“Las autoridades educativas de las naciones saben que, salvo que se puedan aplicar rápidamente tratamientos eficaces para controlar la pandemia de COVID-19, será problemático reabrir las aulas. Por ello, los gobiernos deberán continuar aplicando condiciones restrictivas”, resume Alieto Guadagni, director del Centro de Estudios de la Educación Argentina (CEA) de la Universidad de Belgrano.
La interrupción del dictado de clases en la escuela, como consecuencia de la pandemia de COVID-19, está afectando a 177 naciones y a 1.300 millones de alumnos. La mitad no tiene acceso a una computadora en el hogar y el 43% no tiene Internet en sus casas, en un momento en que se utiliza masivamente la educación a distancia por medios digitales para garantizar la continuidad de la enseñanza en la mayoría de los países. Así lo alerta el más reciente informe del CEA.
“Es una situación crítica para la enseñanza ya que, según informa UNESCO, el cierre, incluso temporal, de los centros escolares provoca altos costos sociales y económicos. Los problemas que ocasiona afectan a todas las comunidades, pero las consecuencias son particularmente graves para los niños desfavorecidos y sus familias. Es probable que muchos niños que hoy enfrentan escuelas cerradas no vuelvan más a ellas”, explica Guadagni.
Según destaca el especialista, son nueve los desafíos que enfrentan los sistemas educativos, a escala global, como se indica a continuación.
1. Interrupción del aprendizaje. El cierre de las escuelas priva a los niños y jóvenes de oportunidades de desarrollo y perfeccionamiento. Los inconvenientes resultan mayores para los alumnos desfavorecidos, quienes en general tienen un acceso más limitado a las oportunidades educativas fuera del marco escolar.
2. Alimentación. Muchos niños y jóvenes cuentan con las comidas que proporcionan de manera gratuita o a costo inferior las escuelas para tener una alimentación sana.
3. Falta de preparación de los padres para la enseñanza desde la casa. Cuando las escuelas cierran, se les pide a menudo a los padres que faciliten el aprendizaje en la casa, pero estos pueden tener dificultades para desempeñar esta función. Esto se aplica especialmente a los padres con niveles de instrucción y recursos limitados.
4. Acceso desigual a las plataformas de aprendizaje digital. El acceso insuficiente a las tecnologías o a una buena conexión a Internet es un obstáculo para la continuidad del aprendizaje, fundamentalmente para los alumnos de familias desfavorecidas.
5. Insuficiencias en materia de cuidado de los niños. Por falta de otras soluciones, los padres que trabajan dejan a menudo a sus hijos solos en las casas cuando la escuela cierra, algo que puede provocar riesgos en su comportamiento.
6. Costos económicos elevados. Cuando las escuelas cierran, los padres que trabajan tienen más probabilidades de ausentarse por tener que cuidar a sus hijos, algo que a menudo ocasiona pérdida de salario y perjudica la productividad.
7. Incidencia mecánica en el sistema de salud. Las mujeres, que representan una parte importante de los profesionales sanitarios, se encuentran a menudo en la imposibilidad de ir a sus trabajos por tener que cuidar a sus hijos debido al cierre de las escuelas.
8. Aumento de la presión para los centros escolares que permanecen abiertos. Los cierres puntuales conllevan a cargas adicionales para las escuelas abiertas, ya que los padres y las autoridades dirigen a los niños hacia estos centros.
9. Tendencia al incremento de las tasas de abandono escolar. Es muy difícil lograr que los niños y jóvenes regresen a la escuela y que permanezcan en el sistema cuando los centros escolares vuelven a abrir. Es algo que sucede en particular tras cierres prolongados.
“En nuestro país, habrá que encarar cuándo y cómo se deben reabrir las escuelas, ya que si se lo hace sin más demoras pondremos en peligro la salud de toda la población. Si por el contrario, las escuelas se reabren muy tarde, se deteriorará la enseñanza y se agudizará así la gran desigualdad que caracteriza a nuestro sistema escolar. Para resolver esta cuestión es clave tener la certeza de que el sistema escolar puede proteger la salud de los docentes y alumnos en su totalidad”, observa Guadagni.
“En Unesco se definieron al menos tres condiciones indispensables para volver a abrir las escuelas: la protección física, fundamentalmente las condiciones de higiene satisfactorias; la disponibilidad del personal escolar, en particular de los docentes, y la capacidad de las administraciones e instituciones para aplicar estrategias de aprendizaje acelerado y tranquilizar a los padres sobre las cuestiones relativas a la seguridad de las escuelas”, continúa.
“Podemos mencionar el caso de Dinamarca, el primer país europeo que volvió a abrir las escuelas, donde se no se decidió nada antes de que las autoridades sanitarias juzgaran que podían tomar esta medida con seguridad. La decisión dependió de las consultas que se llevaron a cabo con los epidemiólogos, los docentes, los padres y los administradores de escuelas, así como de los ejercicios de simulacro a escala nacional”, completa el director del CEA.