Pero hay siempre una tendencia humana al olvido de lo negativo o, al menos, a que ocupe lugares cada vez más lejanos de nuestra conciencia.
Por Elena Auzmendi Escribano (*)
Me atrevo a plantear 10 ideas con el objetivo de que ayuden a que perdure esta época en nuestra memoria.
Estas ideas giran en torno cuatro principios que considero fundamentales: la aceptación de nuestra vulnerabilidad frente a nuestra excesiva arrogancia, lo crucial de valorar lo positivo que tenemos y nos rodea, la necesidad de profundizar en una conciencia ética, y la dignidad humana como base incuestionable sobre la que tomar las decisiones.
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Vulnerabilidad
La pandemia nos ha puesto delante nuestra vulnerabilidad. Con distintas intensidades, ha socializado el sufrimiento. Nos ha hecho conscientes de la inmensa capacidad de respuesta humana ante la adversidad. Pero, también, ha evidenciado que no todos tenemos los mismos recursos personales para enfrentarnos a infortunios o fatalidades.
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Desigualdad
Ha supuesto un retroceso en la lucha contra la disminución de la pobreza y ha provocado un incremento de las desigualdades. A la continua necesidad de búsqueda de igualdad de oportunidades para los más vulnerables se ha añadido el aprendizaje de la importancia del acompañamiento a las personas y de su integración en nuestras comunidades.
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Complejidad y paradojas
La pandemia ha implicado una eclosión de la complejidad y las grandes paradojas: salud o recuperación económica; control social o libertad individual. De ello debiéramos haber aprendido la necesidad de promover la conciencia de pertenecer a una comunidad, a la sociedad. Y, también, el seguir manteniendo la motivación y la resiliencia, aún en circunstancias inciertas o adversas.
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Aislamiento y sospecha
Se han incrementado, muchas veces, las dinámicas individualistas, el egoísmo y el aislamiento; ha aumentado la sospecha con respecto al otro y, en ocasiones, se ha promovido una dinámica que ha potenciado la alarma social y el miedo. Pero, frente a eso, hemos visto gozosamente justo lo contrario: la solidaridad, la hermandad, la ayuda incondicionada…
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Flexibilidad
Nuestras vidas se han interrumpido y han sufrido un paréntesis. Y aunque parar es indudablemente bueno porque nos ayuda a repensar lo que hacemos, las preguntas que deberíamos hacernos son: ¿teníamos suficientes recursos para afrontar la inmensa incertidumbre y ambigüedad con la que nos hemos encontrado?, ¿por qué se ha puesto de manifiesto tal inmensa resistencia al cambio?
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Liderazgo
Durante la pandemia se ha visto quién sí y quién no ejercía un auténtico liderazgo y ha tenido la capacidad de tomar decisiones tras un auténtico discernimiento, aunque a veces rápido por necesidad. La pandemia ha subrayado la gran importancia de reforzar el liderazgo de las personas que asumen responsabilidades en las instituciones.
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Autoconocimiento
La compleja situación vivida ha subrayado la relevancia de aprender a gestionar el tiempo, tanto su cantidad como su calidad. Conocer de qué recursos personales disponemos para afrontar lo que hacemos, nuestros límites, nuestras capacidades, nuestro nivel de compromiso, etc. Necesitamos de un mayor conocimiento de nosotros mismos y de los procesos de autorreflexión y autorregulación.
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Educación
Y, cómo no, la pandemia nos ha llevado a repensar el valor y la orientación de la educación. Más que nunca el profesorado ha reflexionado sobre los estudiantes, la docencia, el aprendizaje, la tecnología, etc. Y, sobre todo, sobre los valores y lo que, en nuestras instituciones, hemos de conseguir aportar a la sociedad de cara al futuro, nos lo demande o no.
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Nuevos esquemas de relación
Hablando de educación, y aunque resulte paradójico porque estuvimos mucho tiempo encerrados, hemos tenido la posibilidad de salir de nuestro propio mundo y área de confort. Se ha extendido la experiencia internacional (y por tanto intercultural) aunque fuera en remoto, lo cual ha permitido ser conscientes de que existen nuevos esquemas de relación y que se debieran incrementar valores como la tolerancia y aceptación.
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Digitalización
Y, por último, la digitalización. La pandemia ha supuesto que muchas personas se hayan acercado a la tecnología mucho antes de lo que lo hubieran hecho en otras circunstancias. Por tener que utilizarla “a la fuerza”, han experimentado, aprendido e innovado. Y eso es, sin duda, positivo. Pero la tecnología no es un fin en sí mismo sino un medio, y esto lo tendremos que seguir recordando siempre.
Como conclusión es importante subrayar el valor de la memoria. Además de guardarla y conservarla hay que difundirla y, ante todo, utilizarla como testimonio sobre el que tomar las decisiones del futuro.
Dentro de pocos años sólo se hablará de la pandemia como un mal recuerdo. Entonces, habrá que volver a recordar lo que fue y lo que aprendimos, o no, de aquello. Ojalá cale y lo que hemos vivido nos lleve, no sólo a estos 10, sino a muchos más aprendizajes de fondo.
(*) Vicerrectora de Ordenación Académica, Innovación Docente y Calidad, Universidad de Deusto.