“Por estadística de longevidad, y muchas veces también por diferencia de edad, la sobreviviente de las parejas hombre-mujer suele ser la mujer. Y lógicamente eso también se da en las parejas integradas por dos mujeres. Es decir: en dos de las tres posibles categorías de parejas (ateniéndonos a la denominación “hombre” y “mujer”), una mujer será habitualmente quien fallezca en último término. Tomado sobre la cantidad total de parejas y familias, la conclusión es la misma”, manifestó Juan Cruz Acosta Güemes, director de SFI Servicios Fiduciarios.
Al ser estadísticamente la sobreviviente, la mujer es quien termina recibiendo el efecto de la planificación patrimonial de la pareja o familia (por haberse hecho bien o mal, o por no haberse hecho).
Como estadísticas oficiales, cabe tener presente un muy interesante estudio conjunto de la Oficina de Estadísticas Nacionales de Reino Unido (“ONS” por sus siglas en inglés) y de la institución financiera Tower Street Finance. La conclusión de dicho estudio es que el 53% de las mujeres en Reino Unido no tiene ningún tipo de planificación patrimonial, mientras que los hombres en dicha situación son el 41%.
Los gastos de salud y cuidado personal crecen exponencialmente a medida que las personas tienen más edad. Esto significa que la persona que sobreviva a su pareja (si ésta falleció luego de requerir esos costosos cuidados) es quien sufre un impacto patrimonial “doble”. No solamente el patrimonio común se habrá disminuido por esos gastos de cuidado, sino que quien sobrevive debe mantenerse con menos patrimonio y hacer frente (llegado el momento) a esos mismos gastos pero con menores activos y (seguramente) menos ingresos.
“Ante esta realidad, es necesario que las mujeres se involucren de lleno en la decisión familiar de efectuar una planificación patrimonial y sucesoria. Dicha planificación tiene tanto aspectos patrimoniales y financieros como legales y de servicios de salud y cuidado”, expresó el director de SFI.
Pese a ser las más directas afectadas, en la práctica, las consultas a expertos no suelen ser encaradas por mujeres, sino por hombres. Esto no quiere decir que las mujeres no hayan participado de la decisión previa de hacer la consulta, pero los especialistas indican que suelen interactuar mucho más con hombres que con mujeres. Lógicamente, esto suele depender de quién se ocupa de las decisiones patrimoniales en el seno de esa familia o pareja.
En el supuesto más frecuente (consulta de hombre con pareja mujer), esta última es involucrada por su pareja solamente en la fase final de firma de la documentación legal respectiva. Naturalmente reciben del asesor la explicación correspondiente respecto de lo que se está implementando, pero en la mayoría de los casos la mujer adopta un rol más “pasivo” que “protagónico”. Todo esto, pese a lo ya explicado: las consecuencias de lo que se está haciendo (o dejando de hacer) tienden a repercutir mucho más sobre la mujer.
¿Qué se le puede aconsejar a una mujer en el marco de estas situaciones? Fundamentalmente, que se involucre. Que se tengan los diálogos que se deban tener entre los integrantes de esa familia o pareja. Todos deben saber qué se está haciendo (o dejando de hacer), el motivo y el efecto buscado.
“Una buena planificación patrimonial a nivel familiar debe contemplar la protección de los activos de la familia, su transmisión hereditaria fácil y ordenada, y los mecanismos que permitan que ese patrimonio cubra las necesidades de vida y cuidado personal de todos los afectados. El efecto tiende a repercutir mucho más en las mujeres y por ello, es fundamental que intervengan, sean escuchadas y a la vez se interioricen de lo que se está haciendo. No hay lugar para “de eso se ocupa mi pareja”, porque la beneficiada o perjudicada será esa mujer”, concluyó Juan Cruz Acosta Güemes.