50% sobre viviendas confiscadas, en tanto el costo de cubrir a los deudores ante un salto de tasas puede ser muy inferior. Washington calcula en alrededor de 500.000 los deudores de mala calidad que podrían ir a la calle de ahora a mediados de 2009. Analistas indepedientes temen que las ejecuciones sean bastante más.

Por supuesto, el gobierno se opone a rescatar de por sí a deudores en apuros o inversores y especuladores que compraron malas hipotecas. A su vez, los fondos de inversión insisten en que el congelamiento de intereses debe ser voluntario. Pero ¿qué papel tendrá la Reserva Federal en la congelación? ¿como influirá ese mecanismo, si prospera, en la política monetaria y de tipo básicos, resortes del banco central, no de hacienda?

El instituto Greelining (California), un grupo pro defensa del público, ya venía anticipando la crisis hipotecaria hace cuatro años. Ahora, estima que apenas 12% de deudores en problemas se beneficiará con el congelamiento. Otra entidad, el Center for responsible lending, sostiene que esa medida ayudará a no más de 145.000 propietarios. En Wall Street, hay escépticos a cuyo criterio este plan es sólo una lista de recomendaciones a los prestamistas y despertará resistencias entre inversores en títulos con respaldo hipotecario. Es simple: ¿por qué aceptar cinco años de congelación, si Estados Unidos afronta una posible recesión inflacionaria?

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