Una batalla contra el riesgo oligopólico que amenaza la democracia liberal.
Simultáneamente, muchos de sus pares europeos siguen pensando en términos de estrechas definiciones de precios al consumidor.
En regulación bancaria también los norteamericanos están adoptando una postura más agresiva que sus pares europeos. Michael Barr, vicepresidente de supervisión bancaria de la Reserva Federal, acaba de detener los últimos esfuerzos del lobby financiero global para licuar los requisitos Basel III. Rechazó los argumentos tradicionales de los bancos según los cuales retener más capital significará menos préstamos a las empresas.
El parlamento europeo, mientras tanto, votó en enero debilitar las reglas sobre capital, lo que parece ser por lo menos en parte una capitulación ante el argumento de los bancos europeos que el endurecimiento de los requisitos al capital los pondrá en desventaja frente a sus colegas norteamericanos, más grandes y más rentables.
Es una historia que no compran ni los vigilantes financieros europeos ni los americanos. Las medidas para convertir en permanentes los acuerdos transicionales Basel III “no defenderán a los bancos de la UE de los norteamericanos, sólo protegerán los intereses particulares de los megabancos europeos frente a sus pequeños competidores europeos”, escribrió Thierry Philiopponnat, economista jefe de la ONG europea Finance Watch.
Tanto Estados Unidos como la Unión Europea tienen infinidad de maneras para apuntalar a sus propias compañías, dice Rana Foroohar een el Financial Times. Pero hasta hace muy poco se suponía que Europea lideraría en regular a las corporaciones más grandes y más poderosas del mundo. Eso ahora cambió, tal vez porque las concentraciones más extremas de poder que hay en Estados Unidos han puesto los posibles peligros, tanto políticos como económicos, en el primer puesto de la lista de prioridades.