Con la tremenda cantidad de plástico que se acumula en el mar no es impensable que terminemos encontrando partículas plasticas en la sal, provenientes de envases que alguna vez hemos usado.
Cada año, los seres humanos tiran al mar 13 millones de toneladas métricas de plástico. Algunos de esos plásticos nacieron como partículas diminutas, como las que vienen en las cremas exfoliantes para el cutis y la pasta dental; otros, como piezas más grandes que se rompen por medios mecánicos o químicos. Los cálculos varían, pero sin duda la cantidad de plástico que hay en los océanos es importante: un estudio de 2014 descubrió que hay más de 5 billones de piezas de plástico conviviendo con los peces, 92% de los cuales son microplásticos de menos de 5 milímetros de tamaño.
De las muchas formas que esos microplásticos pueden regresar a nosotros, la más sencilla es mediante el ciclo alimenticio. Diminutos organismos marinos, como el krill, ingieren los microplásticos, que tienen más o menos el mismo tamaño del plankton con que se alimentan. De krill se alimenta el salmón, que termina en la mesa de los restaurantes de todo el mundo. Un nuevo estudio publicado ahora en el Scientific Reports muestra el alcance de la contaminación de plástico más allá de los peces. Los investigadores probaron 16 marcas de sal marina de ocho países para ver si podían identificar partíoculas extrañas en su composición. Disolvieron la sal en agua y examinaron lo que quedaba como residuo: un total de 72 partículas. De ellas, se confirmó que 30 eran plásticas, 17 eran pigmentos que alguna vez pertenecieron al plástico y cuatro eran polvo. Veintiún partículas no pudieron ser identificadas. La variedad de plásticos identificados en el análisis químico dio a entender que las partículas eran casi seguramente contaminantes del mar y no simplemente contaminación proveniente de la producción de la sal.
Las 16 marcas de sal provenían de Australia, Francia, Irán, Japón, Malasia, Nueva Zelanda, Portugal y Sudáfrica. Solo la de Francia demostró que no estaba contaminada con plástico.
La concentración de las partículas encontradas en la sal marina y en los alimentos que se extraen del mar en la actualidad es lo suficientemente baja como para afectar la salud. Pero eso podría no ser así en el futuro si continuamos tirando plástico al océano.