Claves de un plan cuyos costos finales eran y son- todo un misterio
¿Cuánto pagaría alguien por una casa que nadie quiere y en un mal vecindario? Esta situación afrontaba la secretaria de hacienda norteamericana mientras armaba un gigantesco rescate de entidades financieras víctimas de sus malas apuestas.
25 septiembre, 2008
El titular de la cartera, Henry Paulson, Benjamin Bernanke (Reserva Federal) y el propio George W.Bush (en el angustioso mensaje del miércoles) se proponían gastar US$ 694.000 millones –si no 1,1 billón- para tomar activos tóxicos que hasta Wall Street tiene dificultades para justipreciar. Entretanto, el congreso y los ciudadanos del común temían y temen que ese tipo de iniciativas termine con el fisco pagando mucho más de cuanto esos activos valen. En beneficio, claro, de los banqueros y en perjuicio de los contribuyentes. <br />
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<p> Cualquiera que haya intentado comprar o vender esa clase de activos cuando se caen los mercados sabe cuán arduo es ponerse de acuerdo sobre precios. Pero evaluar los títulos que Paulson pretende es mucho más difícil: cada paquete está atado a miles de hipotecas individuales y muchas colapsan a medida como se desinfla el mercado. Éste es uno de los mecanismos que el FBI y la comisión de valores (SEC) escrutan en pos de fraudes.</p>
<p> “Probablemente no podamos por años definir valores subyacentes”, señala Andrew Feltus, de Pioneer Investments. “Durante largo, largo tiempo no sabremos si el precio real será 20, 40 o 60 centavos por cada dólar nominal”. Mientras el valor de una acción no es misterio –se ve en pantalla día y noche-, las colocaciones tóxicas no se negocian de ese modo, su mercado es opaco, opera por teléfono y pasan días sin transacciones.</p>
<p> Además, muchos de los instrumentos involucrados son en extremo complejos. Basta considerar la serioe Alt-A Trust 2006-7, una “pequeñez” de US$ 1.300 millones. En tanto la burbuja crediticia se expandía en el primer año, BS compró 2.870 hipotecas a prestamistas primarios como Countrywide Financial. Esa masa, cuyo valor promedio era US$ 450.000, se componía de créditos Alt-A, que los operadores llaman “préstamos mentirosos”, pues se otorgan sin verificar la solvencia de los deudores.</p>
<p> Casi 60% se concedieron en California, Florida y Arizona. Justamente, donde los precios de bienes raíces se inflaron y desinflaron a mayor velocidad que en el resto de Estados Unidos.</p>
<p> Bear Stearns empaquetó los préstamos en 37 tipos diferentes de títulos, clasificados según grados de riesgo, para recolocar entre bancas de inversión, fondos de cobertura –ahí aparecen los derivativos- y aseguradoras. Cuando las hipotecas básicas entran en cese de pagos, primero sufren los bonos en la base de cada paquete. Después, los siguen los demás. en escala descendente de riesgo.</p>
<p> El mecanismo genera carteras tóxicas. Inicialmente calificados AAA, los bonos más antiguos han sido degradados a categoría chatarra durante los últimos días. Para peor, valuar títulos hipotecarios implica adivinar cuánto propietarios se atrasarán en las cuotas o, si el banco los embarga, a qué precios revendrán las viviendas.</p>
<p> Esos paquetes y papeles son la clase de activos que Paulson tomaría, y no serían los mas complejos. Wall Street tomó también esos títulos, los empaquetó y reempaquetó en instrumentos tan tramposos como las obligaciones de deuda colateralizadas (ODC). Muchas acabaron recolocándose a una fracción y, así, en julio Merrill Lynch revendió US$ 31.000 millones a 22% del valor nominal.</p>
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