Una de las muchas versiones de la famosa leyenda alemana documentada por los hermanos Grimm comienza así:
Había una vez…
…Una pequeña ciudad al norte de Alemania, llamada Hamelin. Su paisaje era placentero y su belleza era exaltada por las riberas de un río ancho y profundo que surcaba por allí. Y sus habitantes se enorgullecían de vivir en un lugar tan apacible y pintoresco.
Pero… un día, la ciudad se vio atacada por una terrible plaga: ¡Hamelin estaba lleno de ratas!
Cambiemos Alemania por Francia y Hamelín por París y el cuento se ha hecho realidad. Es así. París sufre una invasión de ratas. La gente se las tropieza cuando camina por las veredas a plena luz del día. En los parques, enormes grupos de roedores se alimentan con lo que encuentran como si se hubieran adueñado del lugar.
Las compañías de exterminadores profesionales no recuerdan haber tenido que luchar con una invasión de esta magnitud. El viernes la alcaldía de la ciudad abrió a la prensa uno de los parques cerrados al público – la plaza de la Tour Saint-Jacques a una cuadra del Sena – para que fueran testigos de las medidas que se estaban tomando para combatirlas. Había ratas por todas partes: en los senderos, sobre el césped y compitiendo con las palomas por las migas que siempre dejan los visitantes.
El cuidador del parque, Patrick Lambin, cree que la plaga puede haber empeorado justamente por la comida que dejan los turistas a las palomas.
Al alcalde de París le convendría, en este momento, tener al flautista de Hamelín, que se presentó tranquilamente en el ayuntamiento cuando la gente gritaba
-¡Abajo el alcalde! – gritaban unos.
-¡Ese hombre es un pelele! – decían otros.
-¡Que los del Ayuntamiento nos den una solución! – exigían los de más allá.
Pero entonces se presentó ante ellos un extraño personaje que dijo:
– Perdonen, señores, que me haya atrevido a interrumpir su importante reunión, pero es que he venido a ayudarlos. Yo soy capaz, mediante un encanto secreto que poseo, de atraer hacia mi persona a todos los seres que viven bajo el sol. Lo mismo da si se arrastran sobre el suelo que si nadan en el agua, que si vuelan por el aire o corran sobre la tierra. Todos ellos me siguen, como ustedes no pueden imaginárselo.
Principalmente, uso de mi poder mágico con los animales que más daño hacen en los pueblos, ya sean topos o sapos, víboras o lagartijas. Las gentes me conocen como el Flautista Mágico.