BCE: primó la obsesión inflacionaria y subió la tasa

Como sus similares de Estados Unidos y Gran Bretaña, el banco central de la Eurozona prefiere la ortodoxia monetaria al crecimiento. Por tanto, ha elevado de 3,5 a 3,75% anual el tipo básico. Además, dio a entender que llegaría a 4% en junio.

9 marzo, 2007

Según lo ve Jean-Claude Trichet –presidente del BCE y banquero de borrascoso pasado-, “hay riesgos de inflación asociados al sólido crecimiento económico”. Por tanto, hay que sacrificar éste en aras de la disciplina monetaria. Es más: para mediados de año, Trichet promete pasar ese nivel a 4% anual.

Al inflar el valor del euro en dólares y yenes, esta política encarece las exportaciones de los trece adherentes a la moneda común. La decisión generó protestas en medios industriales y comerciales de Alemania, Francia, España e Italia. Curiosamente, en primera instancia el euro cedía de US$ 1,315 a 1,313.

Este fenómeno parecía deberse a expectativas de que, pese a crecientes señales recesivas en Estados Unidos, la Reserva Federal intentaría elevar su propia tasa referencial de 5,25 a 5,5% anual. Pero eso, de ocurrir, sería sólo muestra del choque entre el optimista Benjamin Bernanke –apoyado por Henry Paulson, secretario de hacienda- y el hoy pesimista Alan Greenspan.

Indiferente a la realidad económica regional, el BCE está dispuesto “a reaccionar con firmeza para garantir la estabilidad de precios en mediano plazo”. En pos de algún consuelo, varios gurúes europeos suponen que el próximo aumento (junio) será el último del año. Pero ¿qué sucederá si la expansión sigue firme en Alemania e Italia?

Los estadígrafos del BCE –en realidad, del Bundesbank- han subido de 1,7/2,7% a 2,1/2,8% las proyecciones de crecimiento en el producto bruto eurozonal. Como ya es habitual en EE.UU., a esa gama moderada le llaman “robustez”, calificativo que merece (en economías centrales) un PB recién cuando pasa de 3,5% anual.

Ahora bien, las perspectivas de precios no parecen tan inflacionarias como imagina Trichet. Las proyecciones del BCE para 2008 promedian 1,4/2,6%, contra 1,3/2,5% este año. Nada para rasgarse las vestiduras. Pero alcanza para que el inefable francés exhorte a mejorar la productividad reduciendo cargas laborales y evitando alzas de salarios. En todo esto hay un factor que Trichet y los suyos no tienen presente: ¿qué pasa con los catorce socios de la Unión Europea que no adhieren a la moneda ni están obligados por las decisiones del BCE?…

Según lo ve Jean-Claude Trichet –presidente del BCE y banquero de borrascoso pasado-, “hay riesgos de inflación asociados al sólido crecimiento económico”. Por tanto, hay que sacrificar éste en aras de la disciplina monetaria. Es más: para mediados de año, Trichet promete pasar ese nivel a 4% anual.

Al inflar el valor del euro en dólares y yenes, esta política encarece las exportaciones de los trece adherentes a la moneda común. La decisión generó protestas en medios industriales y comerciales de Alemania, Francia, España e Italia. Curiosamente, en primera instancia el euro cedía de US$ 1,315 a 1,313.

Este fenómeno parecía deberse a expectativas de que, pese a crecientes señales recesivas en Estados Unidos, la Reserva Federal intentaría elevar su propia tasa referencial de 5,25 a 5,5% anual. Pero eso, de ocurrir, sería sólo muestra del choque entre el optimista Benjamin Bernanke –apoyado por Henry Paulson, secretario de hacienda- y el hoy pesimista Alan Greenspan.

Indiferente a la realidad económica regional, el BCE está dispuesto “a reaccionar con firmeza para garantir la estabilidad de precios en mediano plazo”. En pos de algún consuelo, varios gurúes europeos suponen que el próximo aumento (junio) será el último del año. Pero ¿qué sucederá si la expansión sigue firme en Alemania e Italia?

Los estadígrafos del BCE –en realidad, del Bundesbank- han subido de 1,7/2,7% a 2,1/2,8% las proyecciones de crecimiento en el producto bruto eurozonal. Como ya es habitual en EE.UU., a esa gama moderada le llaman “robustez”, calificativo que merece (en economías centrales) un PB recién cuando pasa de 3,5% anual.

Ahora bien, las perspectivas de precios no parecen tan inflacionarias como imagina Trichet. Las proyecciones del BCE para 2008 promedian 1,4/2,6%, contra 1,3/2,5% este año. Nada para rasgarse las vestiduras. Pero alcanza para que el inefable francés exhorte a mejorar la productividad reduciendo cargas laborales y evitando alzas de salarios. En todo esto hay un factor que Trichet y los suyos no tienen presente: ¿qué pasa con los catorce socios de la Unión Europea que no adhieren a la moneda ni están obligados por las decisiones del BCE?…

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