Un minuto, una hora, un día después de que ha terminado la conversación, la broma, la ocurrencia o el retrueque perdieron toda oportunidad de tener efecto. Ahora hay un nombre para ese fenómeno y se llama “el espíritu de la escalera”; se refiere a la répica o el contraargumento perfecto que surge cuando el momento de decirlo ya pasó.
Pero la capacidad de reaccionar con rapidez en el momento adecuado, eso que llamamos ocurrencia o ingenio, se puede practicar y adquirir. En un libro titulado “Wit’s end: What wit is, How it works and Why we need it” su autor James Geary dice que el ingenio no es algo reservado a unos pocos lingüistas talentosos. Con paciencia, tiempo y práctica se lo puede conquistar. Ése es el propósito de su libro.
Todos, dice, podemos mejorar en ingenio e inteligencia. Y según Geary vale la pena intentarlo porque jugar con el lenguaje – elevarlo del nivel de la simple comunicación y convertirlo en un proceso creativo – es una forma de innovación que arroja luz nueva sobre ideas viejas. Y además hace la vida menos aburrida y más interesante para nosotros y para los demás.
El ingenio consiste en unir ideas que están separadas, en encontrar parecidos en cosas diferentes ( o diferencias en cosas parecidas) y en arrastrar la mente de una palabra a otra palabra. , explica Geary.
Los más ingeniosos que nos rodean son simplemente personas que hacen conexiones inusuales entre palabras e ideas. Hay siempre un elemento de sorpresa en esas observaciones que provoca una sonrisa, o una mueca en el que escucha que no había visto la relación hasta que no se la pusieron delante.
En términos cognitivos, el cerebro de la persona ingeniosa es menos inhibido del de un lingüista torpe. En la persona ocurrente no hay censura – consciente o inconsciente—de asociaciones. Eso es fundamental. O sea que una persona ingeniosa es deshinibida para ligar ideas en forma creativa pero también capaz de evaluar muy concienzudamente esas conexiones para presentar combinaciones insólitas e inteligentes.
Geary cree que ser creativo con el lenguaje no implica tener talento. Se puede lograr con tiempo y práctica. Como otras formas de creatividad, nace del conocimiento. El punto de partida es tener un vocabulario rico. Otro elemento importante es la curiosidad. La capacidad para apreciar el lenguaje en todos los lugares y formas que se usa facilita las combinaciones insólitas.
El ingenio, dice, es una especie de sabiduría, un antídoto para una cultura adormecida por la sobrecarga de comunicación. En palabras de Aristóteles, es una forma de “insolencia educada”.