California: el fuego agrava la crisis inmobiliaria residencial

Hay ya más de 1.100.000 evacuados y 100.000 casas quemadas por la ola de incendios en el estado más rico de la Unión. Pero el séptimo PBI del mundo afrontaba una crisis hipotecaria que esto agudiza, sin contar el golpe a las aseguradoras.

24 octubre, 2007

Ventura, Malibú, San Diego, San Bernardino, Riverside, Orange, Ramona, Coléxico, etc., son paso de las llamas. El gobernador Arnold Schwarzenegger declaró todo el extremo sur de California en emergencia social y económica. Sean cuales fueren las causas –se sospechan incendios intencionales al principio-, el desastre tendrá recidivas. Probablemente, las más grave se teme en lo inmobiliario, si bien el negocios del seguro a también será afectado.

California no está sola. Días atrás, Nomura –banca japonesa líder- se sumó al generalizado colapso de hipotecas residenciales de mala calidad. La banca abandonó el mercado inmobiliario norteamericano, inclusive en la costa pacífica.

La firma teme pérdidas brutas por US$ 400/500 millones sólo en el trimestre julio-septiembre, segundo del año fiscal japonés. Ello se debe parcialmente a quebrantos por US$ 615 millones, derivados de transacciones con títulos respaldados por hipotecas en Estados Unidos. O sea, chatarra. Nomura ya había pasado a pérdidas US$ 620 millones en hipotecas residenciales y redujo exposición paquetes inmobiliarios titulizados de US$ 2.270 millones a 119,5 millones.

Pero el daño ya estaba hecho. Los US$ 620 millones iniciales –bonos relativos a hipotecas emitida entre 2002 y 2006- empequeñecen los 108 millones estimados por la consultoría Dealogic. Estas novedades coinciden con a la confirmación (adelantada en este sitio el sábado) de esfuerzos conjuntos, orquestador por el departamento de hacienda (Washington) para que los propios bancos comerciales ayuden a enjugar perjuicios ocasionados, a los mercados crediticios, por sus malos negocios. Básicamente, se inicia la constitución de un fondo rotatorio por US$ 100.000 millones para recomprar activos en problemas.

Esas entidades, encabezadas por Citigroup, Bank of America y JP Morgan Chase, emplearán deuda nueva a corto plazo para generar canales de inversión estructurada(CIE) ligados a los propios bancos. El gobierno espera que el plan reactive la demanda de papeles comerciales, que se congeló durante las crisis hipotecaria y financiera iniciadas a fines de julio y globalizadas cuanto se les agregaron compras apalancadas en dificultades.

Los papeles comerciales y las obligaciones de deuda colateralizadas (ODC) son emitidas por las sociedades para financiar necesidades cotidianas. Por ejemplo, sueldos, alquileres, etc. Su colapso figura entre los peores, pero menos citados, efectos de esta ola de iliquidez, pues las malas hipotecas afectaron el mercado de ODC.

Algunos inversores institucionales creen que la nueva estrategia de hacienda funcionará. Otros acusan a Washington de ayudar a bancos poco responsables a no hacerse cargo de sus malas apuestas, como sostenían hace varias semanas economistas como Joseph Stiglitz, Jeffrey Sachs o Paul Krugman. Por cierto, Henry Paulson –un hombre del negocio- teme que, sin ese salvataje, los bancos se vean forzados a mandar a pérdidas miles de millones en bonos respaldados por hipotecas. Semejante movida desataría un cimbronazo que acabaría perjudicando a la economía real, cree el ortodoxo secretario de hacienda.

El peligro real es otro: un fracaso de esos instrumentos llevará a que los propios contribuyentes paguen la cuenta vía “federalización” de aquel fondo, quizás el objeto real de Paulson. Ya lo señalaba hace generaciones John Maynard Keynes: “cuando las cosas marchan bien, el mercado exige total libertad. Cuando marchan mal, pide auxilio a los bancos centrales”. En esta oportunidad, las cosas no son tan fáciles pues, primero, los bancos deben persuadir a los inversores de que ambas crisis están controladas. Irónicamente, al aceptar este plan se admite que el panorama no ofrece opciones agradables. Para peor, hace pocos días Citi reveló que afrontaba miles de millones en pérdidas relativas a malas hipotecas y sus instrumentos derivados. Ahora, empero, el desastre californiano puede dar argumentos a los banqueros que buscan “estatizar” sus quebrantos.

Ventura, Malibú, San Diego, San Bernardino, Riverside, Orange, Ramona, Coléxico, etc., son paso de las llamas. El gobernador Arnold Schwarzenegger declaró todo el extremo sur de California en emergencia social y económica. Sean cuales fueren las causas –se sospechan incendios intencionales al principio-, el desastre tendrá recidivas. Probablemente, las más grave se teme en lo inmobiliario, si bien el negocios del seguro a también será afectado.

California no está sola. Días atrás, Nomura –banca japonesa líder- se sumó al generalizado colapso de hipotecas residenciales de mala calidad. La banca abandonó el mercado inmobiliario norteamericano, inclusive en la costa pacífica.

La firma teme pérdidas brutas por US$ 400/500 millones sólo en el trimestre julio-septiembre, segundo del año fiscal japonés. Ello se debe parcialmente a quebrantos por US$ 615 millones, derivados de transacciones con títulos respaldados por hipotecas en Estados Unidos. O sea, chatarra. Nomura ya había pasado a pérdidas US$ 620 millones en hipotecas residenciales y redujo exposición paquetes inmobiliarios titulizados de US$ 2.270 millones a 119,5 millones.

Pero el daño ya estaba hecho. Los US$ 620 millones iniciales –bonos relativos a hipotecas emitida entre 2002 y 2006- empequeñecen los 108 millones estimados por la consultoría Dealogic. Estas novedades coinciden con a la confirmación (adelantada en este sitio el sábado) de esfuerzos conjuntos, orquestador por el departamento de hacienda (Washington) para que los propios bancos comerciales ayuden a enjugar perjuicios ocasionados, a los mercados crediticios, por sus malos negocios. Básicamente, se inicia la constitución de un fondo rotatorio por US$ 100.000 millones para recomprar activos en problemas.

Esas entidades, encabezadas por Citigroup, Bank of America y JP Morgan Chase, emplearán deuda nueva a corto plazo para generar canales de inversión estructurada(CIE) ligados a los propios bancos. El gobierno espera que el plan reactive la demanda de papeles comerciales, que se congeló durante las crisis hipotecaria y financiera iniciadas a fines de julio y globalizadas cuanto se les agregaron compras apalancadas en dificultades.

Los papeles comerciales y las obligaciones de deuda colateralizadas (ODC) son emitidas por las sociedades para financiar necesidades cotidianas. Por ejemplo, sueldos, alquileres, etc. Su colapso figura entre los peores, pero menos citados, efectos de esta ola de iliquidez, pues las malas hipotecas afectaron el mercado de ODC.

Algunos inversores institucionales creen que la nueva estrategia de hacienda funcionará. Otros acusan a Washington de ayudar a bancos poco responsables a no hacerse cargo de sus malas apuestas, como sostenían hace varias semanas economistas como Joseph Stiglitz, Jeffrey Sachs o Paul Krugman. Por cierto, Henry Paulson –un hombre del negocio- teme que, sin ese salvataje, los bancos se vean forzados a mandar a pérdidas miles de millones en bonos respaldados por hipotecas. Semejante movida desataría un cimbronazo que acabaría perjudicando a la economía real, cree el ortodoxo secretario de hacienda.

El peligro real es otro: un fracaso de esos instrumentos llevará a que los propios contribuyentes paguen la cuenta vía “federalización” de aquel fondo, quizás el objeto real de Paulson. Ya lo señalaba hace generaciones John Maynard Keynes: “cuando las cosas marchan bien, el mercado exige total libertad. Cuando marchan mal, pide auxilio a los bancos centrales”. En esta oportunidad, las cosas no son tan fáciles pues, primero, los bancos deben persuadir a los inversores de que ambas crisis están controladas. Irónicamente, al aceptar este plan se admite que el panorama no ofrece opciones agradables. Para peor, hace pocos días Citi reveló que afrontaba miles de millones en pérdidas relativas a malas hipotecas y sus instrumentos derivados. Ahora, empero, el desastre californiano puede dar argumentos a los banqueros que buscan “estatizar” sus quebrantos.

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